El archipiélago de Fernando de Noronha, famoso entre los brasileños como paraíso de luna de miel, es uno de los santuarios marinos mejor conservados del Atlántico Sur. Se localiza en el estado de Pernambuco, allí donde Sudamérica parece que se estira para apuntar hacia África. Y aunque casi 400 km lo separan de la costa continental, el viajero que llega por primera vez siente como si hubiera llegado a otro mundo: un paraíso de playas y fondos de gran valor medioambiental, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y regulado por una normativa que limita el número de visitantes y las actividades que pueden realizarse además de gravar las visitas con una tasa ecológica.