Se ha hecho esperar, pero ha merecido la pena. Madrid estrena no solo la reforma de su emblemática Plaza de España tras dos años y medio de obras, también toda una nueva planificación urbanística que confiere cierta unidad a algunas de las zonas mas bellas y monumentales de la ciudad, a espacios públicos que hablan de la historia de Madrid y que invitan a disfrutar de sus plazas, jardines y nuevos paseos.
La obra recién inaugurada es de calado: soterra el tráfico en superficie, suprime pasos elevados, amplia túneles, crea nuevos espacios verdes, de ocio y de recreo, y, lo que parece especialmente importante, comunica peatonalmente y por bicicleta zonas de gran valor antes no conectadas. Por las posibilidades que aporta a la ciudad y a sus habitantes, podría compararse al célebre High Line neoyorquino: es la mejor invitación para disfrutar sin prisas y sin coches de una agradable zona de Madrid. De ese Madrid con las mejores puestas de sol, el Madrid que mira a Oriente, el Madrid elegido por los árabes cuando la ciudad era Magerit, por los Austrias cuando establecieron en ella la corte. Un High Line con mucha historia y elegantes farolas fernandinas.

Monumentalidad conectada
Ocho enclaves históricos de Madrid quedan ahora conectados, lo que sin duda convierte este corazón urbano en un nuevo reclamo para vecinos y visitantes de una ciudad que se reivindica en su condición de villa histórica, con una personalidad propia a veces desdibujada por su condición de capital del Estado. Una ciudad que mira a su pasado de una manera diferente y que está viviendo un momento dulce, especialmente en su centro histórico. Ahora se puede pasear de forma continua por buena parte de él: el Parque del Oeste, el Templo de Debod, la Casa de Campo, el Campo del Moro y los jardines de Sabatini, Madrid Rio, la Plaza de Oriente y la propia Plaza de España. Tras mas de dos años de cierre, los madrileños se adentran en ésta última y sus aledaños recién abiertos con curiosidad y ganas de conocer de primera mano una parte crucial de la urbe.
El tiempo no acompaña. La temperatura es baja. Se ven los primeros guantes en las manos de los viandantes. Pero hay esa luminosidad tan propia de Madrid incluso cuando está cubierta de nubes y tan difícil de encontrar en las capitales del Norte de Europa. El horizonte está limpio y el paseo es especialmente hermoso si la ruta arranca frente al Palacio Real, en la Plaza de Oriente, en dirección a la Plaza de España y se van descubriendo así las novedades.

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Imagen de la nueva conexión peatonal entre el Palacio Real y Plaza España.
Foto: Ayuntamiento de Madrid
Es ahí donde está este High Line regio, que discurre por unas plataformas peatonales ajardinadas, donde se alterna el verde y el adoquín allí donde antes había un paso elevando de vehículos construido a finales de los años 60. Todavía quedan algunas vallas por quitar y no toda la reforma está completa, especialmente las zonas adyacentes a los Jardines de Sabatini. La vegetación recién sembrada asoma tímidamente. Hay mas zonas marrones que verdosas y el suelo está sembrado de hojas amarillas y tostadas. Pero los nuevos senderos peatonales y para bicicletas hablan de un nuevo Madrid. La histórica calle Bailén se ha peatonalizado ahora hasta “su desembocadura” en la Plaza de España. Las tiendas de souvenirs siguen aún cerradas y el grafiti se ha apoderado de sus cerramientos metálicos. Han sido testigos de las prolongadas obras que han impedido el paso de los viandantes durante casi 700 días. De la pandemia. De la falta de turistas. Pero volverán a abrir. Es cuestión de tiempo.
La plaza que aún tiene que venir
Como lo es que restos arqueológicos encontrados en esta vía, correspondientes al Palacio de Godoy y los contrafuertes de las antiguas Caballerizas Reales, sean presentados en sociedad en la forma prevista por el Ayuntamiento. Musealizados, en expresión técnica. Esta parte del conjunto se convertirá en una especie de “paseo arqueológico” junto al Senado y los jardines de Sabatini. Los restos aparecieron durante la excavación del túnel de Bailén y su hallazgo supuso una de las causas del retraso de unas obras que, en cualquier caso, no han concluido del todo. Son algunos los flecos que quedan por rematar, como la nueva localización de la fuente situada en la Plaza de España, la Fuente de la Concha, sita hasta antes de las obras justo delante del conjunto escultórico cervantino y que ha desaparecido con la reforma. “¿Pero, qué han hecho con la fuente?”, se extraña un vecino observador. Este es uno de esos flecos.

