El cabo que apunta a la antártida

El Finisterre africano: viaje al mítico confín de África

Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, es el inicio de una ruta que bordea la costa atlántica encadenando playas y pequeñas poblaciones hasta alcanzar el legendario cabo de Buena Esperanza.

La ruta por la Península del Cabo puede ocupar un día entero, pero deberían dedicarse dos o tres para disfrutar con calma de sus arenales, surfear, contemplar aves sobrevolando los acantilados o andar hasta el faro que señala el último cabo de la costa atlántica africana.

Península del Cabo

Foto: istock

Alcanzar el confín de África no es un mero trámite, por mucho que ahora se pueda hacer por carretera y ya no sea obligado salvar a vela el encontronazo entre las corrientes frías del Atlántico y las cálidas del Índico.

Y aunque la punta más meridional del continente sea el cabo Agulhas, el más legendario será siempre el de Buena Esperanza. En realidad Bartolomé Díaz lo bautizó como cabo de las Tormentas cuando lo dobló en 1488, pero al rey portugués le pareció un nombre de mal agüero para sus expediciones marítimas.

Cabo de Buena Esperanza
Foto: istock

Hoy en día recorrer la Península del Cabo en coche es una de las rutas panorámicas más atractivas de Sudáfrica y también de las más interesantes en cuanto a biodiversidad. Se adentra 75 km en el océano y casi todo su territorio (incluida la punta de Buena Esperanza y su vecino Cape Point), pertenece al Parque Nacional Table Mountain

Table Mountain
Foto: Shutterstock

Desde Ciudad del Cabo

Esta montaña de cumbre plana se eleva sobre Ciudad del Cabo y permite contemplar la cresta montañosa que se extiende a lo largo de toda la península. Es una primera etapa espectacular, además de un contraste al bullicio que se congrega en torno al paseo marítimo del Waterfront y al cosmopolita museo Mocaa.

Table Mountain
Foto: iStock

Las cumbres redondeadas de los Doce Apóstoles inauguran la ristra de elevaciones y acantilados que irán ribeteando la ruta. Esta pared rojiza protege del viento al núcleo de Camps Bay, donde abundan restaurantes de pescado y bares asomados a una playa siempre animada. 

El descenso por la orilla oeste va encadenando bahías y antiguas poblaciones pesqueras transformadas en enclaves surfistas en los que se respira una calma difícil de hallar en Ciudad del Cabo.

 

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La carretera del fin del mundo

Por ejemplo, Sandy Bay, con sus gigantescos bolos de granito, o la mucho más amplia Hout Bay, desde la que se divisa el recorrido de la carretera más peligrosa de la península: la Chapman's Peak Drive. Inaugurada en 1922 y de peaje desde 2005, tiene 9 km de longitud y 114 curvas cerradas que salvan los acantilados que se interponen entre Hout Bay y Noordhoek.

Long Beach
Foto: Sandra Martín

Al girar la última curva de la carretera Chapman, el arenal blanco de Long Beach se extiende hasta donde alcanza la vista. Es un área célebre para realizar rutas a caballo y largas caminatas a pie por la playa... cuando no sopla el viento. Simon's Town es la población más destacada de la Península del Cabo. Con sus modestas dimensiones y sus porches de estilo victoriano, no ha perdido el encanto del coqueto puerto que fundaron los británicos a inicios del siglo XIX. 

Observar Pingüinos

Tuvo una vez una factoría pesquera, pero se cerró para proteger la colonia de pingüino africano que en 1983 se había instalado en Boulders Beach procedente de la isla de Dyer. Hoy esta playa de arena blanca y bloques de granito pulido es un santuario para esta ave en peligro de extinción que ya solo habita en algún tramo de costa de Namibia y en el litoral sur de Sudáfrica.

Boulders Beach
Foto: istock

A medida que nos aproximamos a Cape Point, aumentan las posibilidades de avistar avestruces caminando junto a la carretera, elands pastando distraídamente o babuínos escabulléndose entre los arbustos. Un gran marco de metal junto a una playa de cantos encuadra las fotografías de los turistas que llegan hasta el cabo de Buena Esperanza y desean dejar inmortalizado el momento. Sin embargo, las mejores imágenes serán sin duda las que se consigan desde los miradores del faro de Cape Point.

Cabo de Buena Esperanza
Foto: stock

Desde el punto de información, un pequeño funicular salva la empinada subida hasta el faro; el sendero se puede tomar de bajada, mucho más recomendable en pleno verano. Desde lo alto de este acantilado, es tentador entrecerrar los ojos en un intento por  divisar la Antártida a lo lejos o (quién sabe) distinguir la sombra del Holandés Errante, el velero fantasma que desde el siglo XVII vaga por estas aguas con su tripulación cadáver.