Mucha nieve y 8.000 vacas

Gstaad: la estación de esquí suiza de las estrellas de Hollywood con ADN rural

Aunque la primera impresión al llegar a este destino suizo es la de estar en un pueblo, Gstaad es toda una caja de sorpresas.

Solo es necesario poner un pie en Gstaad, en el suroeste de Suiza, para olvidar que esto, al fin y al cabo, es solo un pueblo. Con casi más vacas que residentes (unos 8.000 de cada), los lugareños continúan llevando a cabo un estilo de vida alejado de los estereotipos más sofisticados, y adinerados, que les rodean: aquí se trabaja por temporadas y la mayoría de familias elaboran su propio queso. No todo iba a ser champagne. Pero, de repente...

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Foto: Suiza Turismo

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...llegó el glamour

Pero es ahora cuando llegan Federer, Valentino, Madonna o George Clooney, amén de otro buen porrón de nombres mucho menos glamurosos pero igualmente ricos, o más, para presentar un destino sesgado por un lujo del que resulta prácticamente imposible escapar. ¿Que por qué la élite mundial ama tanto este lugar? “Aquí hay dinero, mucho, pero sobre todo hay buen gusto y lo que más se valora, discreción”, cuenta Anita Roth-Reuteler, guía local de Gstaad. Y también está el esquí, claro. No en vano, en Suiza se encuentra la mejor estación de esquí del mundo de 2022.

iStock-533097553. El boom del tren

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El boom del tren

El pueblo está en un valle en el corazón del Oberland bernés, rodeado de pendientes suaves y picos escarpados, y aunque Roth-Reuteler no lo comente, los regímenes bancarios y fiscales de Suiza también ayudan. Para entender la historia de este pueblo, que asombrosamente recibe los mismos visitantes en verano que en invierno, “unos 15.000”, hay que remontarse hasta 1913, cuando queda para siempre representado en el mapa con la llegada del tren desde Ginebra. Pero no fue la única alegría para esta población de 8.000 personas donde “hay tantos habitantes como vacas”, destaca la guía, pues es la fundación de Le Rosey, el colegio privado más caro del mundo, seguida de las escuelas John F. Kennedy y Gstaad International, lo que motiva a familias millonarias de todo el mundo a desplazar aquí a sus herederos, desde Rainiero de Mónaco al actual Aga Khan, convirtiendo a Gstaad en lo que todavía es hoy, un imán para la jet set a nivel mundial.

iStock-905072282. La milla (nevada) de oro

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La milla (nevada) de oro

Más de 100 años han pasado desde entonces y en realidad poco, o nada, se ha modificado en un lugar donde los cambios no son demasiado bienvenidos. “El centro de Gstaad es peatonal desde 1997, fuimos el primer lugar de Suiza en conseguirlo tras años de discusiones”, confirma Roth-Reuteler durante un paseo en coche de caballos por el pueblo, vehículo que a pesar de su popularidad y simbología “tampoco está permitido por la calle principal”, matiza. Conocida como la Promenade, esta arteria es todo un escaparate de marcas de lujo que van desde Testa a Louis Vuitton o Patek Philippe, además de cafés o algunas tiendas gourmet desperdigadas por su trazado.

iStock-915169710. Un palaciego palace

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Un palaciego palace

Esta calle es, junto con la espléndida silueta que forma el grandioso Gstaad Palace, la imagen de Gstaad como enclave para los súper ricos y poderosos. Con una posición dominante sobre el valle, este hotel ha dejado de ser un establecimiento de lujo para convertirse en todo un símbolo de esta población suiza. Encaramado en una colina a 1000 metros de altitud, poner un pie aquí es hacerlo en un trozo de historia, no solo de la población, sino de todo el país. Por sus pasillos aún pueden verse numerosos carteles de la belle époque, en los años 50 actuaron aquí figuras como Louise Amstrong o a Ella Fitzgerald y en los 70, Liz Taylor, Roger Moore o Roman Polanski (que vivió en Gstaad su arresto domiciliario), se encontraban entre su fiel clientela. Hoy no resulta complicado ver a Paris Hilton disfrutar de una copa de champagne en el lobby o a pilotos de Fórmula 1, banqueros o jeques ocupando algunas de sus lujosas suites.

