Calidad rural

Los pueblos de Ourense que multiplican la belleza de la Galicia Interior

Entre ondulaciones, cañones y bosques espesos, esta provincia demuestra que la Galicia rural es un tesoro por descubrir.

A Ourense siempre le ha marcado su caprichosa orografía. El haber estado regada por ríos escultores ha hecho que sus colinas se volvieran más vertiginosas y bellas si cabe. Pero en este curioso paisaje no solo brilla la viticultura heroica, el termalismo o los escarpados cañones. También los pueblecitos que no se conformaron con domesticar el entorno, sino destacar en él. 

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O Carballiño

A orillas del río Arenteiro se recuesta esta encantadora localidad que, sin ser muy grande, tiene hechuras capitalinas. Y es que no le falta de nada, ni un balneario vintage, ni un parque municipal versallesco lleno de pequeños monumentos ni una ribera por donde pasear sin rumbo. Eso sí, O Carballiño le debe casi todo a la curiosísima iglesia de la Vera Cruz, un templo monumental, fastuoso, con una torre que se eleva más de 50 metros y con una apariencia medieval con la que burla el hecho de haber sido construido hace unas décadas. No en vano, su arquitecto Antonio Palacios Ramilo pretendía aunar la estética sacra gallega en solo un icono. Resultado conseguido.

Ribadavia

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Ribadavia

A Ribadavia hay que tomársela muy en serio. No en vano, llegó a ser sede del gobierno de Galicia, lo que demuestra su relevancia histórica. Aquí se asentaron los celtas y los romanos no solo por lo bello del lugar, sino por las riquezas minerales de las aguas y montañas que lo rodean. Eso sí, durante el Medievo fue cuando se fue creando la villa que ahora se disfruta donde brillan sus fortificaciones, su permitas románicas, su rica judería y su casco histórico donde los clásicos soportales gallegos refugian de la lluvia y el sol a todo aquel que se quiera perder.

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Celanova

Es innegable que Celanova está un tanto monopolizada por su fastuoso monasterio de San Salvador. No en vano, se trata de uno de los complejos religiosos más completos de nuestra geografía, con elementos románicos, góticos, renacentistas y barrocos. Una preciosa evolución que se complementa con una monumentalidad apabullante y sorprendente. Sin embargo, más allá de sus muros, esta urbe sorprende con otras joyas como su coqueta plaza mayor, su sabroso mercado de abastos y la cercana villa de Vilanova dos Infantes.

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Allariz

Las riberas del río Arnoya dan la bienvenida a los viajeros con sus espacios verdes y sus puentes de piedra en lo que es una alegre entrada a esta localidad termal. En cuanto se comienza a callejear por su casco histórico aparecen las joyas de piedra que se suceden sin descanso y que crean un conjunto medieval arquetípico de Galicia y muy envidiable. Entre sus monumentos, sorprende la Iglesia de Santiago, los restos de la muralla, la judería y la Casa-Torre de Castro Ojea.

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Castro Caldelas

Presente en el imaginario rural gallego, este pueblo puede presumir de tenerlo todo para enamorar a los más urbanitas. Por supuesto, cuenta con un castillo que, desde lo alto, enamora por su fotogenia y atrae por su perfecto estado de conservación. Lo curioso es que, mientras se conquista, se va descubriendo una localidad atrapada en el tiempo, con calles empedradas hasta las cejas, casonas monumentales e iglesias de fachadas presumidas. Todo ello aderezado con un entorno espectacular, donde el río Eno y, sobre todo, el Sil, esculpen a sus anchas un territorio salvaje.

Celanova

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