Laurisilva de Madeira Al archipiélago de Madeira le sobran motivos para seducir, pero no hay duda de que la naturaleza juega con ventaja: dos tercios de su superficie está protegida. La mayor isla, Madeira, atrapa todas las miradas gracias a sus 15.000 hectáreas de laurisilva, que conforman la mayor zona boscosa en su tipología. Pasear por este bosque es viajar 20 millones de años atrás, ya que su origen se remonta al período Mioceno y Plioceno del Terciario, y adentrarse a un monumento natural considerado Reliquia Viva. Hasta mediados del siglo XX, el área de laurisilva tuvo una reducción progresiva, pero a partir de los años 70, con el surgimiento de una mayor conciencia de la importancia del patrimonio, inició su camino hacia la recuperación, y ya en 1999, fue declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. Cuevas de Mira de Aire Una red de túneles y bóvedas de piedra caliza conforman las cuevas de Mira de Aire, las más grandes de toda Portugal y de gran interés espeológico. También conocidas como grutas dos Moinhos Velhos, invitan al público a adentrarse a un mundo subterráneo de impresionantes estalactitas y estalagmitas y a conocer 700 metros de los 11 kilómetros que las componen en un recorrido descendente que cuenta con alrededor de 680 escalones. Sorprenden las cavidades de el Gran Salón, con 60 metros de alto y 45 de ancho y la Sala Roja, de paredes rojizas por el óxido de hierro. Al final de la galería se encuentra el Gran Lago, que recoge las aguas de los arroyos y del Río Negro. Y todo a escasos 15 kilómetros de la localidad de Fátima. Lago de las Siete Ciuadades Nueve islas conforman uno de los destinos portugueses más espectaculares: las Azores. Una de ellas, São Miguel, es la encargada de llevar la imagen más simbólica del archipiélago portugués al mundo gracias al complejo volcánico de Sete Cidades, ubicado en el municipio de Ponta Delgada que, aparte de por su belleza paisajística, destaca por su importancia geológica, ecológica e hidrológica. Su carta de presentación se compone de dos lagunas, una azul y otra verde, unidas por una delgada lengua de tierra y rodeadas de paredes volcánicas tapizadas por frondosos bosques. Un entorno que se puede observar desde el mirador de Vista do Rei y recorrer mediante sus senderos. Montaña del Pico Otra isla del archipiélago, Pico, es dueña del punto más elevado de toda Portugal: la montaña del Pico (2351 metros). Su riqueza geológica, las peculiaridades de su vegetación adaptada a las condiciones adversas de la montaña y su exuberancia paisajística lo convierten en uno de los volcanes más interesantes de Europa. Una de las mejores formas de conocerlo es explorando su altiplanicie por el Caminho das Lagoas, que descubre la mayor área de flora endémica y protegida de todo el archipiélago, hogar de bosques de laurisilva. Desde arriba, las vistas alcanzan toda la isla y se extienden por la inmensidad del océano y las islas centrales del archipiélago de las Azores. Parque Nacional de Peneda-Gerês Peneda-Gerês goza de ser el único espacio protegido con el estatus de Parque Nacional de todo el país. Lo es desde 1971, cuando se valoró la relación entre la actividad humana y recursos naturales de la región con finalidad educativa, turística y científica. Sus en las 72.000 hectáreas engloban paisajes de montaña y presas en las que se crían especies únicas como el caballo salvaje garrano o el perro de Castro Laboreiro, y donde se mantiene el modo de vida rural con aldeas comunitarias. Engloba cinco municipios del norte portugués desde la Serra do Gerês, situada al sur, pasando por la Serra da Peneda y Amarela, hasta la frontera española en el norte, desde donde se puede emprender una ruta por carretera para conocer los paisajes y la cultura del norte portugués. Portinho da Arrábida Este paisaje natural es pequeño en tamaño, pero grande en importancia. Situado al pie de la Serra da Arrábida, fascina