Más peatonal
La reforma destaca por ofrecer una nueva Plaza más peatonal y con carriles bici
Foto: Ayuntamiento de Madrid
La fuente será recolocada en Bailén, en la zona de la calle Ferraz, en la otra parte de la Plaza de España. Esa es la parte de la plaza mas arbolada, en la que ahora se han colocado un buen número de columpios, para niños y no tan niños. Los arquitectos del proyecto (estudios Porras La Casta y Guadiana, también autores de Madrid Río) han bautizado esta zona como Isla de Barataria, esa isla imaginada por Cervantes donde Sancho fue nombrado gobernador. Las figuras de ambos continúan en el conjunto escultórico con la misma ubicación original de 1929. En un momento se consideró la posibilidad de que encararan el Edifico España en vez de la Casa de Campo, razón por la cual la Comunidad de Madrid declaró al conjunto monumental Bien de Interés Patrimonial (BIP) e impidió los planes del anterior equipo municipal respecto a las estatuas. “Las figuras miran hacia la Mancha”, comenta junto a ellas un observador de cierta edad a quien se parece su nieto, más interesado por llegar a la zona de los columpios que en viejas batallas quijotescas.
La orientación de las figuras no parece importar a los numerosos curiosos que se acercan a hacerse fotos junto a este emblemático monumento que ha estado fuera de la mirada del público durante mas de dos años. A pocos metros de él, en la zona de la plaza mas cercana a la calle Princesa, se encuentra el futuro Café de Cervantes, todavía en obras, un pabellón de 250 metros que tendrá terraza adyacente. A muchos transeúntes les llama la atención que esté pintado de verde. “Esto no pega nada, no”, se oye decir. La razón no es otra que pronto estará cubierto de vegetación, o al menos así ha sido diseñado y concebido. Sus formas orgánicas podrían recordar ligeramente a la obra de Zaha Hadid en la Serpentine Gallery de Londres. Al parecer, los trabajadores ya la han bautizado como “la ballena”, precisamente por estas formas.

Orientación
La orientación de la estatua principal de la plaza fue objeto de debate durante la remodelación.
Foto: Ayuntamiento de Madrid
Una ballena verde varada en una antigua parcela de huertas y cultivos, hasta que el Rey Carlos III decidió ubicar en esos terrenos el convento de San Gil, sito hasta entonces en la Plaza de Oriente. Los frailes nunca llegaron a trasladarse a una edificación cuyas obras empezaron en 1789 pero que en realidad nunca concluyeron. Durante la ocupación francesa, José Bonaparte instaló allí una guarnición para garantizar la mejor defensa del Palacio Real, y fue así que de convento pasó a cuartel, el cuartel de San Gil. El solar fue vendido posteriormente por el Ministerio de la Guerra en 1896 y se incorpora a ese Madrid que puso el broche a la Gran Vía en 1927, un broche amplio, ajardinado y monumental.
Una buena visión de todo este conjunto, una vez bien paseado, se puede obtener especialmente desde la terraza del Hotel Riu, en el Edificio España, si bien habrá que esperar hasta el próximo día 17 de diciembre para que el solicitado roof top madrileño reabra tras ciertas obras de acondicionamiento. Y vuelvan los selfies en esa pasarela de cristal no apta para quienes padecen de vértigo. Y ahora sí, se pueden hacer también fotos con este nuevo Madrid como magnífico fondo que, finalmente, termina no solo con 30 meses de obras sino con la anomalía de tener un inexplicable espacio mal concebido y mal aprovechado en pleno corazón de la ciudad. Bienvenidas pues, las ballenas verdes y las islas baratarias.