Estonia es uno de esos países de los que solo se oye hablar en Eurovisión. Curiosamente, y pese a su discreción, se trata de un país pionero en muchos aspectos, pues, estadísticamente, es el país menos religioso del mundo y el que tiene el internet más libre de todos. Hay quienes lo consideran el Silicon Valley europeo, ya que, por ejemplo, la empresa Skype nació, allá por el 2003, en Tallin, su capital. Y todo ello sin olvidar de que se trata de una nación que hace tan solo treinta años pertenecía a la Unión Soviética.
Actualmente, casi el 99 por ciento de las acciones que tienen que ver con la Administración Pública se puede llevar a cabo online. Los estonios presumen de vivir en un “país electrónico”. Y no les faltan motivos. Tienen WiFi público en casi todo el territorio nacional y tan solo necesitan conectarse a la red para poder renovar su pasaporte, acceder a su historial médico, crear una empresa e, incluso, votar en las elecciones presidenciales. No solo eso, sino que también existe la residencia virtual: cualquier persona del mundo, independientemente de dónde esté, puede solicitar un permiso de residencia y convertirse en ciudadano virtual de Estonia.
Estonia es el único lugar del mundo donde el acceso a internet está garantizado como un derecho por la constitución.
En el imaginario del viajero, y con mucha razón, Estonia es el decorado ideal para un cuento de hadas. Plagado de verdes bosques, escarpados acantilados, suaves colinas, tierras pantanosas, inmensos lagos y ciudades de aspecto medieval. A su misma vez, Estonia es el único lugar del mundo donde el acceso a internet está garantizado como un derecho por la constitución. En un contexto así es fácil imaginarse a la pequeña Caperucita usando Google Maps para no perderse por el bosque de camino a casa de su abuelita, o a los hermanos Hänsel y Gretel dejando una reseña negativa en Tripadvisor a la Casita de Chocolate. Ya que E-stonia -así se la conoce- vive constantemente conectada, tanto es así que cualquiera puede navegar por internet paseando por cualquiera de sus muchas maravillas naturales y urbanas. Lo cual es una suerte, ya que, vayas donde vayas, Estonia tiene mucho que ofrecer. Y es que aquí desconectar no es sinónimo de desconexión.