La floración de la lavanda, que en verano tiñe la Alcarria de violeta, es un pretexto ideal para descubrir los parajes naturales de una provincia característica por sus hoces caprichosas con lagunas color turquesa. El altiplano de Guadalajara, visto desde la única autovía que lo atraviesa, muestra una cara áspera, curtida por los fríos y calores extremos. Pero basta con desviarse por alguna carretera secundaria para descubrir cómo un terreno que parecía la piel tensa de un tambor se quiebra con apenas tocarlo y, al asomarnos por sus grietas, aparecen bosques frondosos donde impera la ley del agua.