Alejadas de todo, las Shetland son un archipiélago del mar del Norte, equidistante de las costas de Noruega y norte de Escocia. El centenar de islas que lo forman tienen pueblos marineros, acantilados cubiertos de vastas praderas, gran diversidad de fauna marina y una cultura y festivales que recuerdan su herencia vikinga.
Al llegar a este destino remoto hay algo que sorprende. Y no es la ausencia de árboles, ni que haya más corderos que humanos –22.000, según el último censo–. Lo que llama la atención es que la única carretera que cruza la isla principal, Mainland, ¡pasa por mitad de la pista de aterrizaje! Cuando se construyó, el terreno disponible para el aeródromo era tan exiguo que no hubo forma de desviar el asfalto. Los isleños, movidos por la necesidad y el ingenio, colocaron un semáforo que alternativamente da paso a los coches y al bimotor que vuela a diario desde Edimburgo y aterriza a 200 kilómetros por hora.
La latitud norte y el viento –casi siempre presente– contribuyen a que apenas quede un árbol autóctono en la isla. Lo que rodea al viajero es una mullida alfombra de prados salpicados de casitas con tejado a dos aguas, lomas que acaban en acantilados y playas solitarias que se pierden en el infinito. La de Sumburgh es la primera que se ve porque está junto al aeropuerto. La domina un faro construido por Robert Stevenson –el abuelo del escritor escocés–, con un museo y amplias vistas.
Cerca de Sumburgh se sitúa el yacimiento arqueológico más importante de las Shetland: Jarlshof
Cerca de Sumburgh se sitúa el yacimiento arqueológico más importante de las Shetland: Jarlshof. El oleaje de una tormenta destapó en 1890 un poblado de hace 4.500 años que conserva en buen estado las casas circulares donde los pescadores-recolectores de la Edad de Bronce se refugiaban. En ese mismo lugar se asentaron sucesivos colonizadores por lo que ahora se pueden ver superpuestos restos prehistóricos, vikingos y medievales.
40 kilómetros al norte está Lerwick, la capital del archipiélago. Su Museo de las Shetland muestra 5.000 años de historia y paisaje, y explica cómo antes los isleños faenaban duro en el campo y en la pesca durante el verano para luego sobrevivir al largo invierno. Ahora, en cambio, el petróleo que se extrae en el mar del Norte ha traído otro tipo de trabajos, infraestructuras y costumbres; por ejemplo, los niños de aldeas que van a estudiar a Lerwick pueden volver a dormir a sus casas, algo impensable hace unas décadas.

La nueva calidad de vida se aprecia incluso en Fair Isle, la isla más alejada del archipiélago, situada a mitad de camino entre las Shetland y las Orcadas. Pese a estar a tres horas en barco desde el sur de Mainland (media hora en avión de hélice), sus habitantes disfrutan del mismo nivel de vida y comodidades que cualquier otro europeo. Fair Isle es un sitio ideal para practicar senderismo y avistar aves.
Sin embargo, el lugar más atrayente para esta actividad son los acantilados de Hermaness, en el norte de Unst, la isla habitada más septentrional de las Shetland. Para llegar hasta ella hay que seguir en coche la A-968, el gran eje de asfalto que junto con la A-970 cruza todo el archipiélago, y salvar en ferry los estrechos de Yell y de Bluemull. En los acantilados, declarados reserva natural, el ruido ensordecedor de los graznidos y la vastedad del horizonte aumentan la sensación de lejanía y de belleza intacta de este archipiélago que es el extremo más remoto de la Gran Bretaña.
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Desde Edimburgo, Inverness, Glasgow, Aberdeen y Kirkwall salen vuelos al aeródromo de Sumburgh, 40 km al sur de Lerwick, capital del archipiélago. Es agradable alojarse en un sencillo böd o cabaña.