Su ubicación estratégica lo convirtió en una especie de balcón a Castilla. Desde lo alto del cerro se podía controlar el río Arlanza y sus alrededores a vista de águila, suficiente para atraer todas las miradas, desde los pueblos prerrománicos, las tribus celtibéricas, los visigodos, los romanos, los árabes y por último, los cristianos quienes se asentaron y construyeron uno de los poblados más bellos, no sólo de Burgos sino de España. Se erigió según las preferencias de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, que no eran otras que encontrar un lugar donde celebrar grandes festivales de época donde el rey pudiera disfrutar y así él poder mantenerse en el cargo sin peligro alguno.
Como se suele decir, de aquellos barros estos lodos y el plan ideado por el Duque tuvo tan buenos resultados que la herencia de todo ello es un enorme Palacio Ducal que hace las delicias de todos aquellos que pasan por los alrededores, además de la Colegiata de San Pedro, el Monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor, el Monasterio de la Madre de Dios, el Convento de San Blas, el Convento de Santa Teresa. Nada mal para un pueblo que no supera los 2.500 habitantes. A parte del Duque, otros personajes influyentes han pasado por este pueblo como por ejemplo el célebre escrito José Zorilla o Lope de Vega, quien escribió La burgalesa de Lerma.

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En el #8: Santo Domingo de Silos
Como sucede con otros pueblos, Santo Domingo de Silos podría parecer un conjunto de casas y callejuelas que se vertebran alrededor de un monumento. En este caso, su famoso monasterio y su imprescindible claustro, una de las grandes joyas del Románico en España. Pero sería injusto reducir el viaje a solo esta visita, por muy satisfactoria que sea. Esta población también sorprende con los restos de la muralla que protegía el cenobio, además de por otros rincones como el rollo jurisdiccional o la Plaza Mayor. Muy cerca se ubica otro de los grandes motivos para fijar la brújula en esta localidad: el desfiladero de la Yecla, una preciosa introducción al senderismo en el corazón de una garganta.

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En el #7: Oña
Que el nombre histórico de esta localidad sea la Muy Leal y Valerosa Villa de Oña da a entender la relevancia de esta localidad en aquella Castilla que, tras la consolidación de la Reconquista, estaba buscando su sino. En este devenir tuvo un papel fundamental el Monasterio de San Salvador, que alberga el Panteón Real y Condal donde descansan algunos de los reyes y condes más relevantes de la historia de esta región histórica. En torno a él y su precioso claustro, Oña sorprende al viajero por conservar infinitos recuerdos medievales en forma de callejuelas, restos de murallas y algún palacio que recuerda la ya citada importancia de esta villa.

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En el #6: Peñaranda de Duero
La ribera del Duero es archiconocida por los vinos que llenan las bodegas más selectas del mundo. Sin embargo apenas se conocen los lugares donde crece ese delicioso líquido que por algo se conoce como el caldo de los dioses. Uno de ellos es Peñaranda de Duero que desde lejos se deja notar con un porte férreo y resistente gracias a las murallas y el castillo que otea el horizonte desde lo alto de la loma. Éste forma parte de la línea de castillos del Duero, acompañando a otros como el de Peñafiel o el de Gormáz. Pero un pueblo con un castillo de esa magnitud no podría estar completa sin un palacio y es ahí donde el Palacio de los Condes de Miranda acapara las miradas de los turistas que se acercan a Peñaranda. De estilo renacentista, el palacio consiguió ser en el S.XVI un punto importante donde artistas y personajes importante del momento llegaron atraídos por su conexión con las altas esferas. Sin embargo, la ubicación más característica de este pueblo no se encuentra en grandes fortificaciones o en las bodegas de D.O. No, es algo mucho más simple. Allí, en el casco antiguo se encuentra la farmacia más antigua de España que sigue en funcionamiento. Fundada en el siglo XVIII, la botica lleva siendo regentada por ocho generaciones ininterrumpidas. Observar los detalles de época, el laboratorio y el jardín con plantas medicinales es todo un espectáculo.

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En el #5: Castrojeriz
El paso, a lo largo de siglos, de peregrinos de todo el mundo rumbo a Santiago ha marcado el día a día turístico de esta preciosísima localidad. Este flujo cultural permitió que, hoy en día, Castrojeriz posea una gran cantidad de monumentos y un casco antiguo que los hilvana con bastante armonía y buen gusto. Para no perderse deliberadamente por él, conviene comenzar por la Iglesia de San Juan, emblema céntrico, de estilo gótico que atesora un coqueto claustro románico aderezado con artesonado mudéjar. Un caos de estilo que, sin embargo, funciona, y que sirve de punto de partida para descubrir otros iconos como el derruido castillo y sus vistas, la iglesia de Nuestra Señora del Manzano, el monasterio de Santa Clara y las ruinas del Monasterio de San Antón, de proporciones asombrosas.

