
Lanzarote entre volcanes
El paisaje de Lanzarote a veces evoca un jardín zen de grava rastrillada en el que emergen como monolitos rocas de formas singulares. Cada planta parece única y los jóvenes volcanes aún conservan aspecto de flan. La isla se precia de su tendido eléctrico soterrado y de la ausencia de publicidad en las carreteras. Cuando hubo que ofrecer servicios turísticos se optó por crear enclaves en la costa alejados de los pueblos: Puerto del Carmen, Costa Teguise y Playa Blanca, más el centro de vacaciones deportivas de La Santa.
De ese modo la arquitectura vernácula, sobria y de líneas puras, ha seguido prevaleciendo en el territorio. Aunque unas vacaciones en Lanzarote suelen implicar dormir en uno de esos lugares, el turismo rural gana cada vez más adeptos. Y al margen de donde se pernocte, la isla invita a ir más allá del turismo de sol y playa o el circuito en autobús por los volcanes. Por doquier aguarda una naturaleza bien preservada y genuina que merece ser descubierta con la sal sobre la piel o la ceniza volcánica bajo los pies.