
La gracia de San Francisco es que es la más europea de las ciudades norteamericanas y que, a diferencia de otras metrópolis, resulta sumamente agradable andar por sus barrios (el centro, Chinatown, North Beach, Fisherman’s Wharf, Mission, Castro…) a lo largo de un paseo sin prisas, y descubrir curiosidades como las Painted Ladies, casas victorianas de tonos suaves y dispuestas en línea, y los murales de Mission. Las distintas caras de San Francisco sorprenden y contagian una emoción que aumenta al cruzar el Golden Gate, el puente que ejerce de símbolo de esta ciudad californiana.
El Golden Gate es una obra de ingeniería con vocación de monumento, en especial cuando, para deleite de los fotógrafos, la niebla lo ciega parcialmente y tiñe de un aire fantasmal su estructura pintada de naranja. Erigido entre 1933 y 1937, mide 1.280 metros de largo y está suspendido de dos altas torres con 227 metros de altura. Cuando lo construyeron decían que no llevaba a ninguna parte, ya que su función era unir la ciudad con pueblos de pescadores como Sausalito, al otro lado de la bahía, pero los atascos que registran sus seis carriles de circulación demuestran hoy la utilidad de este puente que se ha asomado en películas de Superman y James Bond.
El Golden Gate es una obra de ingeniería con vocación de monumento
Pero es evidente que San Francisco no se reduce únicamente al puente que Otis Redding cantara en Sitting on the dock of the bay en 1968. San Francisco es mucho más, por supuesto, gracias en parte a su fama de ciudad contracultural y tolerante donde casi todo es posible. Union Square es el lugar ideal para iniciar un paseo. Estamos en pleno centro, frente al hotel más antiguo, el Saint Francis, que en 1930 Dashiell Hammett hizo aparecer en su famosa novela El halcón maltés, llevada a la pantalla en 1941 por John Huston, con Humphrey Bogart como protagonista. Justo detrás del hotel se encuentra la zona de teatros y, tan solo a una manzana, el restaurante John’s Grill, que también aparece en la novela citada y en el que sirven las Sam Spades’s Lamb Chops, en homenaje al detective creado por Hammett.
Fisherman’s wharf
Allí mismo, justo en el cruce de las calles Powell y Market, los tranvías giran en redondo al llegar al final de trayecto. Años atrás había hasta 23 líneas en San Francisco, pero hoy únicamente quedan tres, convertidas en atracciones turísticas. La experiencia de subirse a un tranvía para bajar por la fuerte pendiente de Hyde Street hasta Fisherman’s Wharf, el muelle de los pescadores, es un viaje estelar que permite recordar a Steve Mcqueen en la película Bullit (1968), en especial la emocionante persecución en coche que protagoniza por las calles de San Francisco.
Una vez en los muelles resulta obligado dirigirse al Pier 39, donde se suceden los bares, los restaurantes y las tiendas de souvenires, y donde holgazanean decenas de focas tendidas sobre plataformas flotantes. Desde aquí, un corto viaje en transbordador conduce a la isla de Alcatraz, cuyo histórico y cinematográfico penal, cerrado en 1963 y visible desde la costa, sigue atrayendo a miles de visitantes al año.
Tras el paseo en tranvía, merece la pena o bien descender hasta el paseo marítimo de Embarcadero, magnífica entrada al Distrito Financiero, o bien regresar a Union Square para iniciar un itinerario a pie. La segunda opción conduce a Chinatown por Grant Avenue, una larga calle que lleva en dirección norte hasta Bush Street, donde se levanta una de las llamativas puertas de acceso al barrio chino más grande fuera de Asia. Chinatown abarca ocho manzanas hasta Broadway Street, pero conviene desviarse por las calles adyacentes a Grant para descubrir escenas de la vida cotidiana de la colonia china, varios restaurantes de dim sum (empanadillas) y la antigua fábrica de galletas de la fortuna de Ross Alley, donde venden esos típicos dulces con un mensaje que puede anunciar dinero, amor, fama o vaya usted a saber. Un aviso para el visitante: si de repente empieza a sentir frío, incluso en agosto, recuerde la frase erróneamente atribuida a Mark Twain y estampada en camisetas, «El peor invierno de mi vida fue un verano en San Francisco».
La memoria literaria
Muy cerca de aquí, en el barrio de North Beach, famoso por su sabor italiano y sus locales de jazz, se encuentra el callejón dedicado al escritor Jack Kerouac y, en la esquina con Columbus Avenue, la librería City Lights Books. Una planta dedicada a la Beat Generation recuerda que su propietario, Lawrence Ferlinghetti, es uno de los poetas de este grupo literario de los años 1950, que apostaba por una poesía coloquial en contra del poder establecido y que coqueteaba con las drogas, el alcohol y el nomadismo. Fue precisamente un libro de poemas publicado por City Lights en 1956, Aullido, de Allen Ginsberg, el que lanzó a los beats a la fama y también al escándalo; un año después, la publicación de En la carretera, de Kerouac, cimentaría la popularidad del grupo.
Desde cualquier parte de la ciudad se divisa el Transamerica Pyramid Building, el rascacielos del Distrito Financiero.
Justo al lado de la librería se encuentra el Vesuvio Cafe, donde se reunían los beats, y no muy lejos, en la esquina de Kearney Street con Columbus Avenue, el Zoetrope, propiedad del cineasta Francis Ford Coppola. Los alicientes para sentarse a una de sus mesas son una buena comida italiana, la amplia carta de vinos y la posibilidad de ver al mismísimo Coppola. Por cierto, un par de manzanas hacia el oeste, en Vallejo Street, se halla el Caffe Trieste, donde aseguran que el famoso director de cine escribió gran parte del guión de El Padrino.
