Los caprichos de la geología quisieron que el pequeño archipiélago de Malta, tres islas que por poco superan los 300 kilómetros cuadrados, quedara clavado en el centro del mar. A mitad de camino entre Europa y África, a medio viaje entre Gibraltar y Jaffa (Israel). Malta es el territorio europeo más meridional situado en el Mediterráneo, y los siglos acumulados de la gente que aprovechó la encrucijada han derivado en la riqueza histórica, patrimonial y cultural de un país que ahora los viajeros disfrutan. Y, además, la geología no se mostró solamente caprichosa en el emplazamiento, sino también en algunos de sus enclaves mágicos.
Valetta, la capital con más de 450 añosla mezcla de árabe, británico e italiano que tiene todo el país
La
, se sitúa en la punta de flecha pétrea que preside el Gran Puerto, histórica entrada a la isla de Malta. Paseando por su ordenado casco viejo y contemplando sus monumentos uno comprende
, y halla en la mixtura una poción muy natural. La concatedral de San Juan es un delirio barroco que resulta muy siciliano; en las ventanas de las casas se aprecia un toque genovés o veneciano; en el aroma de las comidas que salen de las casas todo hace pensar en Túnez; en los museos y el carácter de los malteses se comprueba una distinción inglesa. Los continuos asedios del pasado hicieron que La Valetta se protegiera con tres ciudadelas al otro lado de la bahía: Vittoriosa, Cospicua y Senglea. Todas tienen decenas de palacios e iglesias, con torres y cúpulas que despuntan sobre las murallas. Contemplarlas al ocaso es casi obligado.
Malta es el escenario de algunos de los mejores atardeceres del Mediterráneo.
Que las potencias marítimas de los últimos siglos se apoderaran transitoriamente de Malta no fue más que la continuación del poblamiento ancestral de la isla. Apenas cinco kilómetros al sudeste de La Valetta está el hipogeo Hal Saflieni, único templo subterráneo prehistórico que se conoce en el mundo. Formado por dos plantas, demuestra que la civilización que lo creó, hace 4.500 años, tenía imaginación para separar una sala de serpientes, un sanctasanctórum y un oráculo.
El viaje sigue a diez kilómetros en Marsaxlokk, un puerto resguardado de los vientos donde se mecen barcas de madera y vivos colores que hablan de la actividad pesquera de la isla. Para palparla hay que pasear por el mercado donde a diario se celebra una subasta como pocas quedan en Europa. Peces acabados de pescar pasan a las cazuelas de los restaurantes desperdigados por la rada que esperan a viajeros saciados de luz mediterránea, pero hambrientos de manjares yodados.
En un salto de media hora en coche, pero de tres mil años en el calendario, espera Mdina en el centro de la isla. La villa medieval amurallada, antigua capital y, seguramente, la ciudad más bella de Malta, preserva el nombre árabe, aunque fueron los caballeros de la Orden de Malta quienes la convirtieron en su bastión. Hoy, el paseo por sus callejuelas de piedra caliza color caramelo relajan al viajero y le predisponen para seguir hasta Rabat y visitar las catacumbas de San Pablo (70 d.C.). Después se continúa hacia el sudoeste, donde la conjunción de roca, oleaje y viento depara un espectáculo mágico: Il-Hneija, Blue Grotto en los rótulos, un grupo de cuevas con fondo marino color turquesa. El mejor momento para apreciarla es al amanecer.
El cine ha encontrado en los paisajes de Malta escenarios para muchas historias. Gladiator o Troya se grabaron aquí, también algunos capítulos de Juego de Tronos.
El paso a Gozo se realiza fácilmente con los ferrys que zarpan del puerto de Cirkewwa, en el norte de la isla más grande. A mitad de camino se halla Comino, la menor de las maltesas. No cuenta con más asentamientos humanos que algunos hoteles, pero ofrece la más maravillosa de las playas del archipiélago: Blue Lagoon, una piscina natural de fondo arenoso y aguas como el cristal donde dejarse tostar por el sol.
Gozo, última etapa del viaje, es la isla más verde del archipiélago. En Victoria, la capital, Il-Kastell (la ciudadela) envuelve al visitante con su muralla de tipo elíptico. Es tan pequeña que uno cree encontrarse en una miniatura de Mdina. Al salir por una de las puertas de piedra se desemboca en la Pjazza Indipendenza, donde agricultores y ganaderos llegan a diario para vender su producción. La isla posee, además, el conjunto megalítico de Ggantija, las bellas playas de arena de la bahía de Ramla, la iglesia de Ta’Pinu –principal centro de peregrinaje de Malta–, y la Azure Window, un gigantesco arco de roca bajo el que se podía navegar y muy famoso por haber aparecido en varias películas y en la serie de televisión Juego de Tronos. Desgraciadamente el arco se derrumbó durante un temporal en marzo de 2007, pasando a formar parte de esa triste lista de lugares que no veremos nunca más en la vida.