Decía Tucídides que los pueblos mediterráneos empezaron a salir de la barbarie cuando aprendieron a cultivar la viña y la olivera. Gilgamesh, Jamshid, Ra, Osiris, Dioniso —Baco para los romanos—, Noé: todas las civilizaciones y proselitismos varios han tenido mitos, héroes, reyes o dioses que se han topado con la viña en algún momento. Dioniso —y sus sátiros, silenos, ninfas y ménades— es uno de ellos. Exprimiendo la esencia de su mito, o mejor si se prensa por atender a la etimología vinícola, queda como resultado el ciclo y la celebración de la vida, queda el tan apreciado modo de vida mediterráneo.
A priori, no es fácil relacionar a Dioniso con las comarcas del Empordà más allá del vino y de la viña como metáfora de la existencia; en sus viajes el dios del vino nunca llegó hasta estas tierras. Pero observando detenidamente el sello de la D. O. Empordà se puede ver la imagen de una barca bajo un viñedo, una interpretación vectorial de la cílica o kylix de Dioniso, obra que el pintor y ceramista Exekias pintó en Atenas allá por el siglo VI a.C.