Desde cualquier parte de la ciudad se divisa el Transamerica Pyramid Building, el rascacielos del Distrito Financiero. Está al final de Columbus Avenue y cuando se construyó en 1972 era el quinto edificio más alto del mundo. Aunque sus 260 metros ya no son ningún récord, sigue siendo un referente arquitectónico gracias, entre otras cosas, a su estructura resistente a los terremotos y a su sostenibilidad energética, pues desde 2007 produce toda la electricidad que consume. Otra torre famosa, la Coit Tower, erigida en 1933 en lo alto de Telegraph Hill, mide apenas 64 metros, pero es también un símbolo. Se puede llegar hasta allí andando desde Columbus Avenue y, a pesar de las calles en cuesta, las vistas sobre el Golden Gate, la bahía y los rascacielos compensan el esfuerzo.
Desde Telegraph Hill se hace uno a la idea de las distintas colinas que destacan en medio del paisaje urbano, cada una con su propia personalidad. Russian Hill, situada a unas diez manzanas, permite contemplar el tramo de Lombard Street famoso por sus ocho pronunciadas curvas, su fuerte pendiente y sus arbustos normalmente cargados de flores. Esta calle es una de las más fotografiadas y filmadas de San Francisco.
Los barrios del norte
Union Square vuelve a ser un lugar perfecto para orientarse y emprender la visita a otro sector de la ciudad. Un par de manzanas al sur de esta plaza, la larga avenida Market Street marca una frontera que separa el centro de los distritos del norte. Haight Ashbury es uno de los más visitados por ser el barrio de la memoria hippy, muy presente en las tiendas de Haight Street. No muy lejos, hacia el este, la placita de Alamo Square aloja bellas casas victorianas, de finales del XIX, de madera pintada con colores suaves. Conocidas como las Painted Ladies o la Postcard Row, debido a su presencia en muchas postales, se han convertido en una fotografía indispensable durante cualquier visita a San Francisco.
Otro barrio de la zona en el que merece perderse es el de Castro. Las numerosas banderas multicolores anuncian que se trata de un barrio gay, en el que casi todo tiene un toque homosexual. Harvey Milk, activista asesinado en 1978 sobre quien Gus van Sant realizó una película en 2008, fue uno de los personajes más famosos de este barrio, ahora lleno de agradables cafés y comercios.
Cerca se encuentra Mission, el barrio al que da nombre la Misión Dolores. Fundada en 1776, forma parte del rosario de parroquias ideadas por Fray Junípero Serra para evangelizar California en el siglo XVIII. El barrio actual creció en los tiempos de la fiebre del oro, que en la década de 1850 atrajo una fuerte inmigración a San Francisco. Tal como suele suceder en las ciudades norteamericanas, donde el aumento de los alquileres fuerza a los artistas a ir en busca de zonas más baratas, el barrio de Mission ha experimentado en los últimos años un fuerte auge. En sus calles decoradas con murales que aluden a temas políticos y pacifistas, se han instalado muchos jóvenes profesionales, han aparecido numerosas galerías de arte y se han abierto locales de música en directo en los que se nota la influencia latina.
Arte Contemporáneo
La larga calle Mission conduce a otro templo del arte, el Museo de Arte Moderno (SFMOMA). Fundado en 1935 e instalado en un edificio de 1995 del arquitecto suizo Mario Botta, este museo reúne una colección de arte contemporáneo con más de 23.000 obras de artistas europeos y norteamericanos. Sus exposiciones temporales son tan interesantes como su colección permanente.
Para evocar los tiempos hippies, sin embargo, nada mejor que concluir la visita en el Golden Gate Park. En esa inmensa área verde, en enero de 1967 se celebró un festival que fue el pistoletazo de salida del denominado «Verano del Amor». A partir de aquel año, la contracultura empezó a extenderse por el mundo con San Francisco como capital. Las flores en el pelo, los vestidos de colores, el amor libre, la irrupción de jóvenes desinhibidos, los viajes iniciáticos, la filosofía oriental, las drogas y los grupos de música alternativos empezaron a proliferar en la ciudad. El momento cumbre de aquella época llegó cuando se convirtió en himno la canción San Francisco, estrenada en 1967 para promocionar el festival pop de Monterrey, una de las grandes concentraciones de la nueva cultura made in California. Era aquella canción que decía: «Si vas a San Francisco, asegúrate de llevar flores en el pelo…».
PARA SABER MÁS
Documentación: pasaporte electrónico y formulario Electronic System Travel Authorization
Idioma: inglés.
Moneda: dólar.
Diferencia horaria: 9 horas menos que en España.
Cómo llegar: El vuelo desde Madrid tarda unas 13 horas e incluye escala en una ciudad europea o en una norteamericana. El aeropuerto SFO tiene tren y autobús hasta el centro.
Cómo moverse: El abono City Pass incluye algunos transportes y la entrada a 5 atracciones: SFMOMA, Aquarium, California Academy of Sciences, crucero por la Bahía y Exploratium; estos dos últimos pueden cambiarse por la visita a la isla de Alcatraz y al museo de Young. Consultar condiciones.
Museos: Además del SFMOMA y el de Young, hay otros museos de interés: el de Arte Asiático, el Craft and Folk Art, el Walt Disney y el Museo de la Diáspora Africana.