Dicen los gallegos que la lluvia es arte y que la piedra realza su esplendor con las gotas de agua. Algo de verdad hay en ello pues la Galicia otoñal se vuelve todavía más fragante y atractiva. Los bosques que conservan las especies autóctonas multiplican sus matices en esta época del año, cuando robles y castaños pierden sus hojas y la tierra se cubre de un manto entre dorado y rojizo que contrasta con el verde intenso de los laureles y acebos.
Seguir cualquiera de las rutas señalizadas que atraviesan el parque es un placer para los aficionados al senderismo. Como también lo es visitar los monasterios situados en los límites de la reserva. El camino a San Xoan de Caaveiro, fundado el año 936, es un buen ejemplo. El itinerario que conduce hasta este monasterio se inicia en el Centro de Interpretación que hay entrando en As Fragas por la carretera que llega desde Pontedeume, pueblo emplazado a 14 km; en Monfera hay otra oficina del parque.