Islas Seychelles

Mahé, Praslin y La Digue

Playas coralinas y bosques tropicales en medio del océano Índico

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Mapa: BLAUSET

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Las islas interiores de las Seychelles

1 Mahé. La mayor isla del archipiélago alberga la capital de la república y el único aeropuerto internacional. Tiene tres parques nacionales: uno de montaña y dos marinos.

2 Victoria. El mercado y la torre del Reloj constituyen el centro de la ciudad. Vale la pena visitar el jardín botánico y la colonial Maison des Capucins, junto a la Catedral.

3 Praslin. Sus visitas principales son el Valle de Mai, la playa Anse Lazio y la isla Curieuse.

4 Valle de Mai. Las palmeras coco de mer son la sorpresa de este Parque Nacional y Patrimonio de la Humanidad.

5 La Digue. Es la mejor conservada del grupo de Islas Interiores. Sin vehículos de motor, tiene la playa con rocas graníticas más espectacular, Source d’Argent.

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La Digue

Famosa por sus playas de arena blanca y rocas graníticas, pertenece al grupo de las Inner Islands. El archipiélago está compuesto por 115 islas.

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Mahé

El pueblo pescador de Bel Ombre, cerca de Victoria, es uno de los que guardan más leyendas de piratas.

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El color de Victoria

La primera mañana en la capital debe reservarse a contemplar mansiones coloniales como la Maison des Capucins y a pasear por el mercado, un recinto de 1840 donde se vende fruta, pescado fresco, guindillas y especias. En el piso superior trabajan los artesanos de la madera, las conchas y los textiles. Más tarde conviene asomarse al balcón del café Le Rendez-Vous para conocer de un vistazo sus coloridas calles y sus monumentos: la Torre del Reloj (1903), la Catedral católica (1907) y el palacio Presidencial (1913).

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Isla de Praslin

Anse Lazio, de arena blanca y bordeada por palmerales, constituye el arquetipo de playa de Seychelles.

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Un paraíso submarino

Con 300 especies de peces y más de 30 tipos de coral, además de tortugas marinas, no resulta extraño que Seychelles sea uno de los destinos para submarinistas más apreciados del planeta. El Parque Marino de Ste. Anne, a 15 minutos en barco desde Mahé, es el enclave más accesible, pero existen muchos más: la plataforma coralina de Desroches Drop, Cocos Island, Coral Gardens, Whale Rock y el atolón de Aldabra, declarado Patrimonio de la Humanidad. Los centros de buceo ofrecen jornadas enteras e incluso inmersiones nocturnas.

GUIDO COZZI / FOTOTECA 9 X 12

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Valle de Mai

La red de senderos de este parque nacional, en la isla de Praslin, discurre por bosques con palmeras endémicas.

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Animales únicos

Seychelles es el hogar de multitud de especies endémicas. Entre las terrestres hay el camaleón tigre, la lagartija verde y la tortuga gigante, cuya colonia más accesible está en la isla Curieuse, cerca de Praslin. Los últimos censos de aves hablan de 13 especies y 17 subespecies únicas en el mundo. Y cada isla tiene su propia variedad: en Praslin, el loro negro, el suimanga y la paloma azul; en La Digue, el papamoscas; en la isla de Frégate habita el tordo de las Seychelles, una de las rarezas más buscadas.

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La Digue

Bloques de granito pulidos por el agua del mar ocupan la playa Source d’Argent, la más famosa de la isla.

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La Digue

Una típica casa criolla.

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La Digue

El muelle de La Passe.

Tendido en el océano Índico, el archipiélago de las Seychelles ha pasado en cuatro siglos de ser un refugio de piratas a convertise en el destino soñado por millones de viajeros. Sus 115 islas –únicamente treinta están habitadas– lo tienen todo para enamorar: sol todo el año, clima tropical, playas coralinas, una flora endémica y una valiosa vida marina. La ruta imprescindible por este paraíso visita Mahé, Praslin y La Digue, las islas que concentran más servicios y también una mayor diversidad de atractivos.

