
Son apenas dos millones de habitantes, pero se mueven en un área tan extensa como Nueva York. O sea, que sobra verde por doquier. Y agua: la quinta parte de su superficie está anegada por dos ríos, dos lagos, canales y el tercer puerto de Europa. El trajín de esta ciudad anfibia le viene de la época medieval, cuando fue estrella de la Liga Hanseática de comerciantes. Y se reforzó en el siglo XIX, favoreciendo el auge cultural. Por desgracia, la última guerra mundial arrasó la mitad de sus edificios y casi por completo el puerto fluvial.
Paradójicamente, eso mismo ha servido para que Hamburgo se haya convertido en un laboratorio de arquitectura y vanguardia. Uno de los iconos de esa transformación es la Elbphilharmonie o Filarmónica del Elba, un edificio aéreo y transparente como una ola o burbuja, diseñado por los arquitectos suizos Herzog & DeMeuron y recién inaugurado en enero de 2017. Además de tres salas para la música, cuenta con un hotel, apartamentos y una terraza tan grande como la plaza del Ayuntamiento. Es el nuevo balcón y faro del barrio portuario.
Un puerto fluvial, por cierto, ya que el mar queda a 110 kilómetros. Así que es el río Elba, envalentonado con su afluente Alster, el que soporta el tráfico fluvial. Un trasiego que, entre finales del siglo XIX e inicios del XX, hizo crecer, ladrillo a ladrillo, la Speicherstadt o "ciudad de las especias", un laberinto de canales, muelles y almacenes hoy declarado Patrimonio de la Humanidad.
A ese barrio se fue añadiendo el de Kontorviertel, más metido en tierra, donde se alojaron las oficinas. En él se conservan edificios emblemáticos como la Casa Chile (1922), obra capital del expresionismo alemán. Varios museos como el Marítimo o el de Aduanas compiten aquí con restaurantes y bares para atraer a los visitantes.
Aguas arriba del Elba hubo otra miniciudad, Ballinstadt, con hangares donde se agrupaban los emigrantes que iban a partir hacia el Nuevo Mundo. A lo largo de los años, fueron más de cinco millones, y llevaron a América inventos como la hamburguesa, los Levi’s Strauss o el ketchup Heinz. Aquella odisea la recuerda un museo de reciente apertura que invita a la reflexión.
Al sur del Altsatdt o barrio antiguo se extiende una prolongación natural del viejo barrio portuario que acogerá otro proyecto colosal: Hafen City. Iniciado el año 2000, no se completará hasta 2025 o más, y hará crecer el plano urbano en un 40%. Arquitectos estrella como Richard Meier o Dietmar Feichtinger están creando un escenario casi utópico, al que los vecinos ya han empezado a dar vida paseando por plazas, paseos, muelles y espacios verdes.
El proyecto de Hafen City hará crecer el plano urbano en un 40% de la mano de arquitectos como Richard Meier o Dietmar Feichtinger
No sorprende que una ciudad enriquecida por el comercio volcara su potencial en la cultura, la arquitectura o la música. Grandes compositores como Bach, Mendelssohn, Mahler, Teleman y Brahms vivieron y trabajaron aquí. En la breve y coqueta Peterstrasse se pueden visitar las casas-museo de los dos últimos, y está previsto habilitar otras hasta formar una Komponistenmeile o "Milla de los Compositores".
En Hamburgo también son muy populares los musicales. Desde hace décadas estos espectáculos brillan por sí solos en las noches locales. Hay una especie de rambla, la Spielbudenplatz, que concentra teatros como si fueran farolas: St. Pauli, Tivoli, Operettenhaus, así hasta la docena. En el arranque de esa calle, la Beatlesplatz recuerda con una escultura que el grupo británico empezó su carrera aquí, en antros cercanos que siguen abiertos como Indra, Keiserkeller, Stage Club.... Se reúnen en pleno "barrio rojo" de Hamburgo, St. Pauli, cuya célebre Reeperbahn, antes "calle del pecado", ha acabado perdiendo el aura maldita de otros tiempos para convertirse en otro reclamo de la ciudad para los visitantes.
El tirón de Hamburgo entre los viajeros se debe también a sus museos de arte y edificios singulares. Destaca el Ayuntamiento neorrenacentista, arropado por las evocadoras Arkaden (pórticos), los cisnes del río Alster, las iglesias de St. Petri y St. Jakobi, y la espléndida Kunsthalle, con su fondo artístico repartido en tres edificios contiguos. Todo ello a un paso del Jungfernstieg, un muelle-ágora a orillas de sus dos lagos.
Pero Hamburgo tiene un atractivo añadido: su envidiable calidad de vida. En esta rica ciudad (la que más multimillonarios reúne de Alemania) cunde el refinamiento y las tiendas exquisitas, llueven las ideas y no faltan las voces alternativas. O los acentos mestizos y enriquecedores, tal vez un eco de aquellos emigrantes que partieron en busca de una nueva vida.
Fotografías: Fototeca 9x12; Aci; Age fotostock