
Castellónel paisaje se va transformando en pliegues y se arruga en un puñado de sierras cuyos perfiles, más que de roca, parecen de corchoun territorio recogido que cabalga por el Levante entre las provincias de Castellón y TeruelReconquista
Conforme se da la espalda a la costa de
y el camino se dirige hacia el interior,
. Cerros recortados por un viento que a veces los deja esculpidos como muelas de una dentadura de piedra: de hecho los llaman molas. Así es la comarca del Maestrazgo,
, cuyo nombre procede de los grandes maestres (Maestrazgo) de las órdenes medievales, especialmente la del Temple, que llegaron acompañando a las huestes reales de la
de estos, por entonces, dominios musulmanes.
En uno de los cerros del Maestrazgo se asienta Morella, nuestra primera etapa, y aún más arriba, precisamente sobre una mola, su viejo castillo del siglo XIII. La mejor vista del pueblo se consigue desde abajo, a pie de monte, antes incluso de traspasar sus murallas. Si desde ese punto Morella se asemeja a una visión de ensueño, cuando se alcanzan sus interiores la villa se convierte en una caja que guarda unos cuantos tesoros, entre ellos estrechas y enlosadas callejuelas como la porticada de Blasco de Alagón. Calles que aún amparan comercios familiares y tiendas a cuya puerta cuelgan las vistosas y típicas mantas morellanas y otras prendas de lana.
la iglesia arciprestal de Santa María la Mayorun cuenco medieval donde conviven leyendas y recuerdos de su historia
En Morella hay que visitar
, de fachada gótica y un interior que en la penumbra esconde otro tesoro: la hermosa escalera de caracol que sube al coro y que también parece invitarnos a ascender a un inquietante mundo de fantasía. Así es Morella,
, como el rumor de la cabalgadura de aquel mítico guerrero del siglo XIX que fue Cabrera, apodado el Tigre del Maestrazgo.
Si Morella tiene alma y muros medievales, el pueblo de Mirambel, a unos 30 kilómetros cruzando a tierras de Teruel, también habla de aquella época tan épica. Resulta curioso cómo, cuando alguien se aproxima al pueblo observa casi de improviso, debido a cierto efecto óptico, la torre de la iglesia de Santa Margarita, así, sin el pueblo, solo la torre implantada en medio del campo. En Mirambel el medievo está presente e inalterado en caserones, puertas nobles, balcones y callejuelas empedradas, incluso en los restos de su castillo templario. Rastros de lo antiguo como esa filigrana que es el Portal de las Monjas, con una galería de tres plantas cerradas con celosías. Con todo, parece que su casco antiguo nació antiguo, y está tan bien conservado que en 1982 ya se le concedió el premio "Europa Nostra".
En 1307 los templarios se atrincheraron aquí cuando las tropas de Jaime II llegaron al Maestrazgobuitres leonados
A media hora de Mirambel está Cantavieja, población definitivamente templaria. Su castillo, su trazado, todo evoca a aquellos monjes y caballeros guerreros.
para expulsar al Temple de estas tierras. Pocos vestigios quedan, pero permanece el paisaje donde tuvieron lugar aquellas gestas. Se contempla al acudir al mirador vecino a la iglesia de la Asunción, cerca de la porticada plaza del Ayuntamiento, desde el que se mira a la campiña del Maestrazgo sobre la que, mecidos por el viento, se ven volar
.
Todavía en la provincia de Teruel, La Iglesuela del Cid es otro pueblo cuyo emblema es la Torre de Nublos, vestigio de un castillo templario, cuya estampa medieval es suficiente para incluir a La Iglesuela en esta lista de villas pequeñas, pero de larga historia. A ello contribuye también su fuente de los Tres Caños, que resguarda sus chorros en un porche blanco y acogedor. Pero lo que más asombra del pueblo es el silencio y la soledad que hay al recorrer sus calles o cuando se visita el pulcro patio de rampas y llamativas escaleras de la casa señorial Matutano-Daudén.
De regreso a tierras de Castellón, tras salvar una carretera de curvas serranas, surge al fondo, también sobre un cerro y al pie de una muela, el pueblo encalado de Ares del Maestrat. También fue templario, como lo anuncian los restos de su castillo. Pueblo agarrado pues al monte, tiene calles en cuesta por las que, contra viento y a favor de la historia, se pasa entre murallas y por una plaza con soportales de piedra antes de coronar la muela. Desde allí el paisaje abruma y la realidad casi se convierte en leyenda, porque arriba, casi inadvertida, hay una pileta en la que dicen que, cuando llueve, el agua se vuelve roja, rememorando la sangre de los cristianos decapitados por los moros.
A 2 kilómetros de una pedanía de Ares fue encontrada una muestra de arte rupestre levantino
Pero la historia de esta parte del Maestrazgo va más lejos del fundamento medieval, y es que a 2 kilómetros de una pedanía de Ares, La Montalbana, un camino agreste conduce hasta un par de abrigos de roca donde fue encontrada una muestra de arte rupestre levantino, aproximadamente de hasta 7.000 años de antigüedad. La Cova Remigia y El Cingle cobijan pinturas que representan, principalmente y con un realismo prodigioso, figuras humanas, animales, escenas de caza, incluso una estampa parietal de lo que quizás pueda ser un enjambre de abejas. Estas dos cuevas forman parte de un conjunto de arte prehistórico más amplio que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad en 1998.