
Hitler
: su historia y su presencia pueden parecer abrumadoras para quien la visite en pocos días pero, gracias a su estructura en anillos concéntricos, muchos de sus edificios más emblemáticos se encuentran en un área abarcable. En invierno los paseos se verán obstruidos por dos adversarios implacables: uno es el frío intenso, el mismo «general invierno» que destruyó los ejércitos de Napoleón y de
; otro es el tráfico.
Contra esos inconvenientes Moscú ofrece la extensa red de metro, excepcional observatorio antropológico; ambiciosa obra de ingeniería de Stalin, las espléndidas estaciones simbolizaban los «palacios» del pueblo trabajador. Las diez líneas conforman una constelación fascinante, en la que destacan Mayakovskaya, decorada con azulejos a modo de botones en el techo, y la de Plóshchad Revolyutsii (plaza de la Revolución), cuyas esculturas de bronce representan a los estamentos más importantes de la sociedad socialista –el obrero, la campesina, el soldado– y sus animales para el trabajo o la compañía. Al pasar conviene acariciar el morro del perro de bronce, pues trae suerte.
El arte sigue presente en el Anillo de los Bulevares, el más cercano al Kremlin
Esta última estación comunica con el centro neurálgico de la ciudad y del imperio ruso: la Plaza Roja («roja» es sinónimo de «bella» en ruso). Allí se celebraban las concentraciones de masas, los desfiles y las exhibiciones deportivas durante el régimen comunista; allí es donde se rueda por lo menos una escena de todas las películas de espías tras el telón de acero; y allí está el mausoleo con la momia de Lenin, monumento que visitan multitudes de nostálgicos que hacen cola junto a los turistas. Enfrente se erige la catedral de San Basilio, tan bella, con sus cúpulas como un helado de colores tuttifrutti.
Junto a la Plaza Roja se halla el complejo de edificios gubernamentales, jardines, museos, iglesias y catedrales del Kremlin, ciudad dentro de la ciudad y centro del poder del Estado. Por lo menos hay que rendir visita a una de sus iglesias, sumidas en una penumbra meditativa, cubiertas desde el suelo al techo de frescos y de iconos; la catedral de la Anunciación es la más rusa de todas, la única diseñada y decorada por maestros rusos. En cuanto a los museos del Kremlin, el más popular es la Armería Real, donde pueden verse tronos y carrozas, vajillas y objetos decorativos de plata y oro, huevos de Fabergé, coronas y diademas de diamantes... las riquezas acumuladas por los zares a lo largo de los siglos.
Tras salir del Kremlin vale la pena restaurar energías y calor en el magnífico Hotel Metropol, en donde se han alojado los visitantes ilustres de la ciudad durante los últimos cien años, o en el café del Hotel Nacional, a una esquina de distancia. Desde allí es cosa de un paseo llegarse ante la Lubianka, macizo edificio amarillo que fue el epicentro del terror bolchevique y sede de la Seguridad del Estado. Resulta una paradoja que cerca de tan lúgubre lugar se alce el teatro Bolshói, un lujoso edificio neoclásico que se incendió y fue reconstruido dos veces en el siglo XIX, y que hoy sigue ofreciendo un programa de música y danza excepcional.

Caminando junto al río Mosova hasta la estación de metro Kropotinskaya, se llega a la catedral del Cristo Salvador, el mayor monumento al otro gran poder ruso, el eclesiástico. Destruida por Stalin en 1931, su solar sirvió de base a una piscina al aire libre hasta que, en 1990, fue reconstruida por orden del presidente Boris Yeltsin y con el sufragio popular como apoteosis de la fe ortodoxa.
En la calle Volkhonská, a cinco minutos, el Museo Pushkin de Bellas Artes exhibe una obra única: el Tesoro de Troya, que el ejército rojo tomó como botín de guerra en Alemania en 1945. El otro gran museo de Moscú, con la mejor colección de arte ruso del mundo, es la Galería Tretiakov (estación de metro Tretiakovskaya), donde se exhiben los iconos de Rublov, el genial pintor del medievo. Merece la pena visitar la subsede de la Tretiakov, junto al cinturón de ronda conocido como Anillo de los Jardines, y en cuyos alrededores se extiende el Jardín de los Monumentos Caídos, donde se han refugiado las esculturas públicas socialistas más destacadas.
Conviene regresar a orillas del río Moscova para contemplar una de las vistas más bonitas de la catedral del Cristo Salvador desde la isla Bolotny, tomando un café en la terraza del instituto de arquitectura Strelka. Este centro se encuentra en la antigua fábrica soviética de chocolates Octubre Rojo, que reúne galerías de arte y los locales más modernos de la ciudad.
El Strelka, el Museo Multimedia de Moscú (MAMM) y el Garage son quizás los espacios de arte actual más activos de la capital rusa. El Garage se traslada ahora a un edificio de nueva creación en el parque Gorki, un lugar donde las familias pasean los sábados y que se ha actualizado como sede de actos culturales y deportivos, de lecciones de yoga y de patinaje y esquí en invierno.
El arte sigue presente en el Anillo de los Bulevares, el más cercano al Kremlin. Junto a la estación Arbatskaya empieza la peatonal calle Arbat, que en las décadas de 1970 y 1980 fue el Greenwich Village moscovita y que ahora está llena de tiendas chic, museos y cafeterías. Allí se oculta la casa circular de Mélnikov, representante del constructivismo, una escuela que dejó un valioso legado disperso por la capital.
Moscú literario, con las casas de Gorki, Tolstói, Chejov, Pushkin, Moscú romántico y modernista del siglo XIX, vanguardista, comunista y caprichosamente posmoderno... Conocerlo bien requiere una vida, para advertir su grandeza y encanto bastan unas horas.
MÁS INFORMACIÓN
Documentos: pasaporte, visado, seguro médico y reserva de hotel.
Idiomas: ruso.
Moneda: rublo
Horario: 3 horas más.
Llegar y moverse: Los vuelos directos a Moscú son frecuentes y salen de distintas ciudades españolas. La capital cuenta con cuatro aeropuertos internacionales. El transporte público incluye metro, autobús, tranvía y trolebús. Un paseo en barco por el Moscova ofrece una perspectiva distinta de la ciudad. Zarpan de los muelles cercanos a la plaza de Europa.