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ADN Rural

Pero a pesar de todo, la esencia de Gstaad sigue siendo la de un pueblo. Una mezcla peculiar de  lo que significa tener los pies en la tierra y lo más alejado de la realidad, es algo entre lo casero y made in Hollywood. Las señoras locales tejen alfombras a partir de restos de ropa deshecha y las venden como recuerdos mientras que un Maserati aparca en la puerta de la tienda de quesos más exclusiva de la ciudad, producto tan demandado que hasta existen máquinas de vending para que se pueda seguir comprando cuando el comercio esté cerrado. La arquitectura de Gstaad, plagada de coquetos chalets de madera, tampoco ha evolucionado en años, y si no ha hecho ha sido para dar la bienvenida a más casas que continúan con el estilo alpino en fondo y forma, “la construcción avanza a pesar de que si no eres suizo, no puedes comprar una casa aquí”, confirma Anita Roth-Reuteler, un titular bastante poco congruente en un lugar donde un alto porcentaje de propietarios proceden de fuera del país helvético. Money, money, money…

UltimaGstaad. El último en llegar

Foto: Ultima Gstaad

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El último en llegar

Uno de esos recién llegados chalets es el que encierra en su interior uno de los, claro, recién llegados hoteles, el Ultima Gstaad, un lujoso microcosmos que encierra 10 habitaciones con chimenea, baños forrados de mármol y telas hechas a medida por etiquetas como Louis Vuitton y Hermès. Complementando esta opulencia tangible, el bling bling continúa en su lobby, con una instalación de luz de cristal suspendida en el techo y un piano de cola hecho de cristal, uno de los dos del mundo; el otro es propiedad de Alicia Keys. Son dos ejemplos más de la impresionante colección de arte moderno que encierra este hotel, además de un restaurante donde cenar frente a la chimenea delicias como el risotto que, en temporada, sirven acompañado por una buena dosis de trufa negra. La oferta del lujo más evidente de todo Gstaad, de hecho el hotel no fue del todo bien recibido por los lugareños por mostrar demasiada opulencia, completa sus instalaciones con un spa de 800m2 donde dejarse llevar por los tratamientos más punteros, no solo en técnicas de relajación, sino también en medicina estética. Las instalaciones comprenden una gran piscina cubierta, bañeras de hidromasaje dentro y fuera, sauna, sala de vapor y gimnasio.

iStock-474085338. Fondue, por supuesto

Foto: iStock

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Fondue, por supuesto

A pocos metros del hotel se encuentra Michel's Stallbeizli, un pequeño y sencillo restaurante pegado a la granja que elabora el queso que sirven en sus raclettes y fondues. Mientras se cena, un enorme ventanal permite ver a las vacas, los terneros y las cabras campar a sus anchas, comer y hasta dormir. Y sí, esto también es Gstaad.

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Foto: Suiza Turismo

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Esquí con vistas

El Glacier 3000 es la única zona de esquí glaciar en el Oberland bernés y, si las condiciones meteorológicas lo permiten, aquí se puede practicar deportes de invierno desde finales de octubre hasta principios de mayo. Lo mejor de esta área de esquí en Gstaad es su espectacular vista sobre los Alpes berneses, con 24 cumbres de más de 4000 m de altura, como el Mont Blanc y el Matterhorn.

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Foto: Suiza Turismo

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Cuidado con el vértigo

De hecho, para aquellos que llegan hasta aquí y no quieren esquiar, siempre tienen la adrenalínica opción de montar en su montaña rusa (la más alta del mundo, claro) o pasear por su puente colgante. Al principio puede dar algo de vértigo, pero las panorámicas merecen la pena. 

Gstaad rar. Comer en el abismo

Foto: Refuge l'Espace

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Comer en el abismo

Y lo segundo mejor, la deliciosa oferta gastronómica guardada por un edificio de Mario Botta, que incluye el Refuge de l’Espace, un restaurante no apto para cardíacos -su ubicación roza la locura- que sirve algunos de los platos elaborados con queso más apetecibles de la región.

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Foto: Suiza Turismo

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La pista de más 100 km

Y del área más alta, a la más larga, ya que en los dominios de Saanerslochgrat y Hornberg se ubica la pista de esquí más larga de Gstaad. Aquí, 105 inabarcables kilómetros de pistas de esquí conectan Saanenmöser con Zweisimmen, St. Stephan y Schönried. El área de Hornberg es particularmente popular entre las familias y los entusiastas del esquí, gracias a su extensa red de pistas azules y rojas, sus numerosos restaurantes, acogedores refugios de montaña y, cómo no, sus bares, que aquí el après ski también cuenta, y mucho.

room 5 huus l. El après ski perfecto

Foto: Hotel HUUS

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El après ski perfecto

Buena prueba de ello es el hotel HUUS, que siendo casi un recién llegado al valle ya ha conseguido aglutinar en su confortable lobby mucha de la oferta de ápres-ski de Gstaad. DJ, chimenea, una larga barra y muchos sofás donde ponerse cómodo son hoy por el hoy el punto de encuentro de la gente joven, y tal vez menos encorsetada, de Gstaad. Una vez calmada la sed, no resulta una mala idea sentarse a la mesa de su restaurante La vue que, con una alta influencia italiana en su menú, sirve el que puede ser el mejor tiramisú del valle. Y eso, aquí, ya es decir mucho.