
Austriaademás de ejemplos de arte gótico, barroco y, desde hace unos años, de arquitectura vanguardistamontañas
La capital del Tirol atesora el conjunto más completo de obras renacentistas de
,
. Pero lo que otorga a Innsbruck su genuino encanto es el marco de
nevadas en el que se inserta, un entorno lleno de propuestas de actividades.
Desde la torre Stadtturn se admira una visión del casco antiguo, enmarcado por el valle del río Inn y las cimas alpinas alrededor. A sus pies brilla el Tejadillo de Oro (s. XVI), el balcón policromado y cubierto de tejas doradas desde el que Maximiliano I contemplaba los bailes y torneos medievales; enamorado de este lugar el emperador también construyó aquí su residencia imperial o Hofburg. De estilo gótico y fácilmente reconocible por sus cúpulas verdes que pueden verse desde muchos puntos de la ciudad, el Palacio imperial se construyó en el año 1500. Dos siglos más tarde, la emperatriz Maria Teresa, y en el siglo XIX el archiduque Carlos Luis de Austria, llevaron a cabo sucesivas renovaciones.
La arquitectura moderna también tiene un gran protagonismo en la historia más reciente de la ciudad. Edificios como la Estación central, la plaza Edward Wallnöfer, el Foro de la ciudad o los nuevos funiculares –mediante los cuales se accede a las cercanas montañas en pocos minutos– dan buena cuenta de la dosis de modernismo que caracteriza a la capital austriaca del Tirol.
De noviembre a abril, el esquí domina el ambiente de Innsbruck durante el día, mientras que al atardecer la animación se concentra en los cafés y restaurantes. Además de las actividades de esquí, la ciudad también tiene una gran oferta para todos aquellos visitantes que prefieren descubrir los alrededores sobre dos ruedas o en trekkings de todos los niveles. El recuerdo de las maravillosas vistas de los Alpes son la recompensa de un intenso día de deporte.
Los funiculares que parten del centro suben en pocos minutos a las colinas. El de Nordketten se detiene en las pistas de Seegrube, a 2.000 metros, y Hafelekar, 300 metros más arriba. Desde esa altura la vista es magnífica y el regreso de noche, en cabina o deslizándose sobre la nieve, permite contemplar Innsbruck iluminado.