Algo tiene San Sebastián que ejerce de poderoso imán. Tradicional y cosmopolita a la vez, la ciudad atrapa con su bahía abierta, su entrañable Parte Vieja y el elegante Ensanche. Este 2016 es la Capital Europea de la Cultura, lo que significa que a sus encantos se añade una programación repleta de eventos.
Dos centinelas protegen la ciudad de los envites del Cantábrico y crean la media luna que es la bahía de La Concha: los montes Urgull e Igeldo. El flamante Paseo Nuevo circunda el primero y pasa junto a la Construcción vacía de Jorge Oteiza (1908-2003), una escultura de acero y seis metros de alto que parece otear el horizonte. A continuación se halla el puerto, que cobija el Museo Naval y el Aquarium, éste abierto en 1928 y hoy uno de los más modernos que hay en España.
Callejeando por el centro
Desde estos muelles se accede fácilmente a la Parte Vieja de Donostia que, hasta 1863, fue un recinto amurallado. Por callejuelas peatonales se llega a la plaza de la Constitución. Antes era un coso taurino, como atestiguan los números de los balcones, y hoy es el escenario de multitud de celebraciones.
Sin andar mucho llegamos a las dos iglesias más antiguas: San Vicente, con la escultura La Piedad de Jorge Oteiza en la fachada y en el interior dos retablos románicos; y la barroca Santa María, en la calle Mayor. Y cerca, en la plaza Zuloaga, se contempla una de las intervenciones arquitectónicas más atractivas, el Museo de San Telmo, dedicado a la cultura vasca y ubicado en un convento del XVI rehabilitado.
El río Urumea lo cruzan seis puentes que unen el núcleo histórico con el barrio de Gros
Por detrás de la Parte Vieja, donde se concentran algunos de los fogones más reputados del país y tabernas tradicionales que ofrecen pintxos y guisos caseros, fluye el río Urumea, con seis puentes que unen el núcleo histórico con el barrio de Gros. Lo cruzamos por el Zurriola para acercarnos a uno de los iconos de la ciudad: los cubos de cristal que Rafael Moneo ideó para el Kursaal, el Palacio de Congresos, que tiene como telón de fondo la playa de Zurriola, idónea para el surf.
Regresamos al centro por el puente de María Cristina, con una decoración belle époque que traslada a otro momento de esplendor de la ciudad. Se llega a la plaza Oquendo, donde está el Teatro Victoria Eugenia. Reformado con la última tecnología, acoge las galas del veterano festival de cine donostiarra, que en 2014 celebra su 62ª edición. A poca distancia se alcanza el Ayuntamiento, otro ejemplo belle époque conservado en la ciudad. El edificio fue hasta 1924 el Gran Casino, con sus salas de juegos y la de baile, que hoy hace las veces de Salón de Plenos.
En línea recta por la calle Hernani acabamos topando con la esbelta catedral del Buen Pastor (1897), cuya torre neogótica se alza por encima de la ciudad. Desde la plaza que preside y siguiendo por la calle de San Martín, se llega a la playa de La Concha, cuyo elegante paseo tanto se identifica con la ciudad. Justo en el centro tiene el balneario La Perla del Océano. Este moderno centro de talasoterapia fue creado en 1912 cuando la familia real española eligió San Sebastián como destino de sus vacaciones.
Las mejores vistas
La playa de La Concha se convierte en la de Ondarreta casi sin transición, solo separada por el promontorio del Pico del Loro. Sobre ella se erige el Palacio de Miramar (1893), un edificio neogótico con jardines, que recuerda a las mansiones inglesas y que también fue edificado para la familia real.
Llegamos al monte Igeldo, el otro centinela de la ciudad, que se alza al final de la playa de Ondarreta. En lo alto preserva un parque de atracciones encantador que data de inicios del siglo XX. Para subir, nada mejor que tomar el funicular de la misma época y que sale de una estación de estilo art déco.
Tres estructuras de hierro engarzadas en las rocas, con el aire soplando por siete agujeros que se abren en el suelo y componiendo melodías
Este paseo se iniciaba en el monte Urgull junto a la Construcción vacía de Oteiza y finaliza en el Igeldo donde está el Peine del viento, la gran obra de Eduardo Chillida (1924-2002) y del arquitecto Luís Peña Ganchegui (1926-2009). En un día de oleaje, la imagen es impactante: tres estructuras de hierro engarzadas en las rocas, con el aire soplando por siete agujeros que se abren en el suelo y componiendo melodías como si de un órgano se tratase. Desde allí, La Concha y la ciudad entera de San Sebastián adquieren una belleza singular, y uno solo piensa en cuándo regresará.
MÁS INFORMACIÓN
Cómo llegar y desplazarse: El aeropuerto queda 22 km al norte de San Sebastián; conecta con el centro por un servicio de autobús. La San Sebastián Card, para 3 o 5 días, ofrece acceso gratis al transporte público y otros beneficios.
Turismo de San Sebastián