con un sinfín de tonalidades cromáticas que van desde el azul del Atlántico y hasta el verde de la singular vegetación mediterránea de la Serra, pasando por el blanco de la caliza, de las casas y de los barcos que reposan en la bahía. Desde aquí también se puede ver la Pedra da Anixa, testimonio del avance del continente; el Convento de Arrábida y, más abajo, la península de Troia. Justo en frente de la playa se ubica el Parque Marino Profesor Luís Saldanha, que se extiende hasta Cabo Espichel y destaca por su inigualable biodiversidad a nivel nacional y europeo, con más de 1000 especies de fauna y flora marina. Ria Formosa Quien llega a esta laguna del Algarve queda preso del magnetismo de los colores y tonalidades de Ria Formosa, que se extienden sobre un lienzo de 20.000 hectáreas y forman un gran ecosistema con características ecológicas únicas. Engloba 60 kilómetros de costa del Algarve, entre Praia da Manta Rota, en el este, y Praia do Ancão, en el oeste. Considerado Parque Natural desde 1987, clasificado como Humedal de Interés Internacional por su importancia como hábitat de aves acuáticas e integrado en la Red Natura 2000 como lugar de importancia comunitaria, es un complejo sistema de lagunas, enmarcado por dos penínsulas y varias islas barrera que bien merecen una visita. Valle del Duero Desde Oporto son muchas las maneras de conocer este paisaje cultural, catalogado como Patrimonio Mundial. Por carretera, en tren, en un crucero e incluso en helicóptero, el curso del Duero permite descubrir increíbles paisajes, degustar vinos y visitar pueblos que desde tiempos antiguos han sabido adaptarse a las condiciones específicas del territorio. En definitiva, es un paisaje monumental resultado de la acción combinada del hombre y la naturaleza. El desarrollo de una cultura regional centrada en la viña y el vino convirtió al Duero en la primera región vitivinícola delimitada y regulada del mundo, y en un destino de lo más seductor gracias a paisaje de verdes y ocres, pequeños viñedos situados en las abruptas laderas e impresionantes cañones que conforman un paisaje diverso que goza de diferentes ecosistemas y una rica biodiversidad. Puertas de Ródão Los paisajes fluviales de Portugal deben su belleza a dos grandes ríos: el Duero y el Tajo. Este último, antes de desembocar en Lisboa, deja su huella en forma de paisajes de postal, espacios naturales y localidades como Vila Velha de Ródão, la primera con la que el río más largo de la Península Ibérica se da cita en Portugal. Aquí, en el Monumento Natural de Puertas de Ródão, una garganta de unos 45 metros de ancho formada por la erosión del agua invita a hacer excursiones, avistar aves y navegar sus aguas. Aparte del fuerte impacto en la geomorfología de la región, el Tajo muestra la importante relación humana con el territorio, donde la población utilizó el río para su subsistencia y transporte. En Portas de Ródão se puede observar el mayor conjunto de arte rupestre holoceno de la península. Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina Escarpados acantilados que caen sobre el mar, playas de arena fina, brezales, marismas, estuarios, lagunas y cursos de agua constituyen el paisaje y los hábitats de este Parque Natural que, a caballo entre el mar y la tierra, destaca por su gran valor geológico y por su buen estado de conservación. Siguiendo la costa de las regiones del Alentejo y el Argarve, conforma un paisaje al que no pueden resistirse los surfistas, que se concentran en playas como Porto Covo, Almograve, Arrifana y la del Amado, que se conservan en estado casi virgen y donde habitan águilas pescadoras y cigüeñas blancas, así como el único paraje en Portugal y uno de los últimos en Europa donde es posible encontrar nutrias en hábitat marino. Siguiendo la costa, en el extremo sudoeste del Parque se encuentra el Faro del Cabo de San Vicente, que da nombre a esta zona de la costa.