Más allá de las casas colgadas

Los siete magníficos: pueblos de Cuenca que merecen un alto en el camino

Esta ruta por la provincia de Castilla La Mancha esconde pequeñas joyas en forma de castillos, callejuelas y plazas.

Podría decirse que la identidad de Cuenca se la dieron los ríos Júcar y Huécar con su curso y sus meandros, que dibujan un paisaje que aprovecharon sus habitantes a lo largo de los siglos. En los promontorios y cerros se ubicaron castillos que hoy explican el esplendor que tuvo este territorio durante la Edad Media. Dominados por imponentes fortalezas, estos cinco pueblos demuestran que, más allá de las Casas Colgadas, Cuenca tiene mucho patrimonio por ofrecer.

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Alarcón

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Alarcón

El río Júcar lo abraza con fuerza, casi por completo, a excepción de una pequeña lengua de tierra donde desde el siglo VIII reposan la puerta del calabozo y la Torre de Arma del Castillo de Alarcón. De hecho, la historia de este pueblo conquense está estrechamente ligada a la fortaleza árabe que se erige sobre un promontorio, ubicación que lo hizo inexpugnable y que hoy convierte al Parador Nacional que acoge en un alojamiento y mirador excepcional. A sus alrededores, las callejuelas aguardan las otras joyas arquitectónicas de Alarcón: las iglesias de Santo Domingo de Silos, de Santa María y de San Juan Bautista -con sus Pinturas Murales de Jesús Mateo-, así como el Ayuntamiento, la Casa de Villena y el palacio de los Castañeda. Todos ellos, con estilos propios, narran la historia de Alarcón y muestran cómo la localidad gozó de especial importancia hasta la segunda mitad de la Edad Media. 

iStock-96661575. Belmonte

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Belmonte

Otro de los castillos más espectaculares de la provincia de Cuenca es el de Belmonte, caracterizado por su exterior pentagonal, su muralla y puertas de San Juan, Chinchilla, Almudí, de Toledo y  Puerta Nueva. En el interior, destacan el patio de armas con base triangular, el artesonado mudéjar de las cubiertas y la decoración gótica de sus chimeneas. Igual que en el castillo, el paso del tiempo se hace hueco en todos los rincones del pueblo que reposa a sus pies a través del Palacio de Buenavista, el Convento de los Jesuitas, la Casa de Comedias o la Ermita de Nuestra Señora de Gracia. Pero si hay otro protagonista en Belmonte, es la Colegiata de San Bartolomé, de estilo mayoritariamente gótico, en la que destacan las puertas del Sol y de los Perdones.

iStock-1342056368. Cañete

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Cañete

Emplazado en el corazón de la Serranía de Cuenca, esta joya en forma de pueblo resiste al paso del tiempo entre montañas y barrancos surcados por el Cabriel y sus afluentes. El eco árabe permanece en Cañete gracias a los restos del castillo, de la muralla y las puertas de San Bartolomé y las Eras. Entre sus calles, que se tuercen y en ocasiones juegan a toparse con el caudal de los arroyos, se alzan la iglesia de Santiago, la de San Julián o la ermita de la Virgen de la Zarza. La Plaza Mayor es capaz de sintetizar el legado arquitectónico culto, popular y civil de Cañete y del resto de la provincia. Todo esto maridado con una buena dosis de naturaleza con seña de identidad: piedras talladas, cascadas y hoces.

shutterstock 754988443. San Clemente

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San Clemente

Se la conoce como la 'Pequeña Corte de La Mancha' por su importancia histórica durante el siglo XVI, cuando fue capital de la Mancha Alta y la Mancha de Montearagón y albergó a unas 80 familias hidalgas. Sin embargo, su importancia ya venía de lejos, pues en San Clemente se encuentra el puente romano mejor conservado de toda la provincia conquense. Todo su legado le llevó a ser declarado Conjunto Histórico-Artístico, entre los que también se encuentra el antiguo Ayuntamiento y la parroquia de Santiago Apóstol, reconocidos como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento. Su historia también se repasa en el Museo Etnográfico de Labranza y el Museo de Obra Gráfica, sede de la Fundación Antonio Pérez, con centro en Cuenca.

shutterstock 1919774480. Huete

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Huete

Allí donde confluyen los cursos del Cauda y el Borbotón con el río Mayor, se alza imponente Huete, con el Castillo de Luna presidiendo el cerro en el que se asienta capaz de mostrar la importancia del lugar durante el período árabe. Más adelante, ya entrada la Edad Moderna, se construyeron la Torre del Reloj, el Colegio de Jesuitas, la Iglesia de Nuestra Señora de Atienza, de estilo gótico, y la Iglesia de Santo Domingo. La era contemporánea también está presente en Huete, concretamente en el Museo Florencio de la Fuente, que aguarda obras de Villatoro, Salvador Dalí y Pablo Picasso, entre otros artistas. Además, muy cerca de Huete se encuentra uno de los tesoros romano de España, la antigua ciudad de Segóbriga, impulsada por Augusto. 

iStock-1336925929. Uclés

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Uclés

Los cultivos de girasol y cereales que rodean Uclés muestran su identidad conquense, sobre todo de La Mancha Alta. Frente a este espectacular paisaje, que asoma al final de la Sierra de Altomira y se puede admirar paseando por las huertas o acercándose al Sepulcro, se asienta el casco urbano en un juego de a dos con la pendiente del cerro. En lo más alto, se asienta el castillo árabe -del que quedan tres torres, un trozo de muralla y la torre albarrana- y el monasterio de Uclés. Las casas solariegas, entre las que destacan la casa de Pareja y Cedillo, la casa-palacio de los Torres, Velázquez y Cárdenas y los Fernández y Contreras completan la ruta arquitectónica por la localidad, así como el Pósito, el Ayuntamiento y la antigua Fuente de los Cinco Caños, ubicada frente a la Puerta del Agua.

Beteta

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Beteta

Al sur de la provincia, se encuentra situado a unos 1100 metros sobre el nivel del mar, entre los montes de Alcaraz y San Miguel. Tiene algunas riquezas monumentales por las que vale la pena hacer una parada: la iglesia parroquial de la Asunción, de portada plateresca; la PLaza Mayor, porticada en un lateral; las ruinas del Castillo o, a las afueras, la ermita de la Virgen de la Rosa del siglo XVII.

Pero es que además, el entorno natural de Beteta es de especial encanto. La Hoz de Beteta, a un paso del pueblo, es un maravilloso escenario que la naturaleza ha esculpido en la roca conquense. Aquí el río Guadiela atraviesa el terreno formando un cañón fluvial con paredes de más de 80 metros, que transcurre durante unos seis kilómetros. Esta brecha a su paso se ha convertido en un jardín natural. A pocos kilómetros se encuentra el Real Sitio de Solán de Cabras, donde desde el siglo XVII las personas acudían a tomar las aguas. Allí se construyó un balneario que sigue existiendo hoy en día. El visitante disfruta de la bondad de sus propiedades, así como de caídas, cascadas, riachuelos y otras manifestaciones de su fuerza.

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