¿De qué nace la emoción? De una cierta relación entre los elementos categóricos: cilindros, suelo pulimentado, muros pulimentados. De una concordancia con las cosas del lugar.
Le Corbusier recurría a su visión de la Acrópolis de Atenas en numerosos escritos teóricos, como si fuera una imagen transcendente con la que inspirar sus creaciones y poner orden en las composiciones. Pero el genial arquitecto no ha sido el único ser humano sorprendido por la belleza de este conjunto ubicado sobre el barullo de Atenas.
Más allá de los numerosos templos, entre los que sobresale con luz propia el Partenón, lo que fascina de este conjunto monumental es su predominancia sobre la ciudad, como si los achaques -visibles en los daños sufridos- no hubieran restado ni un gramo de fotogenia a su estampa. Y claro, observarla, pese a que su influjo es persistente, no es baladí. De hecho, es el mandamiento #1 de todo viajero que desea disfrutar de la ciudad y que, pese a su belleza asoma como una serendipia en la calle menos esperada, tiene un pequeño manual de usuario.