Incluso en pleno verano, los Picos de Europa pueden cubrirse de densas brumas que se acomodan en el fondo de los valles pero dejan libres las cimas, con ese sentido dramático y romántico del que solo es capaz la propia naturaleza. Por su proximidad al Cantábrico, un mar bravo, siempre frío y vigoroso, esta ingente masa calcárea está expuesta a bruscos cambios climáticos en cualquier época del año. Hasta la nieve puede hacer una breve aparición en las cumbres durante el mes de agosto, por lo que conviene acercarse con respeto y el equipamiento adecuado. Sin embargo, esta precaución no hay que considerarla un inconveniente sino parte del encanto salvaje de un escenario que conserva toda su esencia.