La primera etapa del viaje es la isla de Mahé, la mayor y la que dispone del único aeropuerto internacional de las Seychelles. Apenas once kilómetros lo separan de Victoria, la capital, que ofrece el primer contacto con los isleños, gente amable de rasgos que denotan una mezcla de orígenes africanos, chinos, indios y europeos. Esta diversidad étnica ha legado una cultura culinaria, musical, arquitectónica y artística repleta de matices y en la que abundan las leyendas de piratas. Cualquier niño de las islas cuenta a los turistas las hazañas de John Taylor, Jean François Hodoul –el Château Mamelles, de 1804, fue una de sus dos residencias en Mahé– y de otros bucaneros que ocultaron cofres con joyas y monedas de oro en algún lugar del archipiélago. El último tesoro del que se tiene noticia todavía se sigue buscando junto a la playa de Bel Ombre, en Mahé.

Varias líneas de autobús recorren la isla tomando la pequeña estación de Victoria como punto de partida y llegada. Montar en estos rudimentarios vehículos es una estupenda oportunidad para compartir asiento con gente que va y viene al mercado de Victoria, trabajadores de la zona y estudiantes que regresan a sus casas al acabar la jornada. Unos pocos kilómetros de ruta en autobús y el viajero ya ha aprendido que es imprescindible gritar «devant!» para que el conductor se detenga.

Plantaciones de té y vainilla

El autobús es un buen medio de transporte para alcanzar las mejores playas: Beau Vallon, Baie Lazare, Anse Royal –tres kilómetros de arena protegidos por una barrera coralina–, Anse aux Pins, Anse Soleil y Anse Takamaka, con rocas de granito emergiendo en la misma orilla. Lugares imprescindibles del interior son las ruinas de The Mision, un orfanato anglicano para huérfanos de los esclavos liberados, y el vecino mirador sobre la bahía de Mahé.

A continuación, hay que seguir hacia Port Glaud para ver las plantaciones que rodean la fábrica donde se elabora té de citronela, naranja, menta y vainilla, un legado del dominio británico durante el siglo XIX. El broche de oro al recorrido por Mahé es el Jardin du Roi, a quince minutos de Victoria en coche. Creado por colonos franceses a finales del XVIII para cultivar especias, este vergel hoy alberga un pequeño terrario con tortugas gigantes de las Seychelles.

La segunda etapa del viaje es la isla de Praslin, situada a 44 kilómetros de Mahé y conectada por catamarán y avión. Con 7.000 habitantes, es la única isla además de Mahé que tiene carreteras y autobuses de línea. Sus playas son de auténtico ensueño, pero el mayor atractivo es el Valle de Mai, un bosque prehistórico declarado Patrimonio de la Humanidad por no haber sufrido cambios desde su origen y por ser el hábitat de uno de los frutos más curiosos del planeta: el coco de mer. Dicen que el nombre responde a la leyenda ancestral de que esta palmera surgió del fondo del océano. Teorías aparte, el coco de mer es el fruto de una palmera que solamente crece en Praslin y en alguna otra isla del archipiélago, como Curieuse y Silhouette. Tarda más de veinte años en dar sus primeros frutos, que pueden llegar a pesar veinte kilos. Pero no es su tamaño lo que más llama la atención, sino su parecido con el pubis y las nalgas femeninas.

Tras el paseo por el valle de Mai apetece sentarse en algún restaurante sencillo a probar la deliciosa comida de las islas mientras se contempla el mar. El gran aliciente de la gastronomía de las Seychelles es que, utilizando la inmensa variedad de frutas tropicales, ha sabido fusionar las influencias francesas, africanas e hindús. El plato estrella es la parrillada de pescado con arroz muy especiado y una ensalada criolla de palmito como acompañamiento.

