Arponeros astures de Luarca, dura raza señora del Océano, domadora del viento y de la ola, rival del ballenato entre la espuma. El viajero que llega a la Mesa de los Mareantes y se encuentra con esta inscripción e ilustraciones de la caza de ballenas, de batallas navales y veloces bergantines, pensará que acaba de desembarcar en el puerto de Nantucket si no fuera por las banderas de Asturias.
Es este el primer escenario de un recorrido salpicado por el Cantábrico para empezar a tomar conciencia del vínculo de la Villa Blanca con el mar. Un vínculo que ha marcado la idiosincrasia de este puerto de origen medieval, desde su economía a su paisaje y biodiversidad pasando por una gastronomía que rinde culto a los tesoros escondidos entre la ola y el arrecife.