Medina Azahara, nuevo Patrimonio Mundial de la Humanidad

Te explicamos cómo es y cómo visitar en Córdoba esta joya del al-Ándalus

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Medina Azahara, Patrimonio de la Humanidad

El yacimiento de Medina Azahara en Córdoba ya es Patrimonio Mundial de la Unesco. “La ciudad brillante” pasa así a sumarse a los lugares de Andalucía reconocidos por la Unesco y coloca a España en el tercer lugar entre los países con más Patrimonios de la Humanidad del mundo, sólo detrás de China e Italia.

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Medina Azahara, el Versalles de Abderramán III

La ciudad fue célebre en su época dada su belleza y ostentación de poder. Abderramán III la mandó construir en 936, escogiendo un lugar privilegiado en el valle del Guadalquivir y a los pies de Sierra Morena. Una vez acabada, la ciudad-palacio fue símbolo del poder de la dinastía de los Omeya.

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Cómo visitar Medina Azahara

A unos seis kilómetros de la capital de Córdoba, la visita al yacimiento de Medina Azahara comienza en el museo diseñado por Nieto Sobejano y premiado con diferentes galardones en el mundo de la arquitectura. Una vez finalizado el paseo por sus salas, seguiremos dos kilómetros más en un autobús lanzadera que nos acerca al recinto de la ciudad. Allí el recorrido puede ser guiado o por libre.

Una ciudad efímera –las guerras en el Al-Ándalus la redujeron a ruinas tan solo 70 años de ser levantada– que, sin embargo, alcanzó la inmortalidad. Y desde ahora, con más motivo: Medina Azahara (“la ciudad brillante”) acaba de ser declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad. Con esta decisión, Córdoba suma cuatro lugares Patrimonio Mundial y España se sitúa como el tercer país del mundo con más lugares reconocidos por la Unesco (solo detrás de China e Italia).

Así fue Medina Azahara

Con la declaración de Patrimonio de la Humanidad de Medina Azahara se reconoce, además de sus detalles y calidades arquitectónicas, el hecho de que fuera una ciudad-concepto construida desde cero con un objetivo político y religioso claro y con la finalidad de convertirse en un escaparate ideológico. Una ciudad única en su tiempo.

Aunque a la tradición popular le guste tirar por el lado de lo romántico, lo cierto es que la ciudad palatina no fue construida en homenaje a Azahara, la princesa favorita del califa, sino que, en una explicación más prosaica, pero mucho más ajustada a la historia, Abderramán III merecía una ciudad que fuera un fiel reflejo de la grandeza de la dinastía Omeya. Por eso ordenó fundar la ciudad en el 936 a los pies de Sierra Morena, frente al valle del Guadalquivir.

A pesar de su corta vida, como metrópoli fue el máximo exponente arquitectónico y artístico de la dinastía omeya. Un particular Versalles, célebre en su época, de salones y preciosas columnas de mármoles rojos, capiteles labrados con detalle, oro y piedras preciosas. Con una extensión de 112 hectáreas, la ciudad se construyó sobre tres niveles de terrazas escalonadas aprovechando la pendiente naturale de su ubicación e integrándose perfectamente en el paisaje. Había diversas zonas residenciales y oficiales, una mezquita propia y áreas de descanso y recreo.

Cómo visitar Medina Azahara

Pese a su singularidad y belleza, el yacimiento de Medina Azahara ha permanecido desconocido para el gran público. Al menos, si comparamos sus 181.000 visitantes en el 2016 con las cifras de, por ejemplo, la Alhambra en Granda (más de dos millones, anualmente) o la propia Mezquita de Córdoba (1,8 millones de personas).

Para llegar al yacimiento hay que desplazarse seis kilómetros desde la ciudad de Córdoba. El traslado se puede hacer con algún tour guiado o por libre. Si se opta por esta opción, mejor con vehículo propio, pues la alternativa son unos autobuses turísticos que salen del centro de martes a domingo con una frecuencia de salidas muy reducida.

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Una vez llegados al recinto, el acceso a Medina Azahara es gratuito para ciudadanos europeos. Para el resto, el precio de la entrada es de 1,5 euros. La visita comienza en Museo de Medina Azahara abierto en 2009. El edificio diseñado por Nieto Sobejano logró el premio Aga Khan de 2010, el Piranesi de 2011 y, finalmente, el Premio Museo del Año en Europa de 2012.

Finalizada la visita al museo, hay que subirse a uno de los autobuses lanzadera (su precio es de unos 2 euros) que salen de forma continua desde la entrada al yacimiento y que recorren dos kilómetros más hasta propiamente el yacimiento arqueológico.