El Hierro, un edén en las Islas Canarias

Paisajes volcánicos y miradores asomados al océano en la ruta por esta isla declarada Reserva de la Biosfera

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La Virgen de los reyes

Este santuario, situado en La Dehesa, acoge a la patrona de la isla.

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Roque de la Bonanza

El mar ha ido esculpiendo este bloque de lava que se localiza en la costa este. Se alza 200 metros desde el lecho marino y es uno de los símbolos de El Hierro.

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El Lagartario de Frontera

El lagarto gigante de El Hierro (Gallotia simonyi) es una especie endémica de la isla que puede alcanzar los 60 centímetros de longitud, y al que la actividad humana y la introducción de animales foráneos lo llevaron al borde de la extinción. Solo logró sobrevivir en los Roques de Salmor, en el norte. En la actualidad viven unos 200 ejemplares en el Lagartario de Frontera, situado junto al acantilado de la Fuga de Gorreta.

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Buceo en la isla

Desde la aldea de pescadores de La Restinga se accede a los fondos marinos más espectaculares de El Hierro y al vecino campo de lavas de El Lajial.

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Mirador de la Peña

César Manrique lo diseñó en 1980 en el Risco de Tibaje (700 metros). Se puede subir desde el mar por un antiguo camino de mulas.

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Bosque de Fayal-brezal

La antigua laurisilva que cubría las crestas húmedas de la isla ha dado paso a esta floresta brumosa.

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Ruta circular por El Hierro

1. Ermita de la Virgen de los Reyes. Cada 4 años se celebra una popular romería que recorre toda la isla. La próxima, en 2017. 

2. Mirador de la Peña. Un gran lugar para contemplar las calas y acantilados volcánicos de El Golfo.

3. La Restinga. Aldea marinera y un paraíso para los submarinistas. 

4. Roque de la Bonanza. Su singular forma rocosa se puede admirar a pie de la carretera que conduce al Parador Nacional.

 

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El Hierro es uno de los mejores destinos de Europa para senderistas y degustadores de una calma atemporal. La isla es la más pequeña y occidental de las Canarias, apenas un peñón que emerge del Atlántico acumulando paisajes descomunales. Su gran elevación respecto a su reducido perímetro responde a una suma de volcanes que se alzaron desde el fondo marino hace cien millones de años. Pero el gran edificio volcánico se quebró y los deslizamientos devolvieron al océano parte de la roca, dejando al noroeste la gran cavidad de El Golfo, la gigantesca ladera pedregosa de El Julán en el sur y costas escarpadas de mil metros de altitud.

Las carreteras herreñas forman una montaña rusa a través de un maravilloso jardín, declarado Reserva de la Biosfera. Numerosos senderos exploran todos sus rincones, combinando panorámicas espectaculares con ecosistemas plagados de endemismos.

La isla se reparte en tres municipios muy distintos. Valverde es húmedo, verde y agrícola; El Pinar, más seco y mineral; y El Golfo, encerrado entre los acantilados y el mar. En los dos primeros, sus gentes habitan las tierras altas del centro del territorio, mientras que en El Golfo viven al nivel del mar entre cultivos.

Los vientos alisios, cargados de humedad, mantienen la zona de Valverde cubierta de verdor y riegan bosques donde líquenes, musgos y helechos se unen a laureles, hayas y brezos. Alrededor, los pueblos agrícolas de El Mocanal, Erese, Guarazoca, San Andrés y Tiñor rodean un macizo que supera los 1.100 metros de altura. Allí se conserva la memoria del Árbol Santo Garoé, el tilo que convertía la humedad del aire en agua y daba de beber a los primitivos pobladores, los bimbaches, llegados del norte de África.

A Valverde pertenece la carretera que baja hasta el cercano aeropuerto y que pasa frente al Roque de La Bonanza, para luego llegar a Las Playas y al remoto Parador Nacional, donde el camino termina al pie de un farallón de mil metros de altura.

Al salir de Villa de Valverde hacia el sur, dos miradores se asoman a las instalaciones de Gorona del Viento, un parque eólico e hidroeléctrico que ha convertido El Hierro en la primera isla del mundo que obtiene toda su electricidad de energías renovables.

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La vegetación cambia al sur de Isora, al entrar en el municipio de El Pinar. Grandes bosques de pino canario dan sombra a otro mirador vertiginoso, el de Las Playas. En el pueblo de El Pinar se puede visitar el Centro de Interpretación Geológica, antes de tomar rumbo al oeste, a la zona del Julán, la más salvaje y deshabitada de El Hierro.

La zona más salvaje de El Hierro

Una carretera mínima discurre a 900 metros de altura, al borde del escalofriante talud tallado por un colosal deslizamiento que se hunde en las profundidades del Mar de las Calmas. El hermoso trayecto acerca al santuario de Nuestra Señora de los Reyes, del que parten dos caminos. Uno de tierra lleva al bosque de El Sabinar, de retorcidos troncos torturados por el viento, y otro desciende hasta la Punta de la Orchilla, donde los griegos situaban el fin del mundo conocido, y donde en el siglo XVI se fijó el meridiano cero, referencia mundial hasta que Greenwich tomó el relevo en 1884. Desde El Pinar conviene bajar al Centro Vulcanológico, en el que proyectan imágenes de la erupción del volcán submarino que surgió en 2011 a dos kilómetros de la costa.

La carretera sigue a La Restinga, el pueblo más meridional de España, donde un pequeño puerto de pesca acoge también las lanchas de submarinistas que visitan la Reserva Marina del Mar de las Calmas.

El Golfo es un mundo aparte, un terreno bajo con forma de luna creciente, encerrado por gigantescos farallones, que se baña en el Atlántico

El Golfo es un mundo aparte, un terreno bajo con forma de luna creciente, encerrado por gigantescos farallones, que se baña en el Atlántico. Se puede acudir al mirador de La Peña –obra del artista canario César Manrique– antes de tomar la carretera de la Cumbre, asomarse al increíble mirador del Jinama y atravesar el bosque húmedo para bajar hasta su capital, Frontera, rodeada de frutales, cerca de un valioso ecomuseo, del lagartario y de bellas piscinas naturales en la costa, como el Charco Azul.

El Hierro mantiene un admirable equilibrio entre sus paisajes extremos y una épica presencia humana, capaz de ofrecer experiencias genuinas a quien busque lugares auténticos, diferentes y remotos.