Londres es una ciudad grandiosa, pero de un modo muy distinto al de París, Tokio o Nueva York. Salvo contadas excepciones, no veremos rascacielos sino calles y calles de construcciones antiguas. Para los británicos la modificación del paisaje, sea rural o urbano, es un asunto sensible y polémico.
En general, prefieren que todo siga como está. De ahí que las zonas más modernas de Londres hayan quedado segregadas de los barrios tradicionales, conformados por hileras y más hileras de casitas adosadas de poca altura. Quizá esa falta de renovación, ese aferrarse a lo antiguo, dé la impresión de que Londres parece abarcable. Es solo un espejismo.

El big ben
La Torre del Reloj del Parlamento ha acabado adoptando el nombre de la enorme campana de 14 toneladas que marca las horas desde 1859.
RIC VALENNE / SHUTTERSTOCK
Londres es una urbe extensísima con 32 distritos o boroughs y unos 9 millones de habitantes. No resulta extraño que los londinenses echen cabezadas en el metro, pues invierten horas en ir y venir del trabajo a casa. El transporte público constituye uno de los símbolos de la ciudad, ya sea el metro o la densa y fluida red de autobuses rojos. Por lo tanto, primero conviene sacarse la Oyster Card, una tarjeta de transporte recargable que nos facilitará la vida. Hay que tener presente que las distancias entre los diferentes destinos pueden ser grandes. Eso, sumado a la inabarcable cantidad de lugares que vale la pena conocer, exige planificar con antelación los itinerarios.
A diferencia de Roma o Lisboa, ciudades que permiten perderse en improvisados paseos sin destino, en Londres conviene tener claro qué museos, monumentos o parques apetece ver, pues esta ciudad no tiene un solo centro, sino varios.

Piccadilly Circus
Alrededor de la fuente de Eros se extiende la zona con más oferta teatral. Cerca de aquí se halla Chinatown, la National Gallery y Trafalgar Square.
OLIMPIO FANTUZ / FOTOTECA 9X12
Están las zonas más comerciales como Piccadilly y Oxford Street. Está también la plaza de Trafalgar con la National Gallery y el West End con sus llamativas carteleras de los teatros. Está la City, corazón histórico y financiero. Está Ken-sington, otra gran zona comercial donde además hay imponentes museos como el Victoria and Albert. Están el South Bank y el Bankside, la ribera sur del Támesis, con centros culturales como el National Theatre, el South Bank Centre, el British Film Institute, la Torre Oxo y, por supuesto, la Tate Modern, el museo de arte contemporáneo. Eso por citar solo algunos de los distritos imprescindibles.
Y es que Londres es la suma de muchas localidades que desde hace dos mil años se han ido enlazando en un continuo de calles y casas sin prácticamente autopistas ni carreteras. Eso hace que el tráfico sea el peor de Europa y que el metro y los ferrocarriles se hayan convertido en los medios más utilizados.
Es habitual que algunas líneas cierren los fines de semana por mantenimiento, con lo que se corre el riesgo de no llegar al aeropuerto y perder el vuelo, como me ocurrió una vez. En estos casos los taxis no son una solución, pues el caos circulatorio suele estar garantizado y la alta factura también.
Londres es una ciudad densamente poblada por una amalgama amplísima de nacionalidades. Oiremos hablar innumerables lenguas. Veremos personas con rasgos e indumentaria de remotos rincones del mundo. Y si la gastronomía del Reino Unido tuvo fama de simple y casi incomestible, hoy Londres abunda en excelentes y variadísimos restaurantes. Eso sí, no es una ciudad en absoluto barata.
PARA AMANTES DE LA ARQUITECTURA
Fundada por los romanos en el año 43 en la zona que hoy ocupa la City, Londinium tenía muralla, anfiteatro, templos y baños que aún pueden rastrearse bajo los cimientos de modernos edificios como la Guildhall Gallery, el museo-galería del Ayuntamiento de Londres; el Billingsgate Roman House and Baths (101 de la calle Lower Thames); o por supuesto, el imponente Barbican, un centro cultural y residencial construido en hormigón entre 1963 y 1975 que incluye dos mil viviendas, varios teatros, dos escuelas, un conservatorio de música, una biblioteca, salas de exposiciones, un centro de danza y artes escénicas, bares, restaurantes y cafés, además de invernadero y unos jardines muy agradables. Para quienes amen la arquitectura, es visita obligada.

