Escocia

Isla de Skye y las Hébridas

La isla de Skye y el resto de Hébridas Exteriores concentran el paisaje más genuino del litoral de las Highlands

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Mapa: BLAUSET

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Etapas imprescindibles

1. Eilean Donan. Este castillo del siglo XIII, restaurado en el XX, se erige sobre un promontorio que mira a la isla de Skye.

2. Isla de Skye. Es la mayor de las islas Hébridas. Se accede por carretera a través del puente Kyle of Loach, o en ferry.

3. Portree. La principal localidad de Skye tiene un bonito puerto y es la base de las excursiones a los montes Cuillins.

4. Punta Neist. Es el punto más occidental de la isla de Skye. Un camino conduce hasta su faro.

5. Isla de Lewis. Es la isla norte del conjunto de Lewis y Harris. La ciudad de Stornoway está unida por barco con Ullapool.

6. Isla de Harris. La ciudad de Tarbert y las playas de arena blanca son sus grandes atractivos.

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Isla de Skye

El faro de Neist Point, de 1909, es el lugar más occidental de la isla y uno de los mejores para ver ballenas. La carretera que conduce hasta él bordea la costa norte.

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Isla de Skye

Las ruinas del castillo Duntulm –en el montículo de la izquierda– son el testimonio de los clanes escoceses, cuyo poder estuvo vigente hasta el siglo XIX.

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Las raíces de Skye

El cristianismo, los clanes y el whisky son tres elementos de gran arraigo en la cultura de las Hébridas. La huella del sistema de clanes escocés, que dominaron las islas durante más de cinco siglos, tiene su máximo exponente en el castillo de Dunvegan, en el norte. En el sudoeste se erigen las ruinas de una de las primeras iglesias cristianas en las islas, Kilchrist o Cill Chriosd, un lugar de culto que se remonta al siglo VII. Por último, merece la pena visitar la destilería de whisky de malta Talisker, una de las más prestigiosas por su preciado líquido ámbar.

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Portree

El puerto de la principal ciudad de Skye es un buen lugar para probar la cocina marinera de las Hébridas.

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La vida hace un siglo

El grupo de crofts (casitas con techo de paja) que integran el Skye Museum of Island Life, nos adentran en el modo de vida rural que predominaba en la isla hace más de cien años, con sus objetos, costumbres y tradiciones. La visita a la granja, al taller del herrero o del tejedor sobre una colina de Kilmuir se completa con una exposición de fotografías y documentos que explica el origen de estas comunidades agrícolas y pescadoras, pues alternaban las tareas del campo y del mar según las estaciones. Web del museo de Skye. 

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Isla de Skye

Skye es la gran sorpresa de las hébridas por sus tradiciones y por albergar la mayor concentración de cumbres del país

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Isla de Lewis

El accidentado paisaje del sector oeste contrasta con los páramos de turba del norte y las dunas de la costa.

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Rutas para ver fauna

Además de las típicas vacas del norte de Escocia, con su largo pelaje a modo de flequillo, y los rebaños de ovejas que se diseminan por su geografía, las islas Hébridas cuentan con una variada fauna salvaje y diversas especies de pájaros. Desde algunos puntos de la costa se avistan aves –junto a estas líneas, un frailecillo–, leones marinos, delfines y en algunas épocas del año también ballenas. Sin embargo la mejor forma de divisar fauna marina es sin duda a bordo de alguno de los barcos que realizan excursiones frente a la costa.

 

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Isla de Harris

Sus playas están bordeadas por tierras fértiles para el cultivo como Traigh Seilebost, en el oeste.

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Dun Carloway

Ruinas de torres construidas durante la Edad de Hierro en la isla de Lewis.

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Callanish

Las Standing Stones de Harris son trece monolitos dispuestos en círculo.

Allí donde las Highlands se asoman al Atlántico, las islas Hébridas emergen con su particular escenografía, confirmando la ilimitada capacidad de seducción de Escocia. De todas, Skye es especialmente espectacular. La llamada «isla de la bruma» encarna un baño de verdes colinas estriadas por los azules de rías y lagos marinos (lochs), y contorneada por una interminable sucesión de acantilados y bahías. Acceder por el puente de Kyle of Lochals –hasta su inauguración en 1995, el ferry era el único medio de llegar a la isla– no es solo la vía más rápida, sino la oportunidad de contemplar el castillo de Eilean Donan. Esta mansión del siglo xiii, emplazada sobre un montículo asomado a un loch, es una de las imágenes más icónicas de Escocia.