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En el #4: Covarrubias
Aquí, a orillas del río Arlanza, hubo un tiempo en que se veneró al dios Júpiter. Mucho antes de eso, estas tierras burgalesas ya estaban pobladas. Fueron los hombres del paleolítico y la Edad del Bronce quienes pisaron primero esta tierra. Una herencia histórica como pocas que se deja notar por su casco histórico, uno de los más bellos de España, que es poco menos que un museo al aire libre por los estratos de la antigüedad, desde la ex-Colegiata de San Cosme y San Damián (S.VII), el Torreón de Doña Urraca (S.X), hasta dos cruceros (S.XVI). Covarrubias también es presente y futuro y para muestra de ello, la gran variedad de actividades y eventos que se organizan. Uno de los más curiosos son las ‘Notas de Noruega’. Un concierto que tiene lugar en el anfiteatro de la capilla de San Olav y que recuerda el inesperado nexo que une al pueblo con el país nórdico a través de la princesa Kristina, quien se casó hace más de 800 años con Felipe, hermano del rey Alfonso X el Sabio y que hoy sigue enterrada en el municipio burgalés. Pero no todo es una revisión al pasado. Covarrubias también es gastronomía, cultura y sobre todo deportes. En los últimos años se ha convertido en el destino perfecto donde practicar deportes de montaña. Allí se organizan cada año decenas de competiciones de trail, descenso de montaña, BTT, canicross, San Silvestre, entre otras.

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En el #3: Puentedey
Por lo general, la mayoría de pueblos marcan su particular epicentro en su iglesia, basílica o los más afortunados, en la catedral. En menor medida también lo hacen en base a una gran plaza que antaño actuaba como punto neurálgico. Allí se organizaban fiestas y mercados, pero en el caso de Puentedey no es así, sino que el pueblo está construido a partir de un puente natural, conocido como el Puente de Dios. Una gran roca horadada con la tenacidad y el ímpetu del río Nela a través del paso de los siglos, algo que los pobladores solo podían admirar y atribuir a la mano de algún dios caprichoso y con buen gusto. En este contexto, el agua es el principal arquitecto de la zona, penetrando en la roca y quebrándola a su parecer. Producto de ello son la multitud de cañones que se esconden entre la vegetación y las montañas que rodean a esta preciosa localidad situada al norte de Burgos. Para los amantes de la naturaleza, Puentedey tiene una sorpresa más y es que muy cerca de allí se encuentra la cascada de Mea, ubicada en mitad del bosque rodeada de fresnos, arces y chopos.

En el #2: Orbaneja del Castillo
Hay una peculiaridad que ha hecho de Orbaneja del Castillo un pueblo único en el mundo: su cascada. Y es que aquí el salto de agua no es una socorrida excursión a las afueras de la localidad, sino que es la protagonista de su núcleo urbano. Alrededor de este velo acuático se dispersan las casas que salpican este paisaje cultural, donde destaca el emplazamiento de los antiguos molinos y, sobre todo, dos casas impresionantes: Casa Fuerte y la Casa de los Pobres. Ah, ¿y el castillo? Pues poco queda de aquel monumento que le prestó nombre, aunque los cantiles que protegen esta población tienen aspecto almenado.

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En el #1: Frías
El Ebro acuna a su paso a la conocida como ciudad más pequeña de España, con tan solo 254 habitantes. Con este dato sería difícil comprender como puede recibir semejante título sino fuera porque Frías tiene un pasado repleto de conexiones con la realeza castellana, aunque no siempre favorables. De hecho, la pequeña villa obtuvo el titulo de ciudad a petición del rey Juan II de Castilla porque quería intercambiarla con el Conde de Haro por Peñafiel. Aquel mercadeo no sentó nada bien a los fredenses que una vez más se alzaron contra la corona en auténticas batallas caballerescas. El belicismo se palpa fácilmente a cada paso por Frías, incluso desde fuera, la postal es la de una villa armada hasta los dientes y para ejemplo, el puente medieval o el castillo que corona el peñasco en el cual está asentado. Una imagen imposible de no relacionar con batallas épicas, trifulcas y amorío propios del medievo. La guinda al pastel la ponen las calles empeoras y las casas que literalmente cuelgan de la roca, que convierten Frías en uno de los pueblos más bonitos de España.