Las playas de Praslin

Es hora de conocer las hermosas playas de Praslin, la mayoría accesibles con las líneas 61 y 62 de autobús. La más espectacular es Anse Lazio, cuya preservación se ha convertido en una prioridad para el gobierno. La luz de esta isla ha atraído a decenas de pintores locales y extranjeros, que exponen sus obras en galerías o en puestos callejeros. La pintura, la arquitectura y la literatura de las Seychelles, como su cocina, son una armoniosa amalgama de influencias europeas, africanas y asiáticas.

Una corta escapada a la cercana isla Curieuse permite conocer otro de los rincones naturales más valiosos del archipiélago. Aquí crece la palmera del coco de mer, hay manglares frondosos y vive una colonia de tortugas gigantes. El único edificio de la isla es el del museo y centro de visitantes, que ocupa la antigua residencia del doctor que dirigía la isla cuando ésta acogía un lazareto para enfermos de lepra en la segunda mitad del siglo XIX.

La última etapa del viaje a las Seychelles es La Digue (10 km2), la isla que menos parece haber cambiado en el último siglo. El trayecto en barco desde la cercana Praslin apenas dura media hora y desembarca en La Passe, un pintoresco puerto con tiendas que ocupan casas de arquitectura criolla. Durante un recorrido por el interior se observan antiguas casas coloniales, senderos y alguna pequeña carretera –casi nueva porque no existían hasta hace unos pocos años– para dar paso a las bicicletas y a los carros de bueyes.

La Digue es la isla con mayor riqueza ornitológica del archipiélago, algo fácil de comprobar a lo largo de una excursión a pie o en bicicleta, en la que es posible ver el papamoscas negro, la única ave del paraíso que queda ya en las Seychelles. Entre los enclaves ineludibles de la isla conviene mencionar la Union Estate, una vieja plantación de coco y vainilla que contiene además una fábrica de copra –la pulpa de coco era una mercancía muy apreciada en el siglo XIX–, un terrario con tortugas gigantes y un cementerio donde reposan los restos de los primeros colonos franceses. A unos pasos de la mansión aún se ve el molino y el buey girando para prensar la pulpa de coco.

¿rocas o esculturas?

No hay que andar mucho desde el molino para alcanzar la playa más bonita de Seychelles: Anse Source d’Argent. Enclavada justo en medio de la costa occidental, basa su atractivo en las rocas graníticas que, como lomos de ballenas o como puntiagudas crestas, destacan sobre la arena blanca y las aguas transparentes. La gente de la isla explica que Ian Fleming, tras visitar el archipiélago en 1958, se inspiró en este paradisiaco rincón para escribir la novela Sólo para tus ojos de su agente James Bond. Ante tanta maravilla, no sorprende que sea la única playa que cobre entrada.

Anse Source d’Argent es bellísima pero las mejores playas de La Digue para disfrutar de un baño en el Índico son Anse Patates y Anse Sevère, en el sur. Sus aguas tranquilas son idóneas para practicar el buceo con tubo y aletas y saborear un cóctel de frutas sobre la arena blanca.

PARA SABER MÁS

Documentación: pasaporte, billete de regreso y una reserva de alojamiento.
Idioma: inglés, francés y criollo.
Moneda: rupia de Seychelles.
Diferencia horaria: dos horas más que en España.
Salud: Se recomienda beber líquidos y protegerse del sol.
Cómo llegar: Madrid y el aeropuerto de la isla de Mahé están conectados por vuelos que hacen escala en Qatar o en Dubai.
Cómo moverse: Las islas de Mahé y Praslin son las únicas que tienen líneas de autobús y donde se pueden alquilar coches o motocicletas. Se conduce por la izquierda. En La Digue la gente se traslada en bicicleta. Transbordadores, vuelos domésticos y helicópteros conectan las islas entre sí.
Alojamiento: Todos los hoteles de las islas ofrecen buenos servicios y se enmarcan dentro de la franja alta. Además de complejos de lujo, también hay hoteles pequeños y más sencillos.
Festivales: Durante todo el año y en varias localidades tienen lugar los «bazares», donde suena la música criolla, se venden objetos artesanos y se sirve comida de las islas. El de Victoria, Labrinn y Ovan son los más animados de Mahé.

Turismo de Seychelles