Si uno cree que el glamur y el estilo –o hasta la fortuna– se pueden contagiar, puede darse un paseo por Portofino, la bella localidad de la costa ligur exclusiva para artistas, famosos y millonarios, en los que tener un encuentro con estrellas del pop, empresarios de éxito mundial o, sencillamente, ricos herederos que disfrutan del esfuerzo de sus padres, es más que probable. Portofino es muy bella, por supuesto. Pasar un par de días en la punta del cabo es un sueño posible para algunos, siempre que haya vocación de vaciar considerablemente los bolsillos.
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Estrecheces y Grandeza
Todo es estrecho en Portofino: la carretera de acceso es una cinta de asfalto pegada a la ladera del acantilado que apenas deja paso para dos coches; el núcleo antiguo de la localidad es recoleto y enrevesado; la Piazza Martiri de’Ollivetta, donde se concentra toda la actividad, un arenalito ganado a los pescadores que varaban sus barcas; el camino de ascenso al castillo tiene el ancho de un callejón… Pero todo lo que se observa destila grandeza: los enormes yates no presentan dudas, los precios de los restaurantes y hoteles, tampoco. Hasta las tarifas de los aparcamientos indican qué paisanaje suele frecuentar esta localidad situada a apenas 35 km de Génova, en un ambiente elitista y selecto.

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Protagonistas del papel cuché en carne y hueso
Paseando por Portofino, los coleccionistas de celebrities tendrán dificultades para cerrar la boca y no quedarse embobados. Es fácil tropezarse con el tenor Andrea Boccelli (que por cierto, tiene grabada una canción dedicada a Portofino del inclasificable Fred Buscaglione), diosas del pop como Beyoncé o Rihanna, exfutbolistas como David Beckham y su familia o top models como Heidi Klum y Bar Refaeli, además de jeques y príncipes árabes no tan fáciles de identificar. Acercarse al muelle de los yates, conocido como Bay View Yacht, amplía las posibilidades.

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El obligado aperitivo
La Piazza Martiri de’Ollivetta es donde hay que sentarse a ver y dejarse ver. Se trata de un espacio cuadrado que se vierte directamente a las olitas de la pequeña bahía. Tiene gran semejanza con otro templo de la exclusividad, la Piazzetta de Capri, con el rectilíneo campanario que recuerda las horas. Allí las cafeterías sirven sofisticadas copas y ver apagarse el sol al final de la tarde es una actividad que no exige más esfuerzo que sonreír tras las gafas oscuras. El paseo entre los muelles Calata Marconi y Umberto I, en pleno verano, se ha convertido en tal procesión que el ayuntamiento ha anunciado la prohibición de detenerse en ellos, sin especificar cómo piensa impedir que las personas se paren a admirar un barco o tomar una fotografía.

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Un rinoceronte colgado y suricatos rosas
Desde el paseo marítimo de Portofino se tiene la visión de la escultura de un rinoceronte a tamaño natural colgado de una grúa con un arnés y una hilera de suricatos de color rosa que vigilan desde una cancela. Es la llamada del Museo del Parco, una iniciativa del barón von Mumm, que en la década de 1980 convirtió su jardín botánico en una colección de artistas contemporáneos. Son tres hectáreas que presentan un agradable paseo con obras eclécticas y, a menudo, rompedoras. Solo abre de junio a septiembre.

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La iglesia de San Martino
Su campanario descolla entre los árboles. Para descubrir el templo románico lombardo con origen en el siglo XII hay que subir una corta y empinada escalinata desde la Piazzetta. La fachada, trazada a franjas de materiales colores pastel amarillo y gris parece una veraniega camiseta marinera. En el interior, hay varias esculturas en madera adornando los laterales de la amplia nave principal. El Descendimiento de la Cruz es una de las más destacadas, obra de Anton Maria Marigliano. El interior de San Martino es una sorpresa barroca que contrasta fuertemente con la sobriedad románica del exterior.

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un castillo que cierra la Bahía
La silueta del castillo Brown, una edificación que puso sus cimientos en el siglo XV, se ve desde cualquier punto de la bahía. Está en el monte más alto de la zona. Se accede por una estrecha senda de altas paredes que da la sensación de que la fortaleza comience varios centenares de metros antes. En el interior de las recias paredes se conservan algunas estancias lujosamente decoradas, pero también dependencias militares más sobrias. En cualquier caso, desde los jardines situados a distintos niveles según las terrazas, las vistas de la bahía son espectaculares. Hay una galería de fotos de famosos que, en todas las épocas, han visitado Portofino. Ello incluye a personajes tan dispares como Walt Disney, el Gordo y el Flaco (Stan Laurel y Oliver Hardy) o Winston Churchill.

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Un paseito costero
Portofino se halla rodeado por el Parque Natural Regional de su mismo nombre, un espacio protegido por su paisaje y botánica. Hay una red de senderos balizados nada despreciable: 80 km que permiten extasiarse ante las aguas de color cobalto rompiendo contra la base de unos acantilados vertiginosos. Una manera de quemar algo de energía y realizar turismo activo en una localidad que es más contemplativa que aeróbica. Se puede ir a pie hasta localidades cercanas como Camogli o Santa Margherita Ligure.
En Portofino los precios están muy acorde con la frecuentación de personajes de la jet-set, hay que estar preparado para grandes desembolsos en cualquier actividad. Si se prefiere buscar alojamiento en un lugar más asequible, la cercana localidad de Santa Margherita Ligure es más para todos los públicos.