El 25 de agosto de 1987 el doctor Héctor Abad Gómez fue asesinado en el centro de Medellín por unos sicarios. Casi veinte años después, su hijo, Abad Faciolince logró escribir El olvido que seremos, una novela que recientemente ha llevado al cine Fernando Trueba. En el bolsillo del padre, el joven Abad Faciolince encontró un verso: "Ya somos el olvido que seremos". Afortunadamente, el padre no se convirtió en olvido. Lo que sí ha pasado a ser olvido es aquella violencia.
Hoy Medellín es otra. Es su cultura del metro, los “hola, cómo está” con los que se suele saludar la gente, el banco de la Casa Gardeliana donde se sentó un día Borges, el Parque de las Luces, los festivales literarios, el Jardín Botánico con sus mariposas, el Parque Explora, las bibliotecas integradoras, las escaleras mecánicas de la Comuna 13, los vasitos de helado con queso rallado en la calle, la modernidad en Poblado, el Museo de la Memoria... Una ciudad cosmopolita que no para de crecer y que se expande de norte a sur por el Valle de Aburrá. Ahí encajonada, sus barriadas remontan las colinas adyacentes y de noche, Medellín parece un firmamento puesto en vertical, la promesa de una aventura que parece tan eterna como su primavera.