Suiza está hecha de nieve, de lagos y de picos cubiertos de un permanente manto blanco. Su idiosincrasia la conforman sus tradiciones históricas, una rica cultura, ciudades alpinas, cosmopolitas y modernas, y, por supuesto, la cálida hospitalidad que exhiben sus habitantes.
Pero además, los viajeros que ponen su pies en territorio suizo tienen la oportunidad de conocer uno de los platos estrella del país: la fondue. Se trata de una pieza de la gastronomía muy arraigada al pasado, pues se ha probado su existencia en fechas previas a la creación de la Confederación Helvética (1848). Sin embargo, no hay consenso entre los expertos, pues unos hablan de una receta original de 1699 y otros de 1825.
Sea como fuere, la receta del plato que une los paladares de todos los suizos es una combinación de sabores y aromas únicos. Los pastores alpinos ya la preparaban creando una mezcla de queso y vino en la que luego mojaban el pan. Los quesos con los que se prepara -el Vacherin Mont-d'Or y el Gruyère- son producidos a partir de las vacas que pastan libremente en los prados y que aseguran el uso de un producto nacional de alta calidad. El resultado se puede saborear de muchas maneras diferentes, pero siguiendo las costumbres aprendidas en el país, lo más importante es rodearse de buena compañía.