A Lituania se le recuerda como un territorio olvidado bajo el yugo soviético, frío, distante y melancólico, que nada tiene que ver con la realidad actual. Mirando al mar Báltico y al futuro, Lituania exhibe con orgullo su majestuosa naturaleza –un tercio del país está cubierto de bosques– y envuelve sus ciudades en una vorágine de ocio y cultura. Amante del jazz y del baloncesto, con la mayor concentración de ámbar del mundo y fiel a sus tradiciones, este pequeño país de poco más de 3 millones de habitantes está repleto de sorpresas naturales, arquitectónicas y gastronómicas.