las islas Cícladas
Cuando se habla de islas griegas, la primera imagen que viene a la cabeza son las Cícladas y su minimalismo arquitectónico, con casas encaladas e iglesias de cúpulas azules que se reflejan en un mar cristalino. Este es un paisaje de más de 200 ínsulas, surgido de calderas volcánicas y habitado por una de las primeras civilizaciones mediterráneas.
Mikonos, Santorini, Delos y Milos son algunas de las islas más famosas de este archipiélago por sus playas y por los vestigios arqueológicos. En este viaje tan importante será bañarse en sus aguas turquesas como sentarse con calma a degustar la sabrosa cocina local, con particularidades entre una y otra isla.

Foto: istock
Valle de Aosta
El Mont Blanc, el Cervino y las cumbres del parque Gran Paradiso abrazan la región más pequeña de Italia. Situada en el extremo noroeste de la península, entre Francia y Suiza, el Valle de Aosta encarna los Alpes italianos más soberbios.
En esta ruta las etapas imprescindibes son enclaves en los que se podría pasar una vida entera, disfrutando de paisajes que cambian en cada estación y que en verano ofrecen su cara más amable, más abierta a la exploración a través de senderos que cruzan puertos de montaña y ascienden hasta los refugios a más altitud.
Los pueblos del valle destacan también por sus castillos medievales, vestigio de épocas en que esta zona era un lugar estratégico para comunicar la península Itálica con el norte de Europa.

Foto: iStock
Hawái
El archipiélago de Hawái aúna la belleza salvaje de sus paisajes con una policromía de lugares soñados. Tras aterrizar en Oahu, viajamos a Big Island, Maui y Kauai para dejarnos enamorar por sus volcanes siempre en erupción, sus acantilados tapizados de verde y las playas de olas gigantes que dieron origen al deporte del surf.
A pesar de la urbanización de Honolulu, la capital, y del aumento de los resorts hoteleros, Hawái conserva muchos de los mitos que hermanan estas islas con el resto de la Polinesia.

Foto: istock
Costa Verde asturiana
El viaje de oeste a este, desde la ría del Eo hacia Llanes, despierta emociones intensas con sus paisajes salvajes, pueblos pescadores y ciudades de vibrante vida cultural.
La primera etapa son los humedales de la ría del Eo, en la frontera entre Galicia y Asturias, una Reserva de la Biosfera que se complementa con otros parques, como la Reserva de Barayo, Zona Especial de Protección de Aves, o el fabuloso paisaje de los Acantilados del Infierno, una ruta senderista de 5,5 km entre Ribadesella y Guadamía.
La lista de pueblecitos imprescindibles es larguísima: Luarca y Cudillero, con su puerto y villas indianas; el antiguo puerto ballenero de Llastres; o Tazones, famosa por su azabache. Avilés y Gijón aparecen en el viaje como un contrapunto urbano tan necesario para el alma como la bella playa de Torimbia lo es para la vista.

Foto: istock
Oslo, vanguardia vikinga
Recorrer la capital noruega a través de estos tres paseos permite descubrir todas las caras de una ciudad de gran tradición exploradora y navegante, urbanismo ordenado, modestos edificios modernistas y una conciencia ecológica pionera en Europa.
La ruta por el corazón de la ciudad empieza en la calle Karl Johan, eje comercial, alcanza el Ayuntamiento con su vestíbulo decorado con murales y los jardines del Palacio Real.

Foto: istock
El itinerario por los iconos del pasado noruego comienza en la fortaleza Akershus (con vistas espléndidas) y acaba en la península de Bygdøy donde se hallan los museos de la Kon Tiki, el navío Fram y el de los Vikingos, además del Folklórico. Este paseo incluye también la renovada zona portuaria de Stranden y el museo de arte contemporáneo Astrup Fearnley.
El tercer itinerario empieza en el distrito de Bjørvika, donde se localizan la Ópera, el Museo Munch y la biblioteca Deichman. La visita al parque de esculturas Vigeland y a la colina Ekeberg permiten alejarse del centro y contemplar Oslo desde otra perspectiva.

Foto: istock
Caribe de Colombia
Cartagena de Indias es la fascinante puerta de entrada al Caribe colombiano, donde la belleza arquitectónica y la exuberancia natural se funden con el universo literario de Gabriel García Márquez. En este viaje se descubren los paisajes del Parque Nacional Tayrona, con playas de aguas turquesas y la selvática Sierra de Santa Marta.
En Cartagena de Indias hay que perderse por el casco histórico, las murallas y el barrio de Getsemaní, bañarse en la bonita Playa Blanca y releer a García Márquez.
Las Islas del Rosario, un fabuloso destino de buceo, quedan a poca distancia, pero serán las playas de Santa Marta las que nos permitirán disfrutar del Caribe más puro.
En Barranquilla vale la pena visitar el Museo del Caribe y el Museo de Arte Moderno, que dan una buena idea de la historia y la actividad artística de esta región.
Y los más atrevidos (y en buena forma física) quizá se animen a realizar el trekking de cuatro días a la Ciudad Perdida, un poblado tairona que se localiza en plena Sierra Nevada de Santa Marta.

Foto: istock
Hendaia y Anglet
Una escapada a dos poblaciones a poca distancia de la frontera, bañadas por el Atlántico y con los Pirineos a la espalda, que comparten la pasión por el surf, los paseos junto al mar y la gastronomía kilómetro cero.
Hendaia se estira junto al Bidasoa y la bahía de Txingudi, con el perfil de la vecina Hondarribia siempre a la vista. Cruzar el río Bidasoa por el puente de Santiago en sentido inverso a los peregrinos jacobeos del Camino del Norte es una buena manera de empezar a adentrarse en la costa de Iparralde, el País Vasco francés.
Tras la visita a esta antigua ciudad balnearia, con su castillo neogótico incluido, el frente marítimo de Anglet aporta animación surfista y una relajante cena en el castillo y lago de Brindos.

Foto: istock
Turku, Finlandia
La arquitectura funcionalista de Turku engaña a quien se piense que la naturaleza no existe en este rincón de Finlandia. Desde las torres más altas de su castilo se vislumbra el final del río Aura, así como las numerosas islas que conforman el archipiélago de Turku, unas 20.000.
Pero la ciudad más antigua de Finlandia merece una escapada a fondo. Hasta ella peregrinan miles de finlandeses en busca de sus raíces, grabadas en unas piedras y ladrillos insólitos en un país cuya arquitectura vernácula se cimienta en la madera. Para profundizar en el pasado está el museo Aboa Vetus & Ars Nova y el Castillo. Para conocer su cara más moderna, el sanatorio de Paimio que diseñaron Alvar y Aino Aalto en 1929.