De lago en lago

Lagos de Lombardía: una oda a la naturaleza y el romanticismo

Maggiore, Lugano, Como, Iseo y Garda son cinco enclaves que se perciben sobre el mapa como trazos azules con una punta mirando a los Alpes y la otra hacia las llanuras del sur.

Engastados entre el Piamonte, Suiza y el Véneto, al norte de la cosmopolita Milán, cinco grandes lagos acogen en sus riberas poblaciones, miradores y villas que han sido inspiración de artistas. «Adiós, montes surgentes de las aguas y elevados al cielo;[...] torrentes de los cuales distingo el bramar como el sonido de las voces domésticas; villas esparcidas y blanqueadas en la pendiente, ¡adiós!». Así se despide de los montes de Lecco, en la ribera  del lago de Como, la joven protagonista de Los novios, de Alessandro Manzoni.

En Italia, todos los estudiantes leen este pasaje de la novela cumbre de la literatura italiana, pero es probable que muchos no entiendan  su significado hasta que no vean por primer vez los lagos Maggiore, Lugano, Como, Iseo y Garda. A los diversos enclaves de los lagos lombardos se puede acceder por tierra, pero es mejor encomendarse a la eficiente red de transporte acuático.

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Lago Maggiore, ¿el más encantador del mundo?

El viaje que encadena a los lagos de Lombardia de oeste a este empieza en el lago Maggiore o Verbano, con una orilla en tierra piamontesa y la otra en Lombardía. Segundo lago de Italia por  extensión, el Maggiore es señorial, elegante, «el más encantador del mundo», según Montesquieu. Años después, Flaubert, Dickens y Hemingway, entre otros, volverían a celebrar el encanto de sus riberas y, sobre todo, de sus islas.  

La parte piamontesa del lago es famosa por las Borromeas, tres islas engastadas como gemas en la filigrana color esmeralda de las aguas. Son fácilmente alcanzables desde la localidad de Stresa, que acoge hoteles de lujo y también un teleférico para subir al monte Mottarone (1492 m), punto de partida para excursiones de altura. Lanchas rápidas conectan tierra firme con las islas Borromeas, así denominadas porque pertenecen a la poderosa familia Borromeo, que las empezó a adquirir a partir del siglo xvi.  

 
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Borromeas, un mirador entre pavos reales

Isola Madre acoge un jardín botánico de cinco hectáreas, con pavos reales, especies vegetales de África y Asia, y un majestuoso ciprés de Cachemira que fue traído en 1864 de esta región del Himalaya. Isola Bella, conjuga arte y naturaleza en su palacio del siglo xvii, fundado por Vitaliano VI Borromeo. Mientras que las salas exhiben bellas pinturas barrocas, las diez terrazas conceden asombrosas vistas al lago entre hortensias, cítricos y azaleas. La más humilde de todas es la Isola dei Pescatori (isla de los pescadores), poblada todo el año y que acoge un pequeño museo de la pesca además de restaurantes de cocina típica.

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Lugano o el lago de los fósiles

Se puede continuar viaje hacia el norte para descubrir la deliciosa ciudad de Luino, con su pequeño casco antiguo, o bien recorrer el brazo italiano del lago Lugano o Ceresio, un embalse verde donde se puede disfrutar de excursiones, practicar el kitesurf, la vela, el windsurf o el paddle surf. En las últimas décadas, las riberas del lago Lugano han dejado de ser un destino exclusivo para milaneses adinerados. En primavera y verano son incontables las propuestas de actividades al aire libre que permiten adentrarse en una naturaleza soberbia, de rincones secretos como el monte San Giorgio (1097 m), sombra oscura al atardecer, relámpago verde de día. 

 

Este enclave declarado Patrimonio Mundial, es famoso por los fósiles de reptiles y criaturas marinas hallados en los siglos xix y xx.  El Museo San Giorgio de Fósiles, en Meride (Suiza), invita a dar un salto en el tiempo hasta la prehistoria y la época previa a la creación de estos lagos glaciares. La transformación geológica de la zona prealpina esconde infinitas metamorfosis que los expertos han reconocido a partir de fósiles de animales de hace más de 200 millones de años y también de los palafitos neolíticos del islote Virginio –en el lago de Varese–, que demuestran la remota presencia humana en la zona.

