
Un grupo de islas jalonan el flanco occidental de Grecia, alineadas de norte a sur por el mar Jónico. Desde Corfú, casi encajada en el litoral albanés –del que solo dista un par de kilómetros– hasta Zante, frente al Peloponeso, nos encontramos con una insularidad que se ha relacionado desde antiguo con Italia y ha recibido pasajeras ocupaciones francesas y británicas. De ahí que, aun con un carácter griego muy marcado, reconozcamos tantas influencias, ya sean en la arquitectura, la comida o incluso algún giro lingüístico.
A la sombra de archipiélagos más visitados como el Dodecaneso o las Cícladas, las islas Jónicas reciben menos turismo y ofrecen posibilidades enormes a quienes no solo se conforman con comer estupendamente y echarse a dormitar en blancas playas de arena: los mitos odiseos motean cada una de las islas, llegando al paroxismo en Ítaca, la patria del héroe Ulises. Pero además, los aficionados al senderismo, el submarinismo, la navegación y otros deportes tienen en el Jónico griego un universo a sus pies.