A 17 kilómetros, la población de Kyleakin ofrece el primer contacto con la isla y marca el inicio de la ruta que, a través de las montañas Cuillins, toma rumbo hacia Portree, la capital isleña. La climatología suele ser muy voluble en verano, y el mal tiempo puede transformarse en un día claro con pasmosa rapidez. Es entonces cuando las Cuillins se divisan desde cada una de las penínsulas de la isla como una grandiosa cordillera de 77 kilómetros de longitud, la mayor concentración de cumbres del Reino Unido. Su sector más escarpado, el Black Cuillin –donde sobresale el pico más alto con 992 metros (Sgurr Alasdair)–, fascina a los escaladores desde los tiempos victorianos, mientras los senderistas hallan un terreno más accesible entre los cerros de granito del Red Cuillin.

Portree es la coqueta capital enclavada en el nordeste y construida en torno a un puerto natural con casitas de colores que siguen su trazado por cuestas empinadas. Las barcazas de la bahía surten los menús de un ramillete de restaurantes en los que también puede degustarse el pescado más popular de Escocia, el salmón, criado en las piscifactorías de la isla. La localidad concentra la principal oferta de excursiones en barco para ver leones marinos, aves y delfines, además de recalar en las cercanas islas de Raasay y Rona.

acantilados del norte

Punto neurálgico para iniciar la exploración de la península septentrional de Trotternish, desde Portree parte una carretera circular con panorámicas que incitan constantemente a detener el coche y pasear. Apenas iniciado el recorrido en el sentido inverso a las agujas del reloj, sobresale la puntiaguda y solitaria roca The Old Man Storr (55 metros) frente al conjunto de extrañas formaciones rocosas fruto de la erosión de una meseta. Le sucede en la franja costera el acantilado Kilt Rock, cuyo nombre se inspira en las líneas y cuadros horizontales formados por los estratos de basalto, tan similares al estampado del kilt, la típica falda escocesa.

El cercano pueblo de Staffin se abre a una bonita bahía, en una zona donde los crofts vienen traspasándose a lo largo de generaciones. Alquilar estas casitas de techo de paja equivale a una inmersión en la vida local. Una de las primeras cosas que se detectan es que, aunque los isleños se comuniquen con el visitante en inglés, la lengua gaélica sigue predominando en el día a día.

Staffin Bay conduce al único camino accesible a la meseta volcánica de Quiraing, en la punta de la península. El recorrido de más de seis kilómetros desemboca en un área geológica con riscos en forma de almenas (The Prison), la esbelta y nunca escalada Aguja, y el prado The Table. Desde el flanco norte del Quiraing, las ruinas de la fortaleza de Duntulm rememoran el poder del clan MacDonald sobre la ruta hacia las Hébridas Exteriores, que se distinguen a lo lejos.

clanes de origen feudal

Los MacDonald junto a sus principales rivales, los MacLeod, integraron desde el siglo xii un sistema de clanes que perduró hasta su sometimiento a la corona inglesa a mediados del xviii. Los «señores de las islas» cometieron el error de alinearse con los jacobitas (católicos de las Highlands) y su aspirante al trono, Carlos Eduardo Estuardo, cuyo ejército fue derrotado en la batalla de Culloden de 1745. A raíz de aquel episodio despuntó la valentía de una dama, Flora MacDonald, que ayudó a escapar a Francia a Bonnie Prince Charlie (apodo popular del príncipe) disfrazándolo con las ropas de su sirvienta. Al encarar la costa occidental, una sencilla cruz gaélica adorna en Kilmuir la tumba de la gran heroína de Skye.

Las subsiguientes penínsulas de Waternish y Duirinish tienen su punto de conexión en Dunvegan y su popular castillo, residencia de los MacLeod desde hace 700 años. La fachada de estuco encierra un interior repleto de pinturas y tesoros del clan, como la tela de seda Fairy Flag a la que la leyenda atribuye poderes para derrotar al enemigo. Un rodeo por Duirinish permite alcanzar el faro de Neist Point, el punto más occidental de la isla.