 
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Lago de Como y su colección de villas soñadas

Aquí, en una armónica arquitectura, comparten espacio refinadas villas de los siglos xvi y xvii con esculturas contemporáneas y lujos del siglo xx. Algunas de estas residencias, como Villa Melzi en Bellagio, Villa Olmo en Como o Villa Erba en Cernobbio, tienen abiertos al público tanto sus salones como sus jardines de secuoyas, ginkgos, plátanos y madroños, que se complementan divinamente con los olivos y vides propios de la zona.  

De vocación internacional, el lago de Como siempre acogió y acoge a nuevos visitantes gracias a su fácil conexión con Milán. Lord Byron, Stendhal o Napoleón, por citar algunos, se alojaron en las  villas Saporiti y Pliniana. La mejor evocación de su ambiente procede del compositor Franz Liszt, quien en Bellagio vio nacer de un amor apasionado y adúltero a su hija Cosima, futura segunda esposa de Richard Wagner. Agradecido al lago, Liszt confesó en 1837 no conocer «otro lugar más abiertamente bendecido por el cielo». 

 
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Como también es una ciudad

El lago de Como es el más bullicioso y con más puntos de atracción. Por eso resulta fácil escuchar tanto conversaciones en italiano como en otros idiomas. Con forma de «y» invertida, es el tercero en tamaño (146 km2) después de los de Garda y Maggiore. La primera impresión es que su visita requiere varios días, pero basta con subir a uno de los muchísimos barcos regulares que lo recorren para, en unas horas, verlo entero. Sin duda alguna, la ciudad de Como, en el brazo occidental, es la más concurrida. En sus callecitas antiguas se alternan restaurantes de cocina tradicional, tiendas de lujo y cafeterías. La historia de la ciudad se expresa en el Duomo, renacentista y de mármol tricolor, en el Palacio de Broletto y en la Torre Cívica, símbolos del pasado comunal de la ciudad y de su actividad política.  

 
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Iseo, el lago más discreto

En comparación con el vivaz lago de Como, el de Iseo (o Sebino) es más callado y discreto, aunque igual de fascinante. Al amparo de cumbres nevadas y colinas, representa la unión perfecta entre rocas majestuosas y aguas profundas. Es como si el hombre hubiera querido aquí consagrar su ingenio a una naturaleza impresionante, sin torcer su fuerza. Y a pesar de que Montisola sea la mayor isla lacustre poblada de Europa, el marco del lago es un paisaje sin domesticar, con acantilados como los de Bögn di Zorzino o las Pirámides de Zone, un laberinto de pináculos erosionados que emergen entre castaños y abetos.

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Un camino con vistas y mucho sabor

quizás la mejor manera para descubrir las riberas del Iseo sea andando a lo largo del camino medieval de la Valeriana, o en bicicleta por la carretera litoral de 65 km. Entre las actividades no deportivas, destacan las degustaciones de aceite de oliva local y del vino espumoso Franciacorta. 

 
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lago de Garda, el favorito de Neptuno

El lago de Garda o Benaco, el último lago de este viaje, es risueño, de entorno suave y luminoso. En la Antigüedad, su clima templado permitió la fundación de asentamientos etruscos y romanos, que empezaron a cultivar el olivo y la vid. Uno de los monumentos más importantes de la zona, le Grotte di Catullo, es una villa romana con pórticos, piscinas y termas que fue construida en el extremo de la península de Sirmione. Delimitadas por playas, las ruinas de esta antigua mansión se adentran en el lago y de aquí se proyectan trepidantes para dominar las aguas, dejando que las olas susurren las palabras del poeta latino Catulo: «Sirmión, pupila de penínsulas e islas, cualesquiera que uno y otro Neptuno sostiene en lagos transparentes y en el vasto mar».  

Con un juego exquisito las laudes a Sirmione reverberan hasta el homónimo pueblecito medieval. Su perfil está dominado por el Castello Scaligero, una fortaleza del siglo xiii que custodiaba el puerto lacustre y pertenecía a la familia della Scala, cuyo gobierno se extendía hasta Verona y alrededores. El antiguo puente levadizo fue sustituido por una pasarela para que pudiera desvelar el delicado encanto de las placitas y de las casas con balcones de hiedra y rosales. 

 
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Oda al ocio: playas y termalismo

Si hay demasiados visitantes, siempre es posible hallar un momento para darse un baño en las transparentes aguas del lago. Al lado de la caribeña playa Giamaica se encuentra el Lido delle Bionde, de característico olor termal, que permite disfrutar gratuitamente de las mismas aguas que fluyen en el famoso spa de Sirmione.

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