La insospechada sierra del rincón
Es, sin ninguna duda, el mayor secreto de la Comunidad de Madrid. Englobada durante años en la mal llamada Sierra Pobre, la parte nordeste de esta región ha sobrevivido a la gran especulación de las segundas residencias para sorprender con su humildad y exuberancia. Es decir, con sus pueblitos humildes como La Hiruela o Prádena del Rincón en donde rápido se improvisa una escapada por unos bosques y lomas que están protegidas como Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Loeches, en la Alcarria Madrileña / Foto: iStock
La Alcarria... Madrileña
Sí, el confín oriental de Madrid no solo está tocando con la provincia de Guadalajara... también toma de ella este nombre debido a las semejanzas orográficas que tiene con su vecina. Esto es: colinas, pequeños cañones, largos campos de cereal y, de repente, unos pueblos donde el arte ha calado hondo. En esta ruta no puede faltar la parada en Nuevo Baztán, aquel sueño de Juan de Goyeneche de crear un pequeño polo industrial del que solo queda un palacio neoclásico fascinante y unas cuantas casas ordenadas en cuadrícula. También merece una parada Loeches (en la imagen) y el panteón de la familia Alba o el encantador pueblo de Ambite. Y como colofón Alcalá de Henares, una ciudad protegida como Patrimonio de la Humanidad donde deslumbra su universidad y sus calles repletas de soportales.

Chinchón / Foto: iStock
¡Viva las vegas!
Las de Nevada (USA), no, las otras. Es decir, la comarca que engloba los valles del Tajuña y el Jarama y que es una sucesión tras otra de vaguadas y páramos, de olivares, viñedos y alguna que otra cantera que recuerda la riqueza de estos suelos. Y entre subidita y bajada aparecen localidades como Chinchón, una villa que gozó de una prosperidad exhuberante hace unos siglos por ser el enlace perfecto entre las campiñas manchegas y la capital. Aquí pintó un cuadro Goya, una virgen que se parecía sospechosamente a una joven aldeana de la que quedó prendado, y hoy en día puede presumir de tener una Plaza Mayor que es la envidia de toda Castilla. También merece la pena parar en su castillo, en su Parador y en otras localidades cercanas con bastante potencial fotogénico como Colmenar de Oreja.

Aranjuez / Foto: iStock
Aranjuez como un rey
La condición de Madrid como capital del Reino desde el siglo XVII hizo que, a su alrededor, los monarcas construyeran segundas residencias y palacetes para disfrutar de hobbies como cazar, pasear o, simplemente, huir del alboroto de la gran ciudad. Y ninguna de estas construcciones ejemplifica mejor el ocio de Austrias y Borbones que este Palacio y sus jardines, un compendio de construcciones, delirios, barcos de recreo y enormes plazas cuyo disfrute, en parte, se ha democratizado y cuyo estilo, herreriano pero con añadidos neoclásicos lo hace tan singular que es Patrimonio de la Humanidad.

Guadarrama / Foto: iStock
Para un parque nacional que hay...
...mejor cuidarlo, ¿no? Eso es lo que pasa con el P. N. de Guadarrama, tantas veces amenazado por la especulación y la fiebre constructora que hoy en día parece un milagro que siga siendo un paraíso para los amantes de la naturaleza. En su extensión hay de todo, desde picos que superan los 2.000 metros de altitud, senderos con ínfulas himalayescas como la ruta de Cuerda Larga, restos de calzadas romanas como las de Cercedilla y Mecas del excursionismo más popular como es el caso de La Pedriza. Un regalo de la naturaleza que conviene cuidar, de ahí que merezca la pena respetar y disfrutar sin incidir ni modificar su entorno.

El Escorial / Foto: Shutterstock
el Escorial desde muchas perspectivas
No hay niño escolarizado en esta Comunidad que no haya pasado un día de su vida en El Escorial. Un subgénero de excursión escolar que podía incluir o no la visita completa al monasterio Patrimonio de la Humanidad pero que tenía otros mandamientos. Entre ellos, jugar en las dehesas que rodean esta localidad y acabar subiendo a la silla de Felipe II, un mirador desde donde este monarca supervisaba las obras de su panteón y que ahora es una meca dominguera muy recomendable. Aquellos viajes infantiles se pueden replicar de adultos ya que el modo de empleo es muy similar y la ruta, para todas las edades.

Castillo de Manzanares El Real / Foto: Shutterstock
De castillo en castillo
Madrid siempre formó parte, históricamente, de Castilla. O sea, que también está plagada de fortificaciones heredadas de la Reconquista y del posterior asentamiento cristiano. De ahí que, hace unos lustros, la propia Comunidad creara su propia red de rutas con las fortalezas como nexo. Lo curioso es que se pueden encontrar restos de estos baluartes en todos los puntos cardinales, aunque los más notables se encuentran en el norte, como es el caso de Manzanares el Real (en la imagen) o el de Buitrago de Lozoya.

Buitrago de Lozoya / Foto: iStock
El curso del Lozoya
La carretera A-1 divide el norte de la región y, en cierto modo, separa la sierra más rica y concurrida de las lomas y montañas del este. Sin embargo, la naturaleza tiene en este río su propia autopista para unir ambas partes ya que recorrer los 91 kilómetros que tiene este río da para mucho. Sin ir más lejos, para descubrir Rascafría, su monasterio de El Paular y sus cascadas del Purgatorio donde refrescarse -y mucho- en verano. O para disfrutar de su gran meandro sobre el que se alza Buitrago y donde permanece hoy esta población fortificada que sigue ofreciendo una estampa asombrosa. O para descubrir sus grandes embalses, como el de Puentes Viejas -muy relevante en la Guerra Civil- o el de El Atazar. O para despedirlo paseando por Patones de Arriba, una población detenida en el tiempo y conquistada por el hedonismo excursionista.