La exuberancia de Skye tiene su contrapunto en la geografía a primera vista austera de Harris y Lewis. Es la isla vecina del noroeste, donde dominan las planicies casi peladas, con excepción del istmo montañoso que divide sus dos secciones. Aunque menos frecuentada por el turismo, la mayor de las Hébridas es un lugar sorprendente, formado por algunas de las rocas más antiguas del planeta, páramos de turba y una franja costera bordeada por kilómetros de playas.

En el puerto de Uig, una línea de ferris conecta Skye con esa otra isla, que en realidad parecen dos por su diversidad panorámica y porque en cada una se hablan dialectos gaélicos distintos. Tienen en común que las señalizaciones son en la lengua autóctona, lo que aconseja proveerse de un mapa gaélico-inglés para reconocer, por ejemplo, que Leodhas es Lewis o que Steòrnabhagh es Stornoway, capital del archipiélago y principal puerto –dispone de un enlace marítimo con Ullapool, en las Highlands–. Sus mayores atractivos son los riscos y las cascadas de la costa oeste, unidos a la fascinante huella de la prehistoria: los megalitos de Callanish (Standing Stones), trece monolitos dispuestos en círculo que fueron transportados a la isla entre el 3000 y el 1500 a.C.; y las ruinas de Dun Carloway que, sobre una colina, insinúan el perfil de las broch, torres construidas durante la Edad de Hierro.

el salto a na hearadh

Una carretera franquea el macizo fronterizo entre Lewis y su hermana meridional Harris

(o Na Hearadh), desembocando en la animada localidad de Tarbert. En sus comercios y talleres puede adquirirse el clásico tweed (tejido escocés de lana jaspeada), aunque nunca en domingo, pues la influyente iglesia protestante impone el cierre de tiendas, cafés y gasolineras en casi toda la isla. Una sucesión de playas de arena blanca recorre el litoral occidental de Harris, un paisaje que permanece virgen porque las bajas temperaturas alejan cualquier atisbo de turismo playero. Solo los surfistas se atreven a desafiar las frías aguas del Atlántico, tanto aquí como en el entorno de dunas de Berneray, el único islote habitado en el estrecho que separa Harris y Lewis de las restantes Hébridas Exteriores, y al que se accede en transbordador. Su rasgo más distintivo es la planicie conocida como machair, arenas fértiles gracias a su alta composición en conchas marinas y contorneadas por varios tipos de flores. Los apenas 150 residentes se esmeran en su cuidado, acostumbrados al clima hostil que esculpe los preciosos paisajes de estas islas. Por eso, cuando el visitante saluda con un «Buenos días», suele recibir como estoica respuesta «It could be worse!» , ¡Podría ser peor!

A TENER EN CUENTA

Documentación: el DNI o el pasaporte.

Idioma: inglés y gaélico.

Moneda: libra esterlina.

Diferencia horaria: 1 hora menos que en España.

Cómo llegar: En avión, Edimburgo y Glasgow son la puerta de entrada a Escocia. También hay vuelos a Inverness, capital de las Highlands, a 145 km de Kyle of Lochalsh, acceso principal a la isla de Skye por carretera. El aeropuerto de Stornoway (isla de Lewis) está conectado con Glasgow, Inverness y Aberdeen. Existen diversos puertos con servicio frecuente de ferris que llevan a Skye y a las Hébridas Exteriores.

Cómo moverse: Alquilar un coche en el aeropuerto es la opción más cómoda. La alternativa es viajar en tren hasta la costa y, una vez en las islas, desplazarse en autobús o alquilar una bicicleta para trayectos cortos.

Alojamiento: Lo más original es dormir en un croft restaurado, la típica granja rural con techo de paja. También abundan los bed & breakfast, las mansiones victorianas y los cámpings.

Más información:

http://visitscotland.com

www.scotland-info.co.uk/lewis.htm

www.skye.co.uk

Libro recomendado: Escocia. Guías Visuales. El País-Aguilar, 2012.

Skye & Outer Hebrides. Foot-print, 2011. En inglés.