Grand Central Terminal, la estación más emblemática de Nueva York

Hito de la modernidad, esta estación es uno de los iconos de Nueva York que corrió el peligro de desaparecer tras la II Guerra Mundial

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Foto: Courtesy of Grand Central Terminal

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Grand Central Depot

Así lucía la estación de trenes en sus inicios, cuando las tres torres representaban cada una de las líneas que operaban en Grand Central. 

Foto: Courtesy of Grand Central Terminal

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Exteriores de Grand Central Terminal

Esta imagen corresponde a la nueva estación Grand Central Terminal reformada en 1913. En ella se puede ver su nueva planta cuadrada, sus dos niveles, así como el reloj Tiffany de su entrada principal. 

Foto: Grand Central Terminal

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Imagen antigua del hall principal

Los interiores de la Grand Central Terminal también cuentan con una oficina de objetos perdidos considerada como una de las más eficientes de Estados Unidos, pues más de la mitad de los artículos son devueltos a sus propietarios. 

Foto: Gtres

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Luz en Grand Central Terminal

Esta imagen de la estación corresponde a 1954 y muestra cómo la luz se cuela por los grandes ventanales de Grand Central Terminal durante el día. 

Foto: Courtesy of Grand Central Terminal

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Interiores de Grand Central

Pasajeros esperan en el punto de información de Grand Central, la estación de trenes más concurrida de Nueva York. 

Foto: Grand Central Terminal

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Reloj Tiffany en la fecha de la estación

La fachada de Gran Central Terminal está coronada por una escultura llamada La gloria del comercio, en ella está representada Minerva, Mercurio y Hércules. Justo debajo se halla el afamado reloj Tiffany, el más grande de sus características.

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Calle 42

El conjunto escultórico La gloria del comercio se puede ver en la fachada principal, en la calle 42.

grandcentralterminal.com

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El Gran Reloj

Desde hace un siglo este emblemático reloj de cuatro caras ha sido el punto de encuentro habitual de muchos neoyorquinos. Construido en ópalo, este reloj se caracteriza por su exactitud, pues está conectado con el reloj atómico del observatorio naval de Bethesda, en Maryland, 

Foto: Grand Central Terminal

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El popular reloj de la estación

Al contrario que el resto de los relojes de la estación, está reloj da la hora exacta y no está adelantado un minuto para evitar que los pasajeros pierdan su tren. 

Foto: Grand Central Terminal

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Interiores del Vanderbilt Hall

El nombre de Vanderbilt corresponde al apellido de Cornelius, el propietario de tres de las líneas de tren que decidió mejorar sus conexiones levantando una estación: Grand Central Depot. 

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Vanderbilt Hall

750.000 personas pasan a diario por el gran vestíbulo de la terminal donde se puede admirar la bella cúpula estrellada y los lucernarios laterales.

Foto: Grand Central Terminal

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Lámpara de Gran Central Terminal

En el vestíbulo principal de la estación hay hasta 10 lámparas de araña doradas. Cada una de ellas tiene 110 bombillas. 

Foto: Grand Central Terminal

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Galería de los susurros

Situada cerca del vestíbulo de los restaurantes, esta galería es conocida porque las palabras que uno susurra en su interior hacen eco y se pueden oír en la otra parte del túnel. 

Foto: Grand Central Terminal

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Exposición de trenes

Esta maqueta de trenes es uno de los grandes atractivos de la estación, pues reproduce un paseo en este medio de transporte alrededor de los edificios más emblemáticos de la ciudad. La exhibición está disponible cada invierno en el New York Transit Museum, entre los meses de noviembre y febrero. 

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Restaurante Oysters

Este histórico y clásico local es uno de los más antiguos de la estación.

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Arte

Varios artistas han plasmado en sus obras la importancia de la Grand Central Terminal. En la imagen, una obra de Pop Chart Lab.

Foto: Grand Central Terminal

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Puesto de comida dentro de la estación

Grand Central Terminal cuenta con diferentes restaurantes y cafeterías repartidas por la estación donde comer desde un suculento plato, hasta una hamburguesa o un sándwich rápido. 

Foto: Grand Central Terminal

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Dining Concourse

El vestíbulo de comidas se encuentra situado en el sótano de la estación. En él hay más de 20 restaurantes y cafeterías, algunas tan conocidas como Magnolia Bakery o Shake Shack. 

Foto: Grand Central Terminal

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Michael Jordan's The Steak House N.Y.C.

Nombrado en honor a la estrella de baloncesto norteamericana Michael Jordan, este restaurante especializado en carnes es conocido por su cuidada decoración y por estar ambientado en un antiguo tren de pasajeros. 

Foto: Grand Central Terminal

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Grand Central Market

La entrada de Lexington Avenue da directamente al mercado de la estación, donde se ubican numerosos puestos de verdura, quesos, dulces, conservas o comida para llevar. 

Foto: Grand Central Terminal

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Lexington Passage

En esta entrada de la Grand Central Terminal es donde se encuentran la mayor parte de las tiendas de ropa, complementos, así como el mercado. 

Foto: Grand Central Terminal

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Vanderbilt Tennis Club

La estación también cuenta con una pista de tenis que fue agregada en 1960 y que actualmente es propiedad de Donald Trump. En ella, además de que se imparten clases para jóvenes y adultos, también se han disputado grandes partidos. 

