Una rica historia celta, un impresionante paisaje costero, acantilados escarpados y pintorescos puertos pesqueros de panorámicas y tranquilidad son algunas de las bondades de la Bretaña francesa. La región, salpicada de pintorescos pueblos y ciudades con casas de entramado de madera, calles adoquinadas y animados mercados, transportan a la Edad Media. Esta sensación se acrecienta con sus castillos y fortalezas, que recuerdan que hubo tiempos de guerra y mantienen vivo ese sentimiento de independencia de sus habitantes.
El castillo de la ciudad de Julio Verne es un buen punto de partida para este viaje. A partir de aquí, pequeños pueblos de costa o de interior con su bien conservada arquitectura tradicional, faros románticos como los que rodean la isla Ouessant o también canales para recorrer en pequeñas embarcaciones fluviales marcan el ritmo de un viaje por algunos de los rincones más especiales de la Bretaña francesa.

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Vitré
Vitré es de las ciudades mejor conservadas de la Bretaña francesa. De estilo medieval, en ella no solo se puede disfrutar de sus antiguas murallas, sus empedradas y coloridas calles, o su ostentosa iglesia de Notre Dame. También está clasificada como “El rincón más bello de Francia”. Su rico patrimonio le ha valido el título de ciudad de Arte e Historia en 1999. Su momento de máximo esplendor fue en el Renacimiento, cuando su plaza de Notre Dame se convirtió en un lugar importante para el mercado de las telas. También fue en esta ciudad donde fijaron su residencia los duques de Bretaña.

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Josselin
Presidido por el château de Josselin, este pequeño pueblo medieval a orillas del río Oust es uno de los más encantadores de la Bretaña francesa y una de las paradas imprescindibles para aquellos que realizan cruceros fluviales. El castillo de estilo gótico flamígero es propiedad de la familia Rohan, una de las estirpes más antiguas de Bretaña. En el centro del pueblo se encuentra, aún en pie y rehabilitada, la casa más antigua de Josselin, de 1538, que en su día sirvió de modelo para el resto de edificaciones medievales de entramado de madera y tejados de pizarra.

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Dinan
Dinan fue un importante enclave comercial gracias a su puerto del río Rance. Su época de máximo esplendor fue en los siglos XIV y XVIII, cuando sus calles estaban repletas de tejedores, curtidores, carpinteros y otros artesanos. Hoy aún se pueden encontrar talleres y tiendas donde todo está hecho a mano. Dinan tuvo un importante papel en la historia de la Bretaña, primero por haber sido comprada por el héroe bretón Bertrand Du Guesclin para defenderse durante la guerra y, posteriormente, por la retirada de la reina Ana de Bretaña al castillo que se alza en lo alto del pueblo.

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Combourg
Se trata de uno de los pueblos más bonitos de la Bretaña francesa por su castillo, el lago que se encuentra a sus pies, el entramado de sus calles medievales y la vegetación que la rodea. Es la cuna del Romanticismo y el lugar de origen del escritor y poeta francés Châteaubriand, del que se cree que vivió en una de las cuatro torres del castillo, la llamada torre del Gato, desde donde se goza de unas increíbles vistas al lago. Esta fortaleza del siglo XI fue crucial en la defensa de Bretaña.

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Ouessant
Es una de las islas del archipiélago con el mismo nombre que se encuentra a 30 kilómetros de la punta de Saint-Mathieu. Junto con Molène es una de las dos islas habitadas. Su principal encanto es que se encuentra delimitada por preciosos acantilados, además de estar rodeada por los faros que sus antiguos habitantes construyeron para ayudar a los navegantes a encontrar la costa. También se pueden encontrar en ella casas rurales típicas de la época que todavía hoy están habitadas por campesinos y ganaderos.

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Fourgères
Esta ciudad cuenta con la fortaleza más grande de Europa, un vasto complejo de piedra construido durante los siglos XII y XV con trece torres que actualmente están rodeadas de jardines. Este punto, uno de los lugares clave en la lucha por las fronteras de Bretaña, ofrece unas vistas de Fourgères impresionantes. Su casco antiguo también ha sabido conservar su esencia medieval a pesar de estar repleto actualmente de pequeñas tiendas y cafés que le dan al lugar un toque pintoresco.

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Kerlouan
Kerlouan es uno de los lugares más curiosos de la Bretaña francesa por sus dunas, los peñascos de piedra que rodean el pueblo y por su arquitectura de piedra negra y tejados de chamizo. Los puestos de guardia, unas enormes casas construidas con bloques de piedra, y la capilla Pol son algunos de los edificios más conocidos de la localidad. Por si fuera poco, los alrededores están repletos de playas y peñascos donde relajarse observando el océano.

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Carnac
Carnac concentra el mayor número de monumentos megalíticos del mundo con más de 2.900 menhires. Estos fueron levantados por poblaciones neolíticas entre los años 6.000 y 2.000 a.C. La mayoría de ellos están repartidos entre Le Ménec, el Kermario, Kerlescan y el Petit Ménec. El más grande ellos, de 7 metros de altura, es el Gigante de Manio, ligeramente apartado de los demás.

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Bécherel
Los amantes de la literatura encontrarán en Bécherel el lugar idóneo para perderse entre libros de primera y segunda mano. En esta pequeña ciudad medieval se celebra una famosa feria de libros antiguos el fin de semana de Pascua, además de la fureur de lire (el furor de leer), unas jornadas de lectura que se organizan en octubre. Por sus callejuelas se pueden encontrar antiguas librerías, casas de encuadernación y papelerías que harán las delicias de los amantes de las palabras.

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Brocéliande y el castillo de comper
Este impresionante bosque está repleto de cuentos y antiguas leyendas. Una de ellas es que Brocéliande era el lugar donde vivía el mago Merlín, el hada Viviana y el caballero de Lancelot. Estas historias se pueden conocer a través de las diferentes rutas guiadas, ya sea por el castillo de Comper, ocupado en el siglo IX por el rey Salomón, por el valle de Nunca volver, con su famoso estanque del espejo de las hadas, por la fuente de Bareton o por la fuente de la Juventud.