El 20 Fenchurch Street de Londres
La última planta de la torre 20 Fenchurch Street (The Walkie Talkie) aloja un jardín.
MAURIZIO RELLINI / FOTOTECA 9X12
Y puestos a hablar de arquitectura, será un buen contraste viajar en el tiempo y saltar a la Torre de Londres, un castillo y fortaleza que nos llevará al Londres de Enrique VIII y Ana Bolena, que fue allí ejecutada. Muy cerca está el famosísimo puente Tower Bridge, otra parada histórica aunque más «reciente», de 1894. Desde aquí podremos caminar bordeando el río hasta The Monument, una torre de piedra que tras 311 peldaños de ascensión ofrece una magnífica vista de la capital. Se construyó en 1671 para conmemorar el espantoso incendio que en 1666 devastó la ciudad.
El paseo puede continuar por el oeste hasta el London Mitraeum, donde estuvo el templo romano del dios Mitra. De allí al Banco de Inglaterra y la Bolsa y callejeando hasta la catedral de Saint Paul, uno de los hitos de la ciudad. En línea recta cruzando el Támesis encontraremos la Tate Modern, el museo de arte contemporáneo, y podremos pasear por Southbank y Bankside. Esa combinación de historia y vanguardia es lo que a partir de los años sesenta hizo de Londres destino obligado para los jóvenes que quieren hacer carrera en cualquiera de las artes.
MUSEOS COMO PARA NO PARAR
Hay lugares que expresan perfectamente esta paradoja como la casa museo de Handel (25 Brook Street, en Mayfair), que ahora es también la casa museo de Jimi Hendrix. El gran guitarrista alquiló en 1978 la que sería su última vivienda precisamente allí, 200 años después que el compositor barroco. Las casas museo son una buena alternativa para quien quiera huir de las muchedumbres. Londres es posiblemente la ciudad del mundo con mayor número de museos dentro de su área: más de 250.

Museo de Ciencias Naturales
Este esqueleto de una ballena azul es una de las piezas más icónicas del Museo de Historia Natural de South Kensington.
ALESSANDRO SAFFO / FOTOTECA 9X12
La razón de tal cantidad de museos hay que buscarla en la pasión de los británicos por el coleccionismo, lo que plantea un dilema añadido al visitante. El abecé de las grandes instituciones culturales de obligada visita al menos una vez en la vida serían el British Museum, la British Library, la National Gallery, la National Portrait Gallery, las dos Tates, la moderna y la de arte británico (en Pimlico, mi favorita), el Victoria and Albert con sus colecciones de artes decorativas, el de Ciencias Naturales, el de Historia de la Ciencia o la Royal Academy.
Al lado de estas icónicas instituciones brotan un sinfín de museos de mayor o menor tamaño, dedicados a cualquier tema que imaginarse pueda. En la lista de museos londinenses cabe contar, además, las casas de escritores, pintores, coleccionistas ¡o del mismísimo Freud! Entre las más interesantes, destacan la casa museo de Charles Dickens (48 Doughty St) o la del pintor Leighton (12 Holland Park, Ken-sington). Generalmente los museos grandes son gratis, se pagan solamente las exposiciones temporales, pero en los pequeños museos la entrada ronda las 10 libras.
Otra categoría aparte son los palacios vinculados a la familia real. Buckingham sigue reuniendo multitudes para ver el cambio de los guardias y su interior se puede visitar, pero solo en verano, cuando la reina está de vacaciones. Kensington, residencia de Lady Di y hoy de sus hijos y sus bellísimas esposas, también se visita. Como Clarence House, residencia del príncipe Carlos y su mujer. La entrada, eso sí, es más cara que la de muchos museos.
Una visita a Londres no estaría completa sin conocer sus jardines y parques. Desde Hyde Park a Green Park o los Kew Gardens, los espacios verdes son numerosos y muy frecuentados por los londinenses que, en cuanto el sol brilla mínimamente, se tumban sobre la hierba como lagartos.

Canal de Regent de Londres
Neal’s Yard (Covent Garden), Portobello Road (Notting Hill) y el Canal de Regent tienen poco que ver con el frenesí de la City, los rascacielos de Southbank o la sobria Torre de Londres.
AURIZIO RELLINI / FOTOTECA 9X12
Fuera del circuito habitual, el Museo Horniman cautiva con sus jardines. El potentado del té dejó su inmensa colección de animales y objetos de los cinco continentes para uso y disfrute gratuito de todos. Se halla en Forest Hill (100 London Rd), un barrio al que se accede en cercanías desde la moderna estación de London Bridge en apenas diez minutos.
Y es que Londres es la meca para los amantes de los trenes. Tiene muchas y espléndidas estaciones: Paddington, Waterloo, King’s Cross, St. Pancrass, Charing Cross, Victoria... No hay que dejarse intimidar por la tupida red de metro y trenes de cercanías (overcraft). Es muy manejable y permiten hacer alguna escapada de un día –para conocer Oxford, por ejemplo–, con gran flexibilidad de horarios y precios. La señalización es abundante, los mapas claros y, sobre todo, los empleados de las estaciones amables y acostumbrados al turista desorientado.
EL ENCANTO DE UNA CIUDAD FLUVIAL
Londres ha sido y sigue siendo un gigantesco puerto comercial al que llegan los mejores productos de mercados lejanos. Existen grandes almacenes históricos como Liberty, un precioso edificio estilo Tudor en Regent St., o Fortnum & Mason en el 181 de Piccadilly, que atienden a su selecta clientela con el mismo trato de calidad del primer día. Las tiendas clásicas y carísimas también son dignas de un paseo, como Savile Row.
Los distinguidos barrios de Chelsea, Belgravia o Mayfair ofrecen también infinidad de comercios de lujo que frecuentan los ricos de todo el mundo con casa en Londres. Para bolsillos más modestos y para gustos más eclécticos están los mercadillos: desde el famoso de Portobello, al alternativo de Shoreditch, el de Old Spitalfields, o el de Camden, cuyas ajetreadas calles se encuentran a pocos pasos del apacible canal de Regent, de casi 14 km de longitud.

El Támesis
Las pasarelas peatonales que flanquean el puente de ferrocarril de Hungerford se inauguraron en 2002 para conmemorar el 50 aniversario de la coronación de Isabel II.
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Londres es una ciudad fluvial que además de un inmenso río navegable, el Támesis, tiene canales aún hoy en activo. Es posible y muy recomendable conocer la ciudad desde el agua. Hay tours y también barcos municipales a los que podemos subir con nuestra Oyster Card. Son los clípers que se pueden tomar bajo los principales puentes, como el de Westminster. Aconsejo navegar hasta Greenwich para visitar el Museo de la Marina con el veloz velero mercante Cutty Sark, el Queen’s House de pintura o el Real Observatorio. Para volver podemos tomar de nuevo el barco o bien un autobús de dos pisos que, si no hay prisa, nos permitirán conocer otro Londres cómodamente sentados.
Después de tanto caminar y ver, sugiero una pausa indiscutiblemente british: el afternoon tea. Se trata de una merienda en toda regla con té, sándwiches, tarta, scones (panecillos) con nata y confitura… Un exquisito festín al que conviene llegar con apetito. Como tiene lugar entre las 3 y las 5 de la tarde, puede ser una alternativa al almuerzo. Esta suculenta tradición deja un recuerdo dulce y acogedor de esta vibrante metrópolis.