Puede ser que las playas salvajes cumplan con el ideal playero con el que se sueña para unas vacaciones idílicas. Pero en la mayoría de los veranos de nuestras infancias, que son los que se recuerdan más intensamente, hay una playa y un toldo, un chiringuito donde pedir un granizado o un helado, vendedores ambulantes, tumbonas, sillas y mesas plegables, la nevera con la sandía. En la mayoría de las playas de los veranos de nuestras infancias se jugaba a palas y se cabalgaban olas en una colchoneta inflada. No había móviles, ni redes sociales, por supuesto, pero sí radios y música de todo tipo. Los abuelos se dedicaban a hacer crucigramas como si con aquello pudieran resolver todos los problemas del país y las abuelas controlaban que se respetara la hora de la siesta con disciplina casi militar.
Sí, en aquellos veranos felices, la mayoría de las playas eran urbanas, había un apartamento a pocos pasos al que ir tras la larga jornada, donde se colgaban las toallas y los bañadores en una terraza a que se secaran para el día siguiente. Esas son las ventajas de las playas urbanas, que son céntricas, que son fáciles de llegar, que tienen todos los servicios necesarios y que, además, tienen todo el ambiente para el perfecto plan “after sun”. Con tantos kilómetros de costa entre los que buscar, es fácil hacer una buena selección con las mejores playas urbanas de España.