
El primer fin de semana después del Miércoles de Ceniza, el pequeño país de los Alpes se llena de grandes hogueras que anticipan el fin del invierno y celebran la llegada del buen tiempo. La fiesta se conoce como Funkensonntag y consiste en encender enormes hogueras por todo el país en lo alto de las cuales se deposita un muñeco repleto de petardos, el Funkenhexe. La explosión final del personaje marca el fin del invierno en los corazones de los habitantes de Liechtenstein, aunque la mayoría de las veces no coincide con el cambio de temperaturas ni con la floración de sus amplios prados que todavía deberán esperar unas semanas.
La hoguera de Triensenberg
Una de las más concurridas hogueras es la Triesenberg, donde los vecinos y visitantes celebran una gran fiesta, acompañada por música y degustaciones gastronómicas. La nieve sigue presente en las cumbres que circundan la población, pero los habitantes de Liechtentein exorcizan el largo invierno con fuego, pasión y alegría. Triensenberg está situado al norte del país y es la zona de ocio más popular con una importante estación de esquí.
Rural y vanguardista
Liechtenstein es un país muy, muy pequeño, solo tiene 160 km2 -26 kilómetros de largo por poco más de 12 de ancho- y en él viven 36.000 personas. El Principado está ocupado por imponentes montañas, la más alta de la cuales es Grauspitz con 2599 metros de altitud. El alemán es el idioma oficial junto a un dialecto germánico y la capital, Vaduz (5.000 habitantes), una pequeña, moderna y encantadora ciudad, fue fundada en el siglo XIV. Tras estos datos se esconde un universo donde se puede disfrutar de un poco de todo aunque a pequeña escala, enriquecido por la simbiosis entre una larga tradición rural y su vocación vanguardista. Vaduz posee interesantes equipamientos culturales y una excelente oferta gastronómica, que se combinan con un patrimonio arquitectónico con joyas como el Castillo medieval y el Kunstmuseum Liechtenstein.