Visita guiada

Guía para disfrutar (y comprender) el templo de Luxor

Ubicado en la antigua Tebas, este santuario es una de las ruinas más apasionantes de Egipto.

La moderna ciudad de Luxor, edificada sobre las ruinas de la antigua Tebas, la que fue capital de Egipto durante el Reino Nuevo, acoge el templo de Luxor. Este goza de una ubicación inmejorable, en pleno casco urbano y en la Corniche de Luxor, enfrente del muelle donde se toma el ferri para cruzar el Nilo. Además, el templo ofrece la posibilidad al viajero de poder visitarlo por la noche.

Este recinto fue concebido como un complemento del otro gran templo de la ciudad, el de Karnak, y su construcción fue impulsada principalmente por los faraones Amenhothep III y Ramsés II. Este último lo terminó tal como se conoce hoy en día. Es uno de los templos mejor conservados del antiguo Egipto y visitarlo es adentrarse en el fascinante mundo de los dioses, donde solo podían acceder los sumos sacerdotes y, por supuesto, el faraón.

1 /8
shutterstock 698969194. Una avenida entre dos templos

Foto: Shutterstock

1 / 8

Una avenida entre dos templos

Aunque el acceso a los visitantes se sitúa en otra parte, la visita a Luxor empieza delante del único pilono de este templo. Pero antes de cruzar esta puerta de entrada se debe mirar hacia atrás y pasear por la avenida de las esfinges, o más bien lo que queda de ella. Esta avenida o dromos, interrumpida por la carretera en la actualidad, tenía una longitud de casi 3 km, una anchura de unos 70 m y unía los dos templos más importantes de la antigua Tebas: el de Luxor y el de Karnak. En su día estaba flanqueada por 1.400 esfinges, mitad hombre, mitad león, y se recuperaron 650 en las excavaciones. Sin embargo, no era un lugar para pasear como si fuera una rambla; era un camino procesional. La estación de la inundación (que iba de mediados de julio hasta mediados de noviembre), cuando el río Nilo crecía e inundaba los campos de cultivo, era una época de poco trabajo y se celebraban entonces numerosas fiestas religiosas, como el multitudinario Festival de Opet. Consistía en una procesión en que los sacerdotes transportaban las barcas de la tríada tebana, compuesta por el dios Amón, su esposa Mut y el hijo de ambos, Konshu, desde el templo de Karnak hasta el de Luxor por la avenida de las esfinges. Permanecían allí un tiempo y el regreso a Karnak se realizaba por el río aprovechando el curso de la corriente.

shutterstock 1218880864. Una puerta de acceso al mundo de los dioses

Foto: Shutterstock

2 / 8

Una puerta de acceso al mundo de los dioses

A punto de entrar en el recinto, un enorme obelisco, que simboliza un rayo de sol petrificado, sorprende al visitante. Su altura de 25 m casi obliga a mirar hacia arriba y se pierde el detalle de los cuatro babuinos que decoran su base. En su origen, iba acompañado de otro obelisco que fue donado a Francia en 1831 y que ahora puede verse en la plaza de la Concordia de París. No menos impresionantes son los dos colosos sedentes que flanquean la entrada y al que representan al faraón Ramsés II. Este soberano, que reinó más de 60 años y fue un gran constructor, se hizo representar en estatuas colosales en diversos templos donde se le rindió culto como a un dios. No es de extrañar que en la fachada de este pilono, Ramsés II ordenase grabar escenas de la legendaria batalla de Qadesh en las que se muestra victorioso e invencible contra los hititas. Más allá de este valor propagandístico que agrandaba la figura del rey, los pilonos eran como una puerta de acceso al mundo de los dioses y también un “cierre de seguridad” que impedía que el caos llegara a penetrar en el mundo divino. Es por ello que sus fachadas estaban decoradas con escenas del faraón luchando contra los enemigos de Egipto (el caos), ayudando así a mantener el maat (el orden). Al fin y al cabo, el faraón era el único ser humano capacitado para servir de intermediario entre el mundo terrenal y el divino.

iStock-1299642198. La extraña mezquita

Foto: iStock

3 / 8

La extraña mezquita

Tras cruzar el pilono, a la izquierda aparece la parte trasera de una mezquita, la de Abu el Haggag, que fue construida en el siglo XIII sobre las ruinas del templo de Luxor. Aunque nada tiene que ver con el antiguo Egipto, su altura respecto al suelo revela, de forma muy gráfica, hasta qué punto el templo estuvo enterrado. De hecho, su presencia ha impedido excavar el templo de Luxor completamente.

shutterstock 131646860. Una columnata para el faraón

Foto: Shutterstock

4 / 8

Una columnata para el faraón

Enfrente de la mezquita, a la derecha, se alza una columnata que forma parte del patio de Ramsés II, compuesta por 74 columnas papiriformes distribuidas en dos hileras. Entre las columnas se intercalan estatuas colosales (muchas sin cabeza) que representan a Ramsés II. Este era el único lugar al que el pueblo tenía acceso durante las procesiones religiosas. Lo más llamativo de este patio son dos colosos de Ramsés II entronizados que recuerdan a los de la entrada del pilono, aunque estos son de menor tamaño y de un color más oscuro ya que fueron esculpidos en granito negro. Su esposa preferida, la bellísima Nefertari, está junto a su pierna. Su reducido tamaño hace que este detalle pase desapercibido.

