Una amiga noruega me dijo una vez que, después del queso marrón, lo que más ama un noruego es un día de nieve a 15 bajo cero. Lo que en el sur de Europa sería un temporal digno de abrir los telediarios.
En Noruega, en cambio, una jornada así es ideal para ir a patinar al lago helado o sacar al perro a pasear por la montaña. Por eso, cuando alguien me plantea si es buena idea visitar Noruega en los meses más fríos no dudo la respuesta: ¡por supuesto! Tras siglos de adaptación a las duras condiciones invernales del norte del continente, el país reverdece con el blanco y no solo sabe sacarle partido económico, sino que también ha convertido las temperaturas bajo cero en un gran aliado turístico.