Cerdanya: Pirineos para todos los públicos
Al abrigo de los Pirineos orientales, la Cerdanya es una comarca cruzada por el río Segre y sembrada de prados y pueblos que parecen dispuestos para que los artistas los inmortalicen. Destaca por albergar un paisaje diverso, con cimas de casi 3000 m que la protegen por el norte (Puigpedrós, Carlit, Pimorent...) y por el sur (Cadí, Moixeró y Puigmal), bosques de pinos y abetos, y lagos glaciares en las zonas más altas. Algunas de estas montañas alcanzan comarcas vecinas, como las sierras de Cadí y Moixeró, declaradas parque natural y con infinitas posibilidades de excursiones.
Puigcerdà, la capital de la comarca, es un buen inicio de ruta. El núcleo antiguo (Vila Vella) se agrupa en torno a la calle Major y la torre-campanario de la iglesia románica de Santa María. Un rincón especialmente atractivo es el lago situado en la parte alta de la ciudad. A inicios del XIX era una ciénaga, pero, antes de que acabara el siglo, la burguesía barcelonesa había embellecido el paraje con hermoss villas como segunda residencia.
A 7 km se halla la bella Llívia, un pueblo que quedó en territorio francés con el Tratado de los Pirineos de 1659. Sus calles en pendiente conducen a la iglesia fortificada de Nostra Senyora dels Àngels y a la Farmacia Esteve (siglo XV), una de las más antiguas de Europa. El río Segre acompaña carreteras secundarias que llevan a pueblos aislados como Saneja y Guils de Cerdanya, cuyas casas de piedra, tejados de pizarra y balcones de madera se apiñan alrededor de las iglesias románicas de Sant Vicens y Sant Esteve, respectivamente. No son las únicas muestras de románico del valle, que también pervive en Talló, Bor o Meranges, donde se descubren pequeños templos que son obras de arte.
La apertura del túnel del Cadí en 1984 impulsó el desarrollo de las estaciones de esquí de La Molina y La Masella, que en verano se convierten en destino de caminantes. Ambas están cerca de Alp, pueblo con calles empedradas y plazoletas a las que se abren restaurantes típicos. Otra etapa destacada es Bellver, aupada sobre una colina a orillas del Segre, que nació para defender el Camí Reial, la senda medieval que unía el rico condado de Urgell y Francia, y que hoy puede recorrerse a pie y en bicicleta. También está lleno de encanto Martinet (10 km), donde el Segre gana ímpetu y se estrecha; un desvío a las afueras acerca a los coquetos Músser y Lles de Cerdanya, con pistas de esquí nórdico que, fuera de temporada, se llenan de aficionados a la bicicleta y a las excursiones de montaña