Dublín, ruta por los barrios esenciales

Los rincones donde late el corazón de la capital irlandesa

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Foto: Turismo de Irlanda

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Puente de Samuel Beckett

La cerveza Guinness se fabrica a orillas del Liffey, un río estriado por una colección de puentes que dibujan una de las estampas más bonitas de Dublín. El hierro forjado del Halfpenny –su nombre, «medio penique», recuerda el peaje que se cobraba– es la vía más habitual para cruzar desde el barrio de Temple Bar hasta la ribera norte de Dublín. Otro famoso puente es el O’Connell, que se prolonga en una bulliciosa calle con el mismo nombre.

Foto: Turismo de Irlanda

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Christ Church

Dublín no tiene una, sino dos catedrales. Mientras cada 17 de marzo, fecha en que murió san Patricio, la figura del santo es evocada en medio planeta por los emigrantes irlandeses, la sede del arzobispo de Dublín está en otra parroquia que no lleva su nombre. Se trata de la catedral de Christ Church, situada apenas unas calles al norte del templo de Saint Patrick. Fundada en el año 1028, retiene elementos medievales. 

Foto: Jean Housen

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Plaza del parque de Merrion

La arquitectura de estilo georgiano que marcó aquel tiempo se proyecta en los famosos edificios adosados de ladrillo, con puertas pintadas de vivos colores y rematadas en medio arco, que rodean el popular parque de Merrion. Presente por toda la ciudad, el mejor legado de ese estilo se encuentra al nordeste de St Stephen’s Green, en las calles que delimitan Merrion Square.

Foto: Diliff

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Trinity College

Dublín, cuna de James Joyce (1882-1941), uno de los autores más influyentes del siglo XX, debe gran parte de su tradición literaria al Trinity College. Ahí estudiaron escritores coetáneos de Joyce, como George Bernard Shaw y Samuel Beckett, ambos dublineses y premiados con el Nobel. Esta universidad, una de las decanas del mundo anglosajón, fundada por la reina Isabel I el año 1592, es una visita ineludible por su condición de joya histórica y arquitectónica, insertada además en el corazón turístico de la capital. Dentro del recinto se puede ver la curiosa mezcla de los jóvenes estudiantes enrolados en sus cursos académicos y los turistas que buscan ante todo la biblioteca.

La sobria fachada del Trinity College está coronada por un reloj azul brillante que simboliza el tiempo antiguo y el moderno. Una vez dentro del recinto hay que cruzar los parterres cuadrados de césped para llegar a la Biblioteca Antigua, depositaria de más de 200.000 manuscritos. Su sala principal, la Long Room, de 645 metros de punta a punta, encierra tesoros como el Libro de Kells, una de las copias de los Evangelios mejor preservadas del mundo, que fue escrita en el siglo IX; o el arpa Brian Boru, la más antigua que se conserva en Irlanda, del siglo XIV. Fuera ya de la biblioteca, es fácil perderse por el Trinity College contemplando otros edificios del siglo XVIII y XIX que enmarcan su perímetro o el Campanile del porche central.

Foto: Sir James

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Museo de los escritores

Muy cerca del Museo de los Escritores, una estatua de Joyce recuerda al autor que retrató a sus con ciudadanos en Dublinenes (1914), aunque su consagración definitiva le llegó con Ulises (1922). En este libro narra las peripecias en Dublín de su protagonista principal, Leopold Bloom, a lo largo del 16 de junio de 1904. Desde entonces, los seguidores del escritor celebran ese día el Bloomsday, siguiendo sus mismos pasos por la ciudad.

Tras este broche literario, se impone una última mirada al río Liffey desde la antigua sede de aduanas, la neoclásica Custom House. Desde ahí se contempla el río corriendo hacia su desembocadura, en la costa este de Irlanda.

Foto: Turismo de Irlanda

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Castillo de Dublín

Christ Church comparte vecindario con esta fortaleza de origen vikingo en el sector más antiguo de la capital. A los dublineses no les fascina este edificio, cuya última remodelación fue realizada en el siglo XVII. El motivo es que fue la sede del gobierno británico hasta la independencia del país en 1922. Un museo relata la historia del castillo.

Foto: Turismo de Irlanda

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Catedral de St. Patrick

La singladura histórica de Irlanda está marcada por el catolicismo. Paso obligado para entender esa huella es la catedral de Saint Patrick, emplazada al oeste de St Stephen’s Green y en el lugar donde el santo patrón de Irlanda bautizó a los conversos en el año 450. La capilla de madera original fue sometida, desde el siglo XII, a varias reconstrucciones que perfilaron la actual fachada victoriana y el interior gótico, atravesado por una nave que protege uno de los mayores órganos del país. El templo contiene retratos de irlandeses tan prominentes como Jonathan Swift, otro destacado escritor dublinés, autor de la novela Los Viajes de Gulliver, publicada en 1726.

Foto: Gtres

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Temple Bar

Cuando cae el día es el mejor momento para desplazarse a la cercana orilla sur del Liffey y disfrutar de una velada musical en los locales de la zona de Temple Bar, la más animada de Dublín. Irlanda es tierra de músicos, desde los acordes tradicionales celtas que resuenan en los pubs hasta bandas contemporáneas como U2. También es la inventora de una cerveza famosa en todo el planeta. El Guinness Storehouse, al oeste, relata en visitas comentadas la historia del imperio fundado por Arthur Guinness en 1759, así como los secretos en el proceso de elaboración de este líquido marrón que los expertos aseguran debe degustarse tibio.

Foto: Wilson44691

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Molly Malone

Saliendo del Trinity College por su puerta principal y girando a la izquierda, se encuentra el inicio de la arteria comercial de Dublín, Grafton Street, que destaca por la efervescencia de sus tiendas, cafés y restaurantes cada día más cosmopolitas. Los dublineses abarrotan durante el fin de semana esta calle peatonal, donde se erige la estatua de toda una leyenda irlandesa, Molly Malone, una pescadera del siglo XVII que, real o de ficción, inspiró una canción que se ha convertido en himno oficioso del país.

El enjambre humano de Grafton Street acaba desembocando en el remanso de paz que se abre en el parque de St Stephen’s Green, con su arbolado y parterres en torno a un lago ornamental. Este jardín urbano se convirtió en el lugar de moda del Dublín del siglo XVIII, época de la que datan las elegantes mansiones que hay en sus alrededores.

El carácter abierto de los irlandeses se manifiesta con generosidad en su capital. Dublín, una ciudad tan diversa en atracciones como accesible para el visitante ávido por descubrir sus barrios y recorrer la sucesión de puentes sobre el río Liffey, que la divide en dos mitades. Depositaria del legado cultural de Irlanda, prolífica en museos y en edificios históricos, la capital despliega además una vasta oferta de ocio, comercio y cultura por el entramado de sus calles y plazas de perfil georgiano.Y todo situado a distancias más que razonables entre sí, jalonadas por pubs centenarios que siguen cultivando la tradición musical del pueblo celta, junto a la perenne afición de los dublineses por una pinta de cerveza. Como añadidura, el modesto tamaño de Irlanda no se corresponde con las dimensiones de su acervo literario, del que Dublín es el epicentro.