Reconexión rural

Los pueblos de artesanos que buscan otro turismo en el Alentejo

La geografía del Alentejo, de núcleos dispersos y largas dehesas, es un repelente natural para el turismo masivo. Pero también su población, que se afana por acoger a los viajeros que rehuyen de los McDonald's.

Sin las olas de Nazaré, ni los pasteles de Belém. Esta región destaca por una gente orgullosa de haber nacido en estas tierras, y con razón. El Alentejo ofrece una conexión profunda con la naturaleza y con la cultura como pocos lugares en Portugal. Sus pueblos, con olivos y ovejas, guardan cuidadosamente tallas, baldosas y telares milenarios. Esta ruta es una invitación de los alentejanos para sumergirse en su estilo de vida elegante y rural, que mezcla con maestría los valores locales con la conservación de lo bello.

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Foto: iStock

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Mértola: teares y castillos

Desde lejos, Mértola sobresale sobre la dehesa alentejana por su castillo. Construido sobre el río Guadiana, guarda la Torre de Menagem, construida por orden de Don João Fernandes en el siglo XIII. En el interior del alto recinto amurallado, exposiciones cuentan, con detalles, la historia del castillo desde sus primeros moradores.

Alrededor del castillo, la montaña que sostiene este pequeño pueblo estásalpicada por las emblemáticas casitas blancas del interior portugués. Y en una tímida entrada, de una de ella, se llega a la Cooperativa Oficina de Tecelagem, una de las únicas cooperativas de telares a mano del país. En su interior, tres mujeres y un solo hombre trabajan cada día para mantener viva la tradición de los telares de madera en la aldea. Las mantas, alfombras y cojines hechos a mano son una tradición centenaria en riesgo de extinción.

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Foto: Museu de Mértola

Pero gracias a Nazaré Fabião, tejedora de la cooperativa, y sus compañeros, los telares volvieron a trabajar. Las piezas son únicas e irrepetibles ya que esta técnica imposibilita la fabricación en serie. Los motivos geométricos que nacen de estos telares son herencia de la cultura árabe y los colores más tradicionales van desde el blanco y marrón hasta el negro, naturales del pelaje de las ovejas.

"Pero los colores que más atraen a los estudiantes de moda y diseño de todo Portugal son los que creamos a partir de pigmentos naturales" cuenta la tejedora Nazaré Fabião. El naranja se obtiene hirviendo la cáscara de cebolla, el lirio del campo hace el azul oscuro y la piel de la granada, el rojo.

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Mértola. Foto: iStock

Una vez en Mértola, el restaurante Casa Amarela es el destino ideal para degustar la gastronomía más allá del cocido de garbanzos del Alentejo. El plato estrella de la casa es la capoeira, un hojaldre relleno de pollo y especias. Para acompañarlo, merece la pena probar los vinos que se producen en la propia localidad de Mértola, y finalizar con alguna de las tartas de la casa, que llevan almendra, huevo y leche, casi siempre cubiertas de melaza.

Odemira, sus artistas y artesanos

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Odemira está poblada por artesanos que dominan el arte de los tejidos, del metal y de la cerámica. Este pueblo a las orillas del Atlántico tiene un pasado pobre, por lo que los objetos producidos eran durables antes que estéticos. Como en todo Alentejo, los abuelos enseñaron a los nietos el hacer de utensilios de cocina y de cosecha. Pero estos nietos, ya con mejores condiciones de vida, los hicieron, también, bellos.

Este pueblo que une las montañas con el mar llama la atención de lisboetas, pero su alma creativa atrae también a los artistas internacionales. La CACO, asociación de artesanos de Odemira, se fundó hace 20 años para promover la cultura del 'do it yourself' antes de que se pusiera de moda y está compuesta actualmente por más de 50 artistas. En su sede, una casa de dos pisos en el centro de Odemira, tienen lugar formaciones profesionales, talleres y venta de artesanía. Su iniciativa más reciente es el proyecto CRIAR, con exposiciones de artistas locales y jóvenes que se han instalado en la zona.

La Vila de Frades y el vino de talla

La herencia del vino de talla en Vila de Frades
Foto: iStock

Vila de Frades es la capital del vino de talla, un elixir generado a partir de la fermentación en jarros de arcilla de 800 litros de capacidad. De las tallas salen vinos que no saben a madera, pero que en su versión blanca y tinta proporcionan una sensación astringente en la boca.

El vino de talla se cata en vasos de cristal, y no en copas de vino en la bodega Gerações da Talha. Teresa Caeiro es la que mantiene viva la bodega tradicional de su abuelo, que sumada a las poco más de 30 en Vila de Frades hace la resistencia contra la industrialización. Esta bebida sigue formando parte de ADN de esta localidad, algo que se percibe durante la vendimia, cuando todo el pueblo se vuelca en la recogida de la uva. Y también se constata en el novísimo Centro de Interpretación del Vino de Talla, un espacio que enseña la producción desde la construcción de las tallas hasta el producto final a través de instalaciones interactivas y contenidos multimedia.

Para maridar el vino de talla con la gastronomía alentejana, el restaurante País das uvas ofrece un menú para mesas completas. Cocido de garbanzos exquisitos y, de postre, arroz con leche. En grandes cucharadas, para todos. Pero este restaurante que sabe a domingo guarda un secreto: arcos romanos y una bodega subterránea con tallas que fueron encontradas en una reforma del espacio.

Las maravillosas baldosas de Estremoz

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Considerada la mayor y más importante colección privada de azulejos de Portugal, el Museo Berardo Estremoz se autodefine como "colección de colecciones". Eso porque además de las baldosas de Portugal y del mundo que se exponen, la propia casa que alberga el museo ya contaba con unas cuantas instalaciones de diferentes períodos. El caserío del siglo XVIII cuenta con más de 30 habitaciones y preserva frescos que ya colorían el techo en zona noble de Estremoz.

La primera exposición del museo, 800 años de la historia del azulejo es una invitación abierta a un viaje que empieza a través la cultura árabe y su influencia en la Península Ibérica. Pasa por las revolucionarias técnicas utilizadas en Sevilla y Granada durante siglos, y llega hasta los azulejos que transmiten pasajes bíblicos en las iglesias portuguesas. En las últimas plantas, los azulejos azules y blancos dan paso a movimientos artísticos de los siglos XX y XXI, donde destacan las piezas firmadas por Salvador Dalí. 

Sin embargo, para conocer la identidad cultural de Estremoz hay que mirar más allá de los reflejos de sus porcelanas. A escasas calles del Museo está el atelier de las hermanas Flores, dos de las más importantes 'bonequeiras' del consejo. El figurado de arcilla es una artesanía con más de tres siglos que nació de la necesidad entre vecinos de hacerse pequeños santos para oraciones caseras y representar la llegada de los reyes en el presepio. Parte de las más de cien figuras catalogadas pueden ser visitadas en el Centro Interpretativo de la muñeca de Estremoz,  inaugurado en 2021.