Elegir entre tanta arquitectura brillante, arte de primer orden, paisajes sublimes y buena mesa es tarea casi imposible cuando se mira a los pueblos de la Toscana. Alrededor de las magníficas Florencia y Siena se arremolinan un montón de poblaciones que reproducen a pequeña escala los hitos de las grandes capitales del medievo y del Renacimiento. Lugares donde es muy sencillo soñar; donde el romanticismo bien entendido fluye por los poros de quienes lo visitan y donde no es extraño que se establecieran decenas de artistas en busca de la inspiración y la paz interior. Sus famosos paisajes llenos de viñedos y atardeceres multicolor entre el verde de las llanuras, el marrón de las rocas, el rojizo del ocaso del sol y el carmesí de los tejados, llenan el imaginario de cualquiera que piense en Italia y la Toscana. Y todo ello en pequeñas dosis, no vaya a ser que el famoso síndrome de Stendhal actúe cuando menos se le espera...
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