 

El tramo entre el pilono de la entrada y este punto es una ampliación del templo llevada a cabo por Ramsés II. Los faraones posteriores poco más hicieron que grabar sus cartuchos (sus nombres rodeados de un círculo) o tallar algunos relieves en los huecos que quedaban libres.

iStock-1322616181. Capiteles que florecen

Foto: iStock

5 / 8

Capiteles que florecen

Los dos colosos sedentes de Ramsés II marcan el inicio de la columnata de Amenothep III: dos filas de siete columnas de 16 metros. Estas estaban decoradas con vistosas escenas del Festival de Opet. A diferencia de las columnas del patio de Ramsés II, que hemos dejado atrás, estas tienen el capitel papiriforme abierto. El papiro, además de ser un soporte de escritura, era una planta que crecía en las marismas del delta del Nilo. No solo proporcionaba el material para la escritura, sino que también servía de alimento y con su tallo se elaboraban cuerdas, cestos, muebles, calzado e incluso barcos. Dada la abundancia de esta planta en el paisaje fluvial a orillas del Nilo, fue uno de los motivos preferidos por los artistas egipcios. Se encuentra en las columnas y relieves de los templos, así como en los amuletos funerarios y en multitud de objetos cotidianos. Por desgracia, esta planta fue víctima de la sobreexplotación y desapareció de las riberas del Nilo a finales del siglo XVIII. Actualmente, el papiro silvestre se encuentra en el valle del Jordán, en Israel, y también en Sicilia, posiblemente introducido en época grecorromana, y en ciertas regiones del África tropical.

iStock-1217308412. Una belleza columnada

Foto: iStock

6 / 8

Una belleza columnada

La columnata conecta los dos patios del templo: el de Ramsés II y el de Amenhotep III. Ambos están rodeados por dos hileras de columnas papiriformes cerradas pero al menos en este no hay una mezquita en medio y uno se puede hacer una idea de lo que fue el patio en su día. Los patios estaban al aire libre, como ahora, y el resto del templo se encontraba techado, incluida la columnata de Amenthotep III.

En 1989, en este patio se halló un verdadero tesoro arqueológico: un escondite que contenía 26 estatuas faraónicas, hoy expuestas en el museo de Luxor, que merece la pena visitar. Estas esculturas, muy bien conservadas y de gran belleza, fueron enterradas por los sacerdotes del templo en época romana para dejar sitio a otras destinadas al culto imperial, al que estaba dedicado Luxor entonces. Cabe recordar que tras la victoria en la batalla de Actium (31 a.C), contra Marco Antonio y Cleopatra, el emperador Augusto convirtió Egipto en una provincia romana.

shutterstock 1583794789. En la intimidad del templo

Foto: Shutterstock

7 / 8

En la intimidad del templo

Si en los patios las columnas toman la forma de un atrio, en la sala hipóstila aparecen como un disciplinado ejército pétreo en orden de marcha. Esta estancia, compuesta por 32 columnas papiriformes y distribuidas en cuatro hileras, era el vestíbulo a través del cual se accedía a la Sala de las Ofrendas, el Santuario de la Barca y la Sala del Nacimiento. Estas estancias rodeaban la parte más íntima del templo, la que acogía la estatua del dios Amón: el sanctansanctórum.

La función de los templos egipcios era proporcionar una morada terrenal a los dioses, es decir, una construcción en piedra que albergara su estatua. A partir del Reino Nuevo, la época de mayor esplendor, estas construcciones sagradas pasaron a tener unos elementos fijos: un pilono de entrada, un patio columnado, una sala hipóstila y un sanctansactórum. El tamaño asequible del templo de Luxor permite al viajero familiarizarse con estos elementos, pero sin llegar a saturarse.

shutterstock 1821795635. Una capilla para los emperadores... ¡romanos!

Foto: Shutterstock

8 / 8

Una capilla para los emperadores... ¡romanos!

No obstante, en esta parte final del recorrido, quizá la menos llamativa, se encuentra un elemento atípico, que no se repite en ningún otro templo: un santuario romano dedicado al culto imperial, con pinturas de emperadores romanos que se superponen a las figuras de los faraones. En el siglo III d.C., el recinto del templo fue fortificado y convertido en un fuerte romano, hasta que cayó en el olvido.