Grecia a pesar de Grecia

Mani, la península donde Grecia se vuelve más tranquila y solitaria

Con pueblos y calas espectaculares, esta delicada región es uno de los secretos mejor guardados del Peloponeso.

La península del Mani, en el Peloponeso, es lo más alejado de la Grecia clásica de templos y estatuas que podamos imaginar. En su lugar encontraremos torres medievales de defensa, colinas perfumadas de salvia y tomillo y calas turquesa solitarias de verdad.

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Areopolis

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El primer contacto: la tranquilidad de Areopolis

También conocida como la ciudad de Ares, ejerce de capital oficiosa de la región. Aquí fue donde empezó la Guerra de la Independencia contra los otomanos en 1821, muy publicitada en su momento gracias a la participación y muerte del poeta romántico Lord Byron en la misma. Hoy es un pueblo tranquilo de calles empedrada y terrazas donde la vía principal se parte en dos y se vuelve a unir tras rodear un par de iglesias ortodoxas, ambas asediadas por las terrazas donde se juntan los vecinos a tomar un aperitivo, a cenar, o a ver el cine o un partido al aire libre, proyectado sobre una fachada. Prácticamente nadie habla otro idioma que no sea el griego, acentuando la sensación de ser el primero en descubridor el lugar.

Mistras

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El legado bizantino de Mistras

Ciudad fortificada que da la bienvenida al Mani, construida sobre el monte Taigeto por los francos en el s. XIII. Reducto de la cultura bizantina, sus filósofos tuvieron gran influencia en el Renacimiento italiano. Ocupa una gran extensión de terreno, donde se levantan distintas iglesias de grandes dimensiones, como la de Perívleptos o la de Pantanassa, con interiores cubiertos de frescos muy característicos donde abunda el color azul, señal de riqueza en el pasado. La grandeza de estos edificios contrasta con las pequeñas capillas de la región, muy abundantes, por que cada familia se construía una para protegerse del mal de ojo del vecino. El arcángel San Miguel es una de las figuras más representadas porque se lo asociaba con los mitos griegos del inframundo. Casi a los pies de Mistras se encuentra la ciudad de Esparta actual, sin ningún encanto pero con una cerveza local muy apreciada.

Kardamyli

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Kardamyli, la ciudad que Argemanón regalo a Aquiles

Una de las siete ciudades que Agamenón regaló a Aquiles según la Ilíada al terminar la Guerra de Troya, es uno de aquellos enclaves con tabernas sombreadas por parras. En las afueras están las tumbas de Cástor y Pólux, hermanos de la bella Helena, y la casa – residencia de escritores de Patrick Leigh Fermor. “Paddy” fue uno de los héroes de la Batalla de Creta durante la 2ª Guerra Mundial, y después se instaló en Kardamyli para escribir varios libros de referencia para los amantes de los viajes, como El tiempo de los regalos, donde relata su recorrido a pie de Inglaterra a Turquía. Otro grande de la literatura de viaje, Bruce Chatwin, le pidió que esparciera sus cenizas muy cerca, en una capilla de la aldea de Exochori, con vistas a la playa de Kamalitsi con sus cipreses que descienden hasta el mar.

La Puerta del Hades

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La Puerta del Hades, entrada al infierno

Camino al extremo septentrional de la península de Mani, el cabo Tenaro, se encuentra el lugar donde los antiguos situaban la entrada al infierno. En concreto se ubica muy cerca de Porto Stemes, donde la tierra se divide en tres dedos que se adentran en el mar. En lo alto queda el templo de Poseidón y Apolo, en ruinas, y siguiendo el sendero que desciende por la izquierda, se llega a la entrada de la cueva. En la pared de la Puerta del Hades se puede apreciar un surco labrado en la roca, por donde supuestamente desfilan las almas en pena hacia las profundidades. Una breve caminata hasta al cabo Tenaro permite descubrir una serie de grandes mosaicos en el suelo, frente a unas calas excepcionales, aunque de cantos rodados en lugar de arena fina. A la ida o a la vuelta conviene detenerse en la bahía de Vathi, de un intenso color cobalto, al fondo de un precipicio.

 Limeni e Itilo

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Las mejores puestas de sol están en Limeni e Itilo

El mejor lugar para contemplar la puesta de sol en el Mani. Situadas en una gran bahía que mira a poniente, Limeni es una aldea con encanto donde los restaurantes tienen terrazas construidas sobre pilares de madera sumergidos, como en un atracadero: el sitio perfecto para una cena romántica. Justo al lado, en Itilo, la bahía se abre un poco para formar una estrecha lengua de arena. Ambos lugares formaban parte de “la gran Argelia”, un refugio de piratas esclavistas en el siglo XIX y que Julio Verne retrató en su novela El archipiélago en llamas. Éste es uno de los pocos lugares que el escritor francés visitó de verdad para inspirarse, pero curiosamente, la obra que escribió no está entre las más conocidas de su biografía.

Vathia

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Vathia, la ciudad fantasma frente al mar

Vathia es una auténtica ciudad fantasma que poco a poco va volviendo a la vida, gracias a que algunos atenienses acaudalados están recuperando sus antiguas casas fortificadas. Tanto aquí como en toda la región, se pueden ver un sinfín de torres rectangulares de defensa para la defensa contra los piratas y los agresivos vecinos, ya que durante siglos el Mani fue cualquier cosa menos un remanso de paz. Este tipo de construcción en piedra perduró hasta el s. XIX. El ejemplo más espectacular es Vathia, instalada en lo alto de un farallón de roca que se precipita en el mar, como en un decorado de fantasía épica. A sus pies, la playa de Almiros, atrapada entre una cueva y unos restos arqueológicos.

Gythion

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Rumbo al faro de Gythion

Era el puerto principal de Esparta en la época de la Ilíada y la Odisea, y hoy es uno de los destinos habituales de los cruceros que navegan sus aguas. Su monumento más famoso es el faro que hay en la lengua de tierra que cierra la bahía, que además de ser el más antiguo de la península de Laconia, se supone que dio cobijo por una noche a Helena y Paris en su huida hacia Troya, provocando la famosa guerra. El puerto está lleno de tabernas de pescado y ouzerías, donde se sirve un destilado de alta graduación parecido al anís. Conviene acompañarlo de varios mezedes o aperitivos, como el tzatziki de yogurt y ajo o las anchoas marinadas. Si se prefiere una bebida menos intensa, el vino de la región se elabora con la uva Mavroudi.