El sur de Túnez es un espléndido destino en fechas navideñas. La celebración de los grandes festivales del desierto es uno de sus principales reclamos, que se suma a unas agradables temperaturas y al exotismo y belleza de su paisaje de dunas interminables, oasis con palmerales y pueblos trogloditas. La ciudad de Tozeur es el mayor de los oasis tunecinos. Cada mes de diciembre celebra una fiesta de origen nómada donde no faltan carreras de camellos, desfiles, degustaciones de las delicias gastronómicas tradicionales, obras de teatro, declamación de poemas... Durante el Festival Internacional de los Oasis (del 22 al 27 de diciembre), Tozeur se llena de música y actuaciones en un homenaje a los pueblos nómadas que ancestralmente se han detenido en este lugar para reposar e intercambiar mercancías, para compartir.
Deliciosos dátiles
En esos días la ciudad se ve tomada por miles de visitantes que aprovechan la ocasión para descubrir sus calles laberínticas y edificios de ladrillo, su zoco repleto de maravillas y visitar el inmenso palmeral que la rodea. Es un buen momento para asistir a la recogida de dátiles que, según afirman, son los mejores del mundo, y, cómo no, probarlos. Y con el sabor intensamente dulce de este fruto dejarse llevar por los cánticos y la fiesta.
Antiguas caravanas
A unas dos horas en coche de Tozeur se hala Douz. Hay que cruzar el gran Chott el Jerid en un viaje espectacular a través de una única carretera rodeada por un mar de sal que se extiende hasta el infinito. Y llegamos a Douz, la puerta del desierto, que en estas fechas acoge la 47ª edición (del 25 al 27 de diciembre) del Festival Internacional del Sáhara, donde se muestran las tradiciones y las costumbres de los beduinos. El festival constituye una magnífica oportunidad para conocer mejor este enclave que antaño era uno de los puntos estratégicos en las rutas comerciales del Sáhara. Entre los siglos VIII y XVI, caravanas de miles de camellos, denominadas “barcos del desierto” atravesaban el mar de dunas con sus cargamentos de oro, sal y especias. Los días del festival, los beduinos vuelven a instalarse con sus magníficas tiendas, se celebran bodas bereberes en las que se lucen espléndidos trajes y joyas típicas, se organizan carreras de salukis -los galgos del norte de África- y se muestran espectáculos con majestuosos caballos árabes. Música, danzas y poesía, ésta última celebrada con una apasionante competición.
Miradas al desierto
Desde Douz se abre un mundo apasionante que invita a proseguir el viaje por el sur de Túnez: Matmata, con sus casas excavadas en la roca, el Ksar Ghillane, orillando el desierto, y la espléndida ciudad bereber de Chenini entre muchas otras maravillas.