Dispersa entre 14 islas conectadas por medio centenar de puentes, ferrys y barcazas de todo tipo, la capital sueca suele recibir el apelativo de belleza sobre el agua común a todas las ciudades con canales, pero casi que el apelativo debería ser otro, al menos en verano, cuando las horas de sol se estiran casi hasta rozar lo mágico y los días son tan largos que dan para vivir varias vidas a la vez. Así son los veranos en Estocolmo, la gran metrópolis del Báltico: una vibración alegre que se nota en todos los poros de la piel y en la masiva ocupación (largamente esperada durante los meses de invierno) de los espacios públicos.