La imagen que hoy luce en Grand Central Terminal corresponde a la última reforma de 1998. Un momento clave en la historia de esta estación que, tras su declive tras la Segunda Guerra Mundial, debido al aumento de los turismos y de las compañías aéreas, estuvo a punto de ser demolida para convertirse en un edificio de oficinas. Gracias a la presión realizada por la Comisión para la Preservación de los Monumentos Históricos de Nueva York, Grand Central Terminal ha sobrevivido al paso del tiempo convirtiéndose en uno de los iconos de Manhattan.

Para conocer su historia habrá que remontarse a mediados del siglo XIX, cuando Nueva York contaba con cuatro rutas de tren que conectaban el norte con el este de la isla: Hudson River, New York Central, New York - Harlem, y New York - New Haven, todas ellas con trenes a vapor. Su desarrollo propició la expansión de la ciudad, mejoró las vías comerciales y la circulación de pasajeros. El único problema es que, con el aumento de los servicios, la contaminación comenzaba a preocupar a la población.

La primera medida que se tomó al respecto fue limitar la entrada de las locomotoras al centro de la ciudad, por lo que todas ellas debían de parar en la calle 42. Aquellos pasajeros que quisieran llegar hasta el sur tendrían que hacerlo con el servicio de caballos. El propietario de las tres primeras líneas, Cornelius Vanderbilt - un empresario americano conocido como el Comodoro y que se hizo millonario gracias al ferrocarril - decidió que para coordinar los servicios y ahorrar dinero lo mejor sería construir una parada común para todos los trenes. En 1871 se inauguraba Grand Central Depot, un edificio compuesto por tres torres que correspondían a cada una de sus vías.

La gran obra arquitectónica finalizó en 1913, momento en el que su nombre es sustituido por el de Grand Central Terminal

La prohibición del vapor no fue un impedimento para Vanderbilt, quien pronto vería crecer su servicio y se vería obligado a agrandar la estación. La primera reforma se realizaría en 1901 y se haría llamar Grand Central Station, nombre por el que aún la siguen llamando los locales. El nuevo edificio tendría pocos meses de vida. Un año después, el trágico accidente ocurrido en el túnel de Park Avenue, en el que dos trenes chocaron a causa del humo de las locomotoras, hizo que las autoridades neoyorkinas prohibiesen definitivamente los trenes a vapor dentro de la ciudad. La única solución era crear un sistema eléctrico, aunque para ello había que reconstruir completamente la estación, así como todo su trazado.

La gran obra arquitectónica comenzó en 1903 y finalizó diez años más tarde, momento en el que su nombre fue sustituido por el de Grand Central Terminal, con dos niveles subterráneos. El nuevo edificio sirvió como impulso económico de Midtown Manhattan, sobre todo de la calle 42 y Park Avenue, donde se abrieron nuevas tiendas, restaurantes, oficinas y hoteles. Su crecimiento hizo que fuera nombrado como Terminal City, un área de negocios que estaba perfectamente conectada gracias al aumento de las líneas de tren. La estación no era solo una parada, sino que se convirtió en el destino.

Sus dos pisos de vías, los suelos de mármol, las suntuosas lámparas de araña y su cúpula central donde se pintó el zodiaco, causaron sensación entre la población, quienes la consideraron como un símbolo de modernidad y elegancia. Su fachada se decoró con un reloj Tiffany rodeado de las esculturas de Minerva, Mercurio y Hércules. Es el único de toda la estación que marca la hora exacta. Los que se encuentran en su interior están adelantados un minuto para que los pasajeros lleguen a tiempo a su tren. En las diferentes salas se abrieron restaurantes, se organizaron exposiciones de arte, espectáculos, eventos deportivos – gracias a su pista de tenis – y hasta hubo celebraciones de Año Nuevo. Muchas fueron las empresas que se disputaron sus locales. Una de ellas fue la CBS, el canal de televisión estadounidense cuyos estudios estaban en el edificio y quienes emitían en directo desde allí. Fueron los mejores años para el sector del ferrocarril y de Grand Central, que a mediados del siglo XX llegó a registrar más de 65 millones de pasajeros.

A pesar de su crecimiento y popularidad, después de la guerra hubo un descenso de los viajeros que hizo que algunos empresarios pensaran en demoler Grand Central Terminal para convertirlo en un edificio de oficinas. Años duros para el sector ferroviario cuyo tesoro se pudo conservar gracias al apoyo de la Comisión para la Preservación de Monumentos Históricos de Nueva York quienes, tras 10 años de lucha, lograron que en 1998 se realizase su última reforma con el que el complejo volvió adquirir su esplendor de 1913. Para ello, se amplió la zona de compras y de restaurantes, se restauraron las pinturas del techo, se incorporaron más taquillas, ascensores, escaleras mecánicas y rampas para hacerla más accesible.

Hoy, el vestíbulo de Grand Central Terminal es una de las paradas imprescindibles de los viajeros que visitan Nueva York, quienes acuden a admirar la belleza de la estación y a recorrer lo que un día fue el escenario de multitud de películas como Con la muerte en los talones, de Hitchcock; ¡Olvídate de mi! de Michel Gondry; o Armageddon, de Michael Bay, entre otras. En sus exteriores aún luce el monumento a Cornelius Vanderbilt, el responsable de crear la primera estación que acabaría convirtiéndose en uno de